DOCTOR SUEÑO (Mike Flanagan, 2019)

por José Luis Pascual

Dirigir la secuela de una obra que arrastra tanto mito como El Resplandor ha de ser una tarea peliaguda. La cantidad de imágenes icónicas que sembró la película de Stanley Kubrick son un verdadero campo de minas para cualquiera que pretenda adentrarse en tan caótico y seminal universo. Supongo que la única manera válida de hacerlo es tomar distancia y apostar a un juego diferente. Eso es lo que hace Doctor Sueño, que además supone la confirmación de lo bien que se le da a Mike Flanagan adaptar obras ajenas, y de que tiene la medida perfectamente cogida al tono de los relatos de Stephen King. Ya lo vimos en su adaptación de El juego de Gerald (2017), y creo que con esta continuación sigue en esa buena línea.

La película es una secuela que intenta aunar las diferencias que había entre El Resplandor de King y el de Kubrick. Así, encontramos una trama que huye de la claustrofobia de espacio cerrado del original para brindar una historia mucho más amplia en todos los sentidos. Un grupo de poderosas criaturas que se alimentan de aquellos que poseen “el resplandor”, se topan con una niña que presenta unas capacidades que exceden todo lo conocido por ellos. Se establecerá así un juego del gato y el ratón donde la figura del perseguidor y del perseguido se alterna. El tercer componente de este conflicto es Danny Torrance, que lleva un tiempo conectando mentalmente con la niña.

Doctor Sueño, la película, tira más hacia el best seller que hacia el cine de autor, cosa que no ha considerarse como algo malo. Más bien al contrario, el brío de Flanagan al narrar la historia arrastra al espectador desde su mismo inicio, llevándolo a través de una interesante y completa odisea en la que suceden muchas cosas, pero todas ellas fáciles de seguir. La trama lineal es en este caso una ventaja que nos ayuda a acompañar a los personajes en todo momento mientras asistimos a sus dudas y a su lucha.

La película es larga (2 horas y media) pero Mike Flanagan sabe dosificar el ritmo con muchísimo oficio, consiguiendo con ello que los inevitables valles apenas se aprecien. Y me parece algo bastante meritorio cuando uno se enfrenta a una obra que tiene un buen puñado de personajes y subtramas. A ello contribuye la fantástica ambientación, subrayada por una magnífica banda sonora que mezcla fragmentos del original con recursos nuevos, como ese omnipresente latido de corazón que inquieta.
También la fotografía es notable, y el director sabe sacar provecho de un presupuesto que se intuye no demasiado abultado tirando de experiencia, y regalándonos por el camino algunas secuencias muy destacables —el vuelo de Rose the hat hacia la casa de la pequeña Abra es tremendo—.

Evidentemente, el homenaje a El Resplandor sobrevuela todo el metraje, aunque Doctor Sueño demuestra una entidad propia bastante coherente como historia independiente. Sin embargo, el tributo se hace patente sobre todo en la última hora de película, que supone todo un regalo para el espectador amante del filme de Kubrick. Aquí, empero, viene mi mayor problema con la película de Mike Flanagan. La relación entre obra nueva y vieja se acentúa al compartir ambas ciertas escenas icónicas. No sé quién tomó la decisión, si el director o los productores, pero aquí se ha optado por recrear dichas escenas con actores nuevos, en lugar de insertar directamente esas imágenes sacándolas de El Resplandor. Hay muchos ejemplos en el cine actual que nos dejan claro que la tecnología para realizar estas cosas está más que dominada, y bajo mi punto de vista la recreación no está todo lo lograda que requería la obra, por lo que en algunos momentos me saca ligeramente de la película. Dicho lo cual, tampoco es un impedimento para su total disfrute.

El hijo de Jack Torrance está interpretado por un Ewan McGregor que realiza un trabajo sobrio, dando el pego en todo momento como ese personaje adulto que arrastra ciertos traumas de su infancia. La contrapartida viene por parte de Rebecca Ferguson, quien es la mayor sorpresa del filme al ofrecernos un personaje con un carisma y una presencia en pantalla brutal como es el de Rose the hat. Ferguson, que ya dio muestras de su increíble magnetismo en Misión imposible: nación secreta (2015), se reafirma aquí como uno de los rostros más enigmáticos del panorama actoral.
La pequeña Kyliegh Curran da la réplica con desparpajo, ofreciendo alguno de los mejores momentos de la película. Del resto del reparto me gustaría mencionar al actor nativo americano Zahn McClarnon y al mítico Carel Struyken, el famoso gigantón de Twin Peaks.

Es difícil valorar Doctor Sueño sin tener en cuenta a su antecesora. Pero creo que, aún siendo una secuela directa, estamos ante una película muy diferente que tenía complicado contentar al público. Y lo consigue jugando a reglas distintas pero sumamente satisfactorias. Tal vez no sea una película memorable, pero tenía una función delicada que cumplir, y eso lo hace de manera modélica. Lo vengo diciendo desde hace unos cuantos años: ojo a Mike Flanagan, porque el tío no falla.

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