Carne muerta no tiembla (Ferki López)

por José Luis Pascual

Título: Carne muerta no tiembla

Autor: Ferki López

Editorial: Bajamar

Nº de páginas: 48

Género: Poesía

Precio: 15 €

SINOPSIS

Carne muerta no tiembla atraviesa la cuestión de la identidad en plena etapa de consolidación, la feroz veintena a un paso de extinguirse, con agujas como la pérdida, que se siente ya adulta, devastadoramente consciente, la soledad, que se siente rodeada de muchas personas queridas, o la tardanza generacional en establecer una vida prototípicamente tradicional —con su trabajo, con su casa, con su familia—, que provoca el pensamiento intrusivo de «pequeño fracaso».

Este poemario ahonda en las entrañas de la lucha entre la vida ideal, en la que todo es felicidad y éxito y los abuelos no mueren, y la vida vivida, que supone el gran beso al agua sucia del pozo, mientras suena Marry The Night de Lady Gaga.

RESEÑA

No es fácil reseñar libros de amigos. El miedo a no ser objetivo o a que te tachen de amiguismo siempre está ahí. Sin embargo, a poco que uno conoce a Ferki López, ese temor se desvanece como el último fuego del verano. Doctor en Lengua Española, docente, escritor, poeta y agitador cultural gracias a la plataforma Altavoz Cultural, Ferki sabe muy bien cómo plasmar en versos todo lo que quiere/necesita contar. Carne muerta no tiembla (magnífico título, amigo) es un crisol de pensamiento y sentido que arrebata por su calidad.

Al tratarse de un «poemario total», encontramos muchos temas perfilados en sus páginas; ideas, conceptos, historias que se nos aparecen pulidos como la ribera de una cañada. Por poner un ejemplo, en manos de Ferki la naturaleza cambia su forma desde la de un haiku primordial a versos sueltos en los que la primavera deja paso al invierno eterno, un invierno en el que caben ratas y mudanzas a ninguna parte. Ese lado oscuro, cargado de pesadumbre y derrotismo, acompaña a los poemas como una sombra perenne. 

El amor también se transmuta bajo los ojos de autor, dando paso a raigambres y danzas heredadas en las que, de repente, se cuelan pasos y movimientos nuevos y rompedores. El poso que deja ese contraste es una de las grandes virtudes de Carne muerta no tiembla. Tal es su efecto, que a nosotros nos hace temblar.
Por supuesto, no es inmune este poemario a los días que vivimos. En varios momentos queda patente, como marcada en negrita, la obcecación del individuo para lograr sus metas, sean materiales o espirituales, desdeñando las consecuencias. De ello deducimos que el amor es el gran motor que nos hace avanzar pero que, al mismo tiempo, nos empuja hacia la perdición.

«Quiero nadar en tus aguas,

son de asfalto y queman,

son de hierro y arruinan».

Me atrevería a decir que la subversión es uno de los juegos predilectos de Ferki, así como uno de los puntales de cualquier poética relevante. Dividido en tres partes, las dos primeras («Carne» y «Muerta») se ajustan a un sentido del poema más clásico a nivel formal (nunca en el fondo), con piezas breves que trazan un mapa por el que se mezclan lugares reales y rincones mentales, y que hurgan en la deconstrucción del amor, en el reconocimiento de la tentación inalcanzable o en el anuncio de que No hay llaves en la puerta, quien quiera entrar, que entre. El tercer segmento, titulado «No tiembla», opta por una suerte de grito torrencial que nos deja sin aliento por su crudeza y honestidad. 

Como decía, se nos arroja una necesaria subversión de roles familiares en varias piezas que ahondan en la desubicación generalizada del ser humano en los tiempos que corren. Reflexiones demoledoras y afiladas como las astas del toro que ilustra la cubierta del poemario.

«Llueve de todo aquí,

llueven paraguas,

y tanto es así

que he visto danzando a la novia de la tarta

bajo una cascada de viudas.

El paseo se acaba en aquel acantilado

con vistas a la última vez que gritaste a tu madre».

Se subvierten también la identidad y el tiempo en alegatos que llegan hasta nosotros con fiereza y un abrumador sentido crítico. Si miramos con detenimiento, no podemos evitar convertirnos en víctimas de una tremenda desestabilización de lo cotidiano:

«Somos la guarnición,

nos sentamos a comer con pistolas,

ponemos los pies en la mesa

y escupimos al techo,

a ver si atrapa

nuestra última voluntad».

La propia rima no escapa a las audaces reglas de este juego, redactadas en secreto no reconocido por el propio autor. Así, en una época en la que todo el mundo esquiva la rima, Ferki López apuesta por esconderla y mostrarla cuando menos lo esperas, consiguiendo un doble efecto fascinante. Por un lado, cuando aparece sorprende e impacta a un lector convenientemente desprevenido. Por otro, nada a través de todo el poemario con una oscilación cuya sonoridad fluye de maravilla a favor de la corriente. De algún modo, es como volver, de pronto, a encontrarse en tu acogedor hogar.

El fagocitador mercado editorial se empeña en ocultar joyas como este libro. No importa que seas lector de poesía, pues la melancolía de los cipreses del parque es universal y nos afecta a todos por igual. Se nos pueden escapar referencias universales o íntimas, pero lo que no podemos obviar es que entre dudas, enjambres y muerte, aparece de la nada, en todo su glorioso esplendor, LA POESÍA:

«La carta marcada, la cara cortada,

mirada perdida, 

¡la vida incurable!»

1 comentar

FRANKY junio 5, 2024 - 6:43 pm

Pues parece potente, hostias!!!

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