Bajo el Dolmen 6: Anacronismo

por Francisco Santos Muñoz Rico

Hoy voy a hablar de mi propia literatura, y de algunas otras más, claro. Hace poco leí en alguna parte, referente al pulp, algo así como “que era literatura de poca calidad”, lo cual, si quieres seguir leyendo, lector, coincidirás conmigo en que es una soberana tontería (sí, si no estás de acuerdo te echo de este artículo, ¡ja!) Se le llama pulp porque se usaba papel hecho a partir de pulpa de madera, porque era el más barato. Ya. No debiéramos hablar a la ligera sobre calidad, ya que según reza un viejo adagio “el papel de seda también sirve para limpiarse el culo”. Con viejo adagio quiero decir que me lo acabo de inventar, y con papel de seda quiero decir el papel que usan las grandes editoriales para publicar sus grandes y serias obras de arte, sea cual sea.

¡No se puede decir eso de LA LITERATURA PULP! Esta es una cosa demasiado vasta para andar generalizando: Robert Howard y Lovecraft son pulp, así como Charles Beaumont o Lem Ryan, Nat Schachner, Henry Kuttner, Paul H. Lovering (el falso Lovecraft), o Robert Bloch. Puedo seguir citando nombres de buenísimos escritores, egregios, que son PULP hasta que te canses de leer.

La primera novela que publiqué, La Ciudad De Los Infrahombres, estaba escrita totalmente con ánimo pulp, con afán de novelucha de kiosko. ¿Tiene esto que ver con la calidad? No, en absoluto. En mi novela hay zombies, clásicos y otros modernos, hay nuevas razas de zombies, hay seres que bien podrían ser llamados lovecraftianos (aunque nadie los haya llamado tal cosa excepto yo), hay guerreros, hachas y katanas, explosiones, masacres, una sexy chica que se enamora del protagonista, fantasmas, transformaciones muy improbables, cachondeo, épica, lirismo exacerbado y seriedad profunda y filosófica, reflexiones sobre el sentido de las cosas, referencias y guiños casi en cada página a admiradas obras y escritores, y mucho más. En La Ciudad De Los Infrahombres está todo lo que me dio la gana meter. Se llama fantasía: la cuestión de si es buena o mala cosa la decide el lector. La seriedad en literatura es un concepto peligroso, cuando alguien habla de “literatura seria” no puedo ni imaginar a qué diantre se refiere: desde luego que no se refiere a mí, pero más allá de eso ya no sé…

Noveluchas de kiosko es un término que yo uso mucho, y no de forma despectiva. He aquí una de esas noveluchas: El Engendro De Kroozgaar, de Kelltom McIntire. Y aún otra: Un Olor A Cadáver, de Frank McFair. (Como dato curioso es de notar la cantidad de novelistas kioskiles que llevan ese “Mc” en su nombre). Son novelitas muy cortas, llenitas de diálogos, se dejan leer amablemente y te enganchan desde el principio hasta el final, por mucho que sepas lo que viene a continuación, sigues leyendo. ¿No es esto serio? Si uno de mis libros consigue estos mismos méritos me lo tomaré muy en serio, desde luego.

El verdadero nombre de Kelltom McIntire es, oh sorpresa, José León Domínguez y escribió como quinientas novelas, de terror, del oeste, de ciencia ficción y de otros géneros y estilos. Son quinientas. Es un trabajo, desde luego, y como poco “serio”. Además, no era un “moñas” ñoño y timorato que andase declamando desde su balcón en espera de las musas; para escribir quinientas novelas hay que ser constante, trabajador, serio. El Engendro De Kroozgar lo he leído dos o tres veces, como El Corazón De Las Tinieblas; y no sabría colocar a una por encima de la otra, ni a Conrad por encima o debajo de McIntire: acaso tampoco sabría yo colocar a uno por encima del otro a Arnold Swazzenegger y a Robert De Niro. Conrad escribió unas veinticinco novelas, que yo sepa, aunque produjo mucho más, y no es baladí la comparación con él, Joseph Conrad hubiese funcionado bien como pulpista, tal vez de nacer unos años más tarde, o en otro sitio, hubiese sido un Joseph McConrad.

Un Olor A Cadáver, de Frank McFair. No sé si detrás de este nombre se esconde un español, pero hay una probabilidad nada desdeñable de que así sea. También una producción gigantesca, también todos los géneros, policíaco, terror, oeste… También cosa seria. De la novela en cuestión hay muchas cosas buenas: solo por el misterioso personaje “el monje negro” vale la pena entrar en esta aventura que hubiese entusiasmado a Arthur Conan Doyle, lo tengo clarísimo.

Hay tantos buenos libros como quieras leer, y solo después de leerlos dirás si eran buenos o no, si de calidad o no; pero no antes ni por razones peregrinas como que “pertenezcan a un género denostado”.

Suele existir la idea de que “antes había todas esas novelas en los kioskos, no como ahora”; pero es una idea falsa: solo necesitas entrar en Lektu (verbigracia): ahí conseguí, gratis, señores, hace unos días la antología Dentro De Un Agujero De Gusano, por ejemplo, un “pulpazo”. Ya en el primer cuento: Alice Y Los Muchos, del compañero Román Sanz Mouta, entramos de lleno en lo que nos prometen en el prólogo: space opera (otra cosa salida del pulp, claro); aunque más bien yo lo llamaría space vodevil a este cuento particular, escrito en ese presente que tan bien maneja Román (el presente es un tiempo muy peligroso por lo que tiene de aparentemente facilón) y que a veces coge un ritmo muy poético. La expresión “sui géneris” se hace necesaria para hablar de Mouta. El cuento nos ofrece esas cosas de las que hablaba antes: buen ritmo, bien escrito, divertido, engancha, también él mete en el cuento todo aquello que le da la realísima gana: y funciona, seriamente, funciona.

El segundo relato, por cierto, es de otro compañero: Carlos Ruiz Santiago, que merecería ser impreso en ese papel astroso y barato también, claro que sí (recordad que escribo sin seriedad, presa del capricho y la improvisación, y aunque solo he leído los dos primeros cuentos me pongo a hablar de la antología. Como un vulgar escritorzuelo de kiosko, ya sabéis). El Último Recuerdo De La Essengo 22; una aventura a lo Alien, como hemos visto mil veces y como necesitaremos ver otras mil.  Otra cosa que se critica de la “literatura no seria” es el uso indiscriminado de clichés: ya en el primer par de párrafos Carlos nos presenta un personaje principal abundante en clichés: está observando la negritud vacía del espacio, como el Mayor Tom de Bowie, y perdiéndose en ella con ánimo nostálgico, melancólico. Pues, francamente, ¿qué diablos más se puede desear para un primer párrafo? Los clichés son plastilina: dádsela a un escultor mediocre y conseguiréis una figura mediocre; dádsela a José María Sánchez, el escultor, y tendréis una locura en tres dimensiones, un shock para vuestros ojos y manos.

Hoy día no hay kioskos, hay internet, y las revistas con historias fantásticas abundan, como antaño, solo hay que salir ahí fuera a pasear. Cada callejón desemboca en un nuevo entramado de calles que nunca hubieses imaginado, como las calles de Federal Hill, por donde se perdía Robert Blake de la mano de Lovecraft.

Venga, ya puedes irte, ve a investigar, a los antiguos o a los modernos, a los pulpistas denostados, a los “calidad inferior”, a los (este soy yo) “worst sellers”, a los frikis, noctívagos y diletantes, venga, ve. Yo seguiré aquí bajo mi dolmen cuando regreses.

5 comentarios

Román septiembre 22, 2020 - 10:47 am

Gran artículo. Como siempre, entre lo hilarante y la brillantez de sus argumentos esbozados.
Y muchas gracias por la mención. Soy consumidor de Pulp, pero nunca habría dicho que este era el género que manejo hasta que me abrió los ojos el buen crítico de El Yunque de Hefesto. Y ahora que lo sé y soy consciente, lo prodigo más. Viva el Pulp!!!

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FRANKY septiembre 22, 2020 - 11:00 am

Viva!!!
Eres un pulpista de cuudado!

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Gramsky septiembre 22, 2020 - 7:04 pm

Vas a cojer moho debajo del Dolmen, Vas a criar hasta lagartos debajo del dolmen. Tú lees demasiados libros debajo del dolmen. Creo que estás aplastado debajo del dolmen. Te pareces a una pegatina debajo del dolmen. Deberías escuchar borbotones al juntar oro. Deberías escuchar lombrices. Deberías oler los meados escuálidamente nocivos. Debajo del dolmen.

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FRANKY septiembre 22, 2020 - 9:37 pm

Ya sé, Bernias, a dónde quieres ir a parar. Wuieres que hable de Camilo José Cela, seguramente doy el mayor experto en Cela del mundo, jejeje. Pero este no es lugar para Cela. Te llamaré por teléfono y hablaremos de él, no te preocupes. Bajo El Dolmen es donde y desde donde debo escribir.

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Gramsky septiembre 22, 2020 - 11:27 pm

No creo que lo sepas.

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