“En un salón de baile, en una fiesta, o incluso caminando desde Lime House hasta Mile End, tan femenina exhibición podría haber cautivado la mirada de un caballero; pero aquí sólo me convertía en objetivo de maleantes. Bajé la cabeza y seguí caminando, dejando atrás montones de basura y charcos de aguas fecales. El olor de la sequedad de las cajas de cerillas, del pescado rancio y de las coles podridas estaba tan omnipresente como la niebla sulfurosa.”
Aunque no lo parezca, el extracto anterior pertenece a una obra de ciencia-ficción. De hecho, una vez leído el libro, casi resulta temerario englobarlo dentro del género. Pero, aunque se aleje radicalmente de los estándares comúnmente aceptados, Babilonia de Richard Calder es ciencia-ficción pura y dura. Lo es porque nos presenta una distopía en la se entremezclan conceptos como Jack el destripador, los Illuminati, la Orden Negra, Babilonia la Grande y…portales interdimensionales. Y también lo es porque utiliza todos esos elementos para hablar de cuestiones morales y filosóficas que ofrecen un debate para reflexionar. Y, al fin y al cabo, eso es lo que cualquier buena obra de ciencia-ficción debe aspirar a lograr.
La trama de “Babilonia” arranca en el oscuro Londres de 1888, donde la joven Madeleine Fell lucha por su gran sueño, que no es otro que viajar a la Moderna Babilonia, un mundo situado en una dimensión paralela donde los hombres tienen vetada su entrada. Allí le espera un futuro incierto, pero su férrea voluntad de convertirse en una prostituta sagrada de Ishtar la embarcará en tan extraño viaje junto a su amiga Cliticia.
Hay que decir que Richard Calder da una de cal y una de arena con su narración. El libro está dividido en dos partes bien diferenciadas, y durante la primera, que corresponde a la estancia de Madeleine en Londres, el autor consigue meternos en la historia con una curiosa mezcla de frivolidad y descaro, perfectamente representados en las dos jóvenes protagonistas. Por desgracia, en la segunda mitad Calder parece atascarse por momentos y la trama pierde claridad donde debería haber sido más contundente. Como suele suceder en muchas historias, es mucho más estimulante la promesa de lo que vendrá que el propio desarrollo definitivo. Afortunadamente, el desenlace resulta brillante y consigue que nos quedemos con un buen sabor de boca.
El relato rezuma perversidad, aunque es una perversidad sugerida más que mostrada, subyaciendo bajo conceptos como la inocencia o la superficialidad. Esto puede resultar un tanto contradictorio al situar Calder la historia a finales del siglo XIX, en plena aparición de Jack el destripador. Sin embargo, tal contraste funciona sorprendentemente bien, especialmente en la primera parte del libro donde la prosa de Calder alcanza sus mejores momentos. La introducción de elementos de ciencia ficción tan fuera de lugar como unos portales interdimensionales puede resultar chocante, pero aporta un punto de extravagancia bastante original en cuanto a la creación del novedoso universo que sirve de trasfondo. Eso sí, hay momentos en los que la mezcolanza de tantos elementos diferentes me parece excesiva y creo que no ayuda a que la historia avance fluidamente.
En definitiva, hay que agradecer a “Dilatando Mentes” el empeño que han puesto por traer una obra tan poco convencional como “Babilonia” de un autor casi desconocido en nuestro país. El libro, aún no siendo perfecto, ofrece un original punto de vista sobre el eterno enfrentamiento entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad, entre lo femenino y lo masculino. No es un libro para todos los paladares, pero sin duda contiene suficientes virtudes como para darle una oportunidad.