Pasando la navidad con Josef Mengele
Después del bagaje fóbico. Con ciertas bases aprendidas a lo largo de este ensayo basado en el terror, toca adentrarse en la controversia y meter el dedo en el ojo —en el culo, más bien—. De todos es sabido que la historia la escriben los vencedores, a ellos pertenecen los héroes. Los monstruos los ponen los vencidos.
Para mi gusto, uno de los engendros más crueles y salvajes de la SGM, incluida la parte revisionista, es el Dr. Mengele, apodado «El Ángel de la Muerte».
Su centro de operaciones o laboratorio —digno de relato de terror—, se hallaba en el interior del campo de concentración de Auschwitz. Allí era donde el sanguinario doctor ponía en práctica los experimentos más violentos, gore, brutales y dolorosos jamás vistos en la edad moderna. Los sujetos a estudiar no eran otros que prisioneros de origen judío, seleccionados sin miramientos para ser sometidos a una tortura atroz.
Cuidado con lo que viene a continuación, que parece que un tipo capaz de tales actos debía ser tonto o estar atormentado y carecer de un fin para su obra maléfica, y nada más lejos. Doctorado en Antropología y Medicina, y con otra carrera de Investigación empezada, su idea no era otra que avanzar y abrir una senda para la mejora médica y científica. Su propio cometido es en sí mismo un atentado contra la integridad física. Mengele cruzó sin piedad la senda del dolor, arrastrando tras su sombra, a modo de Aquiles, a todo bicho viviente que pusieron a su disposición.
Una de sus fijaciones eran los ojos, a muchos prisioneros les intentaba cambiar el color de los ojos. ¿Cómo? Inyectando sustancias químicas que, en la mayoría de los casos, los dejaba ciegos.
Era asiduo a practicar amputaciones de diversas partes del cuerpo para saber cuánto tardaba en fallecer un ser humano debido a la pérdida de sangre. Le apasionaba arrancar ojos sin usar anestesia. Dicen que coleccionaba los diferentes cromatismos del iris.
Pero aquí no acaba todo: extirpaba fragmentos de médula espinal, dejando a los elegidos en silla de ruedas. Sometía a los prisioneros a cambios de presión extrema en cámaras despresurizadas, provocando la muerte debido a la presión en el interior del cerebro —algunos, antes de morir, caían en tal estado de histeria que eran capaces de sacarse los ojos o arrancarse la piel y el pelo.
Sin duda, entre sus mayores fetiches científicos, cabe destacar su obsesión compulsiva por los gemelos, que eran agrupados en barracas separadas de los demás, donde tenían acceso a una alimentación más equilibrada y abundante, a mejores condiciones y un trato más digno. ¿Para qué? Es algo demencial. Para mantenerlos en un estado de salud más óptimo y así poder llevar a cabo los experimentos de un modo más efectivo. No cabe más crueldad.
Durante los experimentos los ataban de pies y manos y hacían con sus cuerpos y ojos todo tipo de experimentos y pruebas. Desde inyectarles químicos con diferentes intenciones, hasta someterles a cirugías sin anestesia. Solía infectarlos con tifus para observar la diferencia de reacciones entre ellos. La lista de atrocidades es interminable: amputaciones innecesarias, punciones lumbares, inyecciones de rickettsia y heridas infectadas para comparar cómo era la reacción de cada gemelo. Llegó a coser a dos niños espalda con espalda, formando una especie de siameses. Las heridas se infectaron y gangrenaron. Sufrir hasta la muerte. Sin contemplaciones ni cuidados.
Asesinó a gemelos para advertir y estudiar las muertes simultáneas. Inyecciones de cloroformo directas al corazón. Y todo para estudiar la genética e intentar establecer la supremacía de la sangre como algo determinante dentro de las características deseables en un ser humano.
Vamos con la sombra reflexiva
¿Acaso la victoria de los salvadores nos libra de culpa? Psicópatas contra psicópatas, un imperio pisando a otro imperio, cambiando de nombre las cosas, sembrando otro tipo de terrores y sin dejar de recordarnos el holocausto durante décadas. ¿Y adónde hemos llegado? ¿Sufre menos un mono con el que experimentan para elaborar cosméticos? ¿Es nuestra forma industrial y capitalista de producir alimento una manera sana y poco cruel? Hacinando vacas, cerdos, peces, cebando patos y ocas. Produciendo carne como si fuese un huerto industrial, dejando en la antigüedad el modo místico de la caza. Maltratando a todo bicho viviente que se nos acerca. Talando selvas centenarias. Llenando la atmósfera de plomo, benceno y miles de sustancias más. Millones de personas portando en sus genes una vacuna en modo de prueba. Pero claro, los ganadores pueden hacer lo que quieran porque son héroes. Ellos buscan el bien de la humanidad, y nos hacen ver otra cosa porque somos igual que esos prisioneros judíos con los que experimentaba Mengele.
No reniego del holocausto, por supuesto, pero las cifras y los hechos narrados convierten a los nazis en los malos de un cuento de terror. Como si no tuviesen familias los soldados, como si fuesen zombis, o cosas, o monstruos. Incluso los alemanes tenían miedo de Josef Mengele, porque era un psicópata, un loco, un asesino que disfrutaba viendo sufrir a la gente. Nadie en su sano juicio defiende una guerra, y mucho menos ahora, en nuestros días. Porque si otra cosa no ha dado la globalización, es la unión entre pueblos y mentes divergentes.
El método del terror acompañará al ser humano hasta su extinción.
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Daniel Aragonés
Colaborador
6 comentarios
Demencial lo de este monstruo y sus secuaces.
Gran trabajo, Daniel.
Gracias, compañero. Y no he querido extenderme más, con esto es suficiente. Un psicópata.
La humanidad acaba con la humanidad por egoísmo y ambición. Le da igual que devenga en semejantes, flora y fauna. Quieren preservarse, evolucionar solos. No lo conseguirán. No lo conseguiréis. Vosotros, los humanos. Y ojo a los experimentos rusos, de antes y ahora,.. buf. Grande, amigo. Enhorabuena por esta serie de artículos.
Eso de que el hombre es el lobo para el hombre se queda corto.
Los rusos, en amplitud histórica, son muy salvajes. Seguramente algo hable ciertas cosejas de esa zona.
Muchas gracias, Román, un placer compartir espacio contigo y toda la tropa.
Gran artículo sobre uno de los tipos màs crueles de la historia de la humanidad. Grande una vez màs en tu anàlisis Daniel Aragonés. Soy fan declarado de tu historia del terror.
Antonio Vallejo-Nájera (padre del creador del libro fantástico «Concierto para instrumentos desafinados»), en España, durante el franquismo, acusó a las mujeres republicanas de ser portadoras de un gen que inclinaba al marxismo, y propuso secuestrar niños en plan Herodes (o eso cuentan algunos).
John C. Cutler, médico estadounidense que infectó con sífilis en los 40 a miles de presos guatemaltecos para ver cómo funcionaba la penicilina.
Ishii Shiiro, japonés, también durante el nazismo, hizo tanto o más que el propio Mengele con prisioneros chinos, a los que los japos despreciaban mucho más que cualquier nazi a los judíos.
Donde mires, hay Mengeles. Y gracias a muchos de ellos hoy la ciencia es lo que es, cuidado…
Desde Nerón (también fue un perla bueno, por ejemplo, jejeje) hasta Christopher nosequé, el Doctor Death, que jodía por joder: dale a un loco un bisturí y ya tienes un Mengele, pnlo en medio de la guerra (como hizo Lovecraft con su criatura), y tienes un circo como el de Efialtes…
En fin, ya me callo, jajajaja