HELA (José Angel Conde – Triskel Ediciones)

por José Luis Pascual

“Escucho las palabras del clima, el frío hablando contra mi piel. Delante, el continente ártico entra en mis ojos cegándome con su totalitarismo visual, cielo y tierra fusionados en un blanco muro contra el que no me estrello, porque sigo avanzando. Mi percepción se agudiza y consigo ver revolotear miríadas de átomos grises rascando el muro del blanco, negándose a aceptar su imposición sin lucha. Hablo con ellos y ellos me hablan y siento su lucha en el interior del frío, evolucionando y muriendo para volver a levantarse en el interior del aire gélido”.

La nieve como la vida. El manto helado cubriendo la Tierra, sepultando nuestros miedos, nuestros anhelos, nuestras esperanzas. El frío y la niebla como redención. La muerte blanca. El Ragnarök.
La naturaleza experimental de Hela me obliga a recurrir a su sinopsis oficial, en la que se nos cuenta lo siguiente: 
“La Unión Nórdica es la última gran superpotencia mundial superviviente de las devastadoras “guerras del petróleo”, una unidad supranacional basada en el totalitarismo, la tecnocracia y el racismo.
Köil Barfauti, un alma tan lúcida como atormentada, sobrevive como puede en el interior de este “paraíso hiperbóreo” hasta que se enamora de Leylah, una enigmática mujer que le introducirá en una organización subversiva secreta dispuesta a revelar y destruir la verdadera cara del sistema escandinavo: un panteón de semidioses que se alimentan de las emociones de los ciudadanos.
Köil deberá embarcarse en un extraño viaje iniciático interior en busca de la revelación oculta resultante de combinar el lenguaje de las runas y la física cuántica. ¿Conseguirá encontrar su propio yo? ¿Liderará la rebelión que lleve al mundo al Apocalipsis, al temido Ragnarök?”

Este resumen de la trama urdida por José Ángel Conde (Madrid, 1976) nos ofrece algunas claves de lo que esconde su novela, pero de ninguna manera nos prepara para el intenso temporal de nieve y palabras con que nos azota en cuando comenzamos su lectura.

Narrada en su mayor parte en una intensa primera persona, Hela comienza con un pasaje apabullantemente introspectivo en el que el autor, por una parte, establece el original tono con el que está dibujada la novela, un tono con una fuerte carga poética y simbólica, y por otra parte rompe cualquier expectativa que la sinopsis pueda generar en el lector. Porque estamos ante un verdadero experimento en el que se entremezclan poesía, filosofía, mitología, ciencia ficción distópica y especulación en diferentes planos. El conjunto, es de justicia advertirlo ya, no es de lectura fácil. Hela se sitúa en otro nivel, uno muy poco explorado.

Desde el mismo inicio contamos con un narrador disperso, con mucho de dudoso en cuanto a su visión de la realidad. El tono, como decía, comienza siendo muy introspectivo, con predilección hacia lo sensorial, intentando que el lector se imbuya de lo que siente el protagonista. En este sentido —y no el único— cobra especial importancia la meteorología nórdica, el frío y el omnipresente blanco de la nieve. No se trata tan solo de un complemento estético, sino de un auténtico hilo narrativo que va cubriendo la novela entera, copo a copo.
José Ángel Conde utiliza lo minúsculo y lo inabarcable en una continua alternancia, discordancia y finalmente fusión. Lo que empieza siendo una historia de amor individualizada en un protagonista poco anclado al suelo, y que contiene demoledores pasajes de alto contenido explícito, tanto a nivel de erotismo como de degradación, se va transformando poco a poco en la génesis de una acerada revolución a escala global, terminando por esbozar un apocalipsis nórdico de resonancia planetaria y casi universal. Y cuando todo acaba, todo vuelve a empezar, desde lo más pequeño a lo inconcebible, y viceversa. De esta manera, toda la creación queda contenida en los microscópicos cristales que forman un copo de nieve.

El fondo nos deja entrever una indisimulada crítica a la sociedad moderna y al actual estado de las cosas. El autor no ahorra golpes al aborregamiento general instaurado en nuestros días, hecho que se ve en el pasaje que sucede en un centro comercial de manera evidente, y en muchos otros capítulos de una forma más velada pero eficaz. Para ello, de nuevo, el tipo de narrador elegido resulta sorprendentemente eficaz, instándonos a dejarnos llevar por nuevas reglas.
La inacabable tempestad de nieve y polvo provocada por erupciones volcánicas que sucede en segundo plano es un decorado apocalíptico omnipresente, que remite a una verdad más onírica y menos material. Tal ve se intenta proporcionar un nuevo prisma para decodificar la realidad. Un ejemplo: en mitad del relato tenemos una increíble descripción de la vida humana vista desde fuera, comparando al individuo con células que sirven de alimento a seres superiores. El paralelismo es de una amplitud de miras que pocas veces se ve en una obra de ficción.

La forma se escinde continuamente, quebrándose como el cristal de la nieve, y generando diferentes estructuras narrativas que se abren en distintas direcciones. Esto hace que el texto pueda resultar demasiado derivativo en ocasiones, aunque hay que reconocer que la prosa nunca pierde su poder hipnótico. Es complicado en ocasiones no perder el hilo, pero perderse en las ramificaciones que propone la novela es una aventura fascinante.
Hela se sumerge en las profundidades de la mitología nórdica para subvertirla utilizando un tono alegórico y a ratos metafísico en el que pueden resonar ecos de Olaf Stapledon o de nuestro Francisco Jota Pérez, aunque al mismo tiempo la voz de José Ángel Conde no se parece a ninguna otra que haya leído. Esta demostración de poder ha de servir como principal acicate a cualquiera que dude si acercarse a esta obra.

No es esta una novela asequible ni de agarre sencillo, pero es difícil que hayas leído algo igual. Porque lo que José Ángel Conde propone es la invitación última para tomar parte en una rebelión en toda regla. Rebelión contra la normalidad, contra la nula capacidad crítica con que observamos el mundo, contra las barreras invisibles que nos mantienen enjaulados en una vida de decadencia y mediocridad. Y es una rebelión tanto a nivel conceptual como estético, ya que Hela rompe con narrativas convencionales adoptando un espíritu filosófico y poético en muchas ocasiones, y una forma cambiante durante su relato.
Una vez más, tenemos un texto que insiste en el concepto de transformación. Una transformación dolorosa pero necesaria, polémica por algunos de sus preceptos y peligrosa porque requiere dejar demasiadas cosas atrás. ¿Estás dispuesto a transformarte?

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