Título: T.Errores: En el bosque ya estás muerto
Autores: Varios autores
Editorial: Dentro del Monolito
Nº páginas: 252
Género: Relatos de terror
Precio: 13 €
SINOPSIS
En el bosque moran los miedos. Hogar de ululares y rugidos. Guarida de lobos, brujas y monstruos. De frío nocturno y ojos malignos. En busca de carne y sangre reptan terrores inciertos. Las hojas no crujen bajo tus pies. En el bosque ya estás muerto.
24 autores y autoras ofrecen su particular visión del bosque tenebroso y causante de pesadillas. 24 cuentos terroríficos para adentrarse en el bosque y no volver jamás.
RITUAL
Niños y niñas, familias, padres, solitarios, grupos de amigos, gente que, ante un estímulo, cambia o asiste al cambio. Entornos naturales para escapadas y excursiones, en pos de desventuras. Adentrarse en lo oscuro y desconocido, casi siempre sin intención para con ello. Lo anómalo de la naturaleza, sus sombras, sus sonidos, sus animales e insectos, sus secretos…
De fondo, El Bosque, en mayúsculas. Atmósfera y esencia. Aquello que se guarda desde hace eones, que enterró junto a sus raíces y zarzas. Junto con sus bestias atávicas. Atemporal. Que lo recuerda todo; ritos, muertes, mutilaciones, evolución… El abuso del hombre. Se representa esa ambientación desde la modernidad, desde el cuento clásico, desde la mitología hispana y la leyenda, desde el arte, o desde un simple juego que acaba por convertirse en algo temible.
Es sorprendente la variedad de estilos y argumentos que proponen autores y autoras de esta antología sobre un mismo tema (el bosque como protagonista, entorno, origen, causa…), y con el marco del terror, del horror, del folk horror, del misterio. Una conjunción extraordinaria de textos que pueda incluso resultar mejor que el primer T.Errores.
Desgranemos uno por uno todos los relatos, los 24:
CUENTOS
Háblame del bosque, de Ángel Ortega: un cuento breve, directo y desgarrador en segunda persona, que se dirige a ti, que te estrangula en túmulos y espesura. Cuidado con la familia. Ángel abre el telón en plena forma, a la yugular.
La Cruz, de Lorena Escobar: un juego de Escape, una reunión de amigos en aquesta cabaña alejada. Alguien que se pierde enfadado en el bosque. Los suyos acuden en su búsqueda. Y comienzan a caer, a desesperarse, alimentando el enigma… todo con una prosa sugerente que te mece durante esta siniestra aventura. Hasta que al final, como en buen juego, todo se aclara, ¿o no? Una partida maravillosa, disfrutable en forma y fondo, con guiño novelesco.
Disclímax, de Pedro P. González: un hombre sumido en la desesperanza se deja caer, llevar, cuasi morir. Para transformarse en jungla, en naturaleza, en todo. A partir de suculentas heridas, de un cuerpo abierto y expuesto en evolución. Terrible, realista, magnífico por lo visual.
Hermanas de sangre, de Luis Gómez García: una familia, en el mitológico norte de la península, en esas tierras de ensueño tan y jamás holladas, se encuentra con un pastor, quien, tras la fuga de una de las pequeñas, tiene conflicto interno acabando en el bosque todos y todas. Camino a la leyenda, fusionándose con ella. Un escenario fantástico para esta historia viva.
Bruma, de Àlex Marín Canals: alguien a la fuga por el bosque, hacia el monte, sumido, desde la segunda persona, en recuerdos, quizá remordimientos, avanzando sin mirar atrás. Con otra voz presente, luchando contra todo, ¿conseguirá salir? Curioso experimento del que el autor sale bien airoso.
El Legado en la piedra, de Laura R. Rodríguez: un convento seudo abandonado en medio de un bosque con sobresaliente vidriera. Un grupo de estudiantes y artistas decididos, cada uno de vocación. Esa dinámica social de pequeña multitud choca contra lo que esconde el convento, las monjas, sus secretos. Hasta que ello irrumpe, y los estudiantes conocen la verdad. Entretenido, variado, audaz cuento de bello final.
Si hay Nadie en el Bosque, de Carlos Pellín Sánchez: Nadie no quería ir a la fiesta de empresa, lo medio obligaron con un beso. Allí, en medio de la naturaleza, con la opulencia propia de los afortunados, algo se agita en el bosque, algo que viene, y Nadie lo sabe, y se revuelve. Un sugerente juego de palabras con el nombre del protagonista, que sostiene todo el texto para bien.
Arishka, de Judith Romero Ruiz: 1941, dos guardias civiles en busca de maquis se adentran demasiado en la foresta, hallando árboles extraños de intrincados símbolos, máscaras, y una peculiar sociedad dedicada a una diosa muy especial. Quizá sea demasiado para los dos hombres, o quizá al fin despierten. Un cuento de época con tono sombrío y hambre de leyenda.
La era de la cosecha, de Óscar de Marcos-Escriña: un hombre y su promesa contra el Cosechador. Ansioso por recuperar al ser amado. Frente a lo que sea. Desafiando al miedo dentro de esa escuela infestada, siendo cruel consigo mismo y sus actos. Poco a poco, día a día. Hasta que lo alcanza. Y el amor resurge, de la mano del miedo. Una hermosa historia, apocalíptica, sorprendente.
El del fango, de Francisco Santos Muñoz Rico: cuando el Fango habla, directamente para ti, contándote su origen, sus anhelos, tú escuchas, por tu bien. Y más con el filo de las palabras y las intenciones del autor en una narración tan breve como efectiva.
Salvia, de Isabel Pedrero: una mujer sobrevive, bien, en su cabaña del bosque. Autosuficiente. Aprehendida tras la visita de un extraño personaje. La tranquilad se quiebra cuando una pareja, atemorizada, reclama su ayuda. ¿Qué hacer? ¿De quién fiarse? Esta trama lleva la intriga hasta su final, para gusto del lector y lectora.
Una noche estrellada, de KATTY Cool: ¿quién es cazador, quién es lobo, quién es víctima? En este argumento breve no hay trampa ni cartón, sí alguien que busca y encuentra lo que quiere, y eso puede resultar terrible.
Lo que no dejan ver los árboles, de Miguel Matesanz: un gorjeo dentro de la oficina alerta a Milena, porque no es normal, no es natural. Y se dispone a descifrar su origen y el porqué. En ese momento, sutilmente, arranca la transformación. Un cuento ágil donde lo humano queda atrás en pos de lo natural.
El salto de Marina, de Artguim: la familia, de excursión agreste, se adentra en la foresta justo para perder a su hija, Marina, caída y muerta. Desaparecida. Hasta que despierta y consigue un amigo. Un amigo que sabe cosas, que le cuenta cosas. Antiguas. Diferentes. Regalando a Marina su verdadero hogar. Un cuento de capas que se desarrolla de manera espléndida.
Goliant, de Enrique García Sánchez: el niño nuevo de ciudad en el colegio rural, al que miran raro sus compañeros, compañeras y profesor. Con un nombre de fondo que se susurra en clase: Goliant. El significado de esta palabra, de esta criatura, desvela aquello que esconde tan ignominiosa villa extraviada. Desde los ojos de un infante, los terrores siempre entran mejor. Gran historia.
Hijos del bosque, de Alba Barrio: desde que Telmo volvió de entre los muertos al quinto día, las cosas se han removido en el pueblo. Sobre todo para los niños, que se cuestionan de quién son y de quién quieren ser hijos. Todo ello con el bosque de fondo, el bosque y sus promesas. Muy bien fusionadas las constantes narrativas para un sorprendente resultado.
Una promesa de sangre, de Borja Alonso Alonso: los Yoruba, varias historias en una, mezclando parte de género negro con la más clásica fantasía y una chispa de voodoo. Interesante combinación, donde conjugan los mitos con un personaje que se hace querer, a través de su historia vital. Nos vamos a divertir aquí.
Desde lo alto, de Mare Moreno: las nemorosas nunca la habían molestado en sus paseos. ¿Eso y ello perduraría? No puede más que seguir por esas sendas agrestes, y esperar. Otro cuento breve, este de poso lento, pero conseguido.
En Tú Espesura, de Román Sanz Mouta: dos líneas argumentales; el pintor y los exploradores. El primero se desvive y desvive al mismo mundo por su arte. Los segundos pelean en y contra el peor de los escenarios, el bosque. Muriendo. Uno por uno. Todos. Sin piedad. Mientras el cuadro se completa. ¿Acaso…? Qué voy a decir, me encanta, con trazas de Pickman, y mi estilo de horror favorito. Espero, con humildad, que te guste.
La tumba de los monstruos, de Verónica Cervilla: ilustrado desde su final, enterrada, cuasi sometida, asistimos, acto a acto, a cómo entraron en ese funesto lugar, y el porqué de las consecuencias. Gran texto, breve y contundente.
Las transformaciones, de Francisco Liñeira González: Rono, Batu, la Sierpe. Una fábula de otra era, de otro lugar diferente, más humano, más atávico. Con sus propias normas. Cuando entras a su estilo, a su leyenda, lo apreciarás en la justa medida, mucha.
El pulso con el todo, de Sheila Moreno Griñón: debía salir del bosque, de la tumba. ¿Para qué? No te lo pienso contar. Averígualo en otra pieza directa e inevitable al mentón.
Hormigrañas, de Carlos Picazo: sobre hormigas y hombres, sobre guerras, sobre un pobre ser en insomnio de trauma con esas hormigañas. ¿Cuál será el siguiente sueño, pesadilla, realidad? Magnífico. No desvelaré más para no arruinar sus sorpresas. De los mejores relatos de la antología.
Nefasto influjo de naturaleza pictórica, de José Martínez Moreno: Salvador, tras comprar un cuadro en un mercadillo, atraído irremisiblemente, lo tiene como foco de su obsesión. Lo turba, lo posee. Trata de deshacerse de él o devolverlo. Imposible. El cuadro se hace mundo y vida, Salvador pequeño. La verdad de ese fresco está por irrumpir, y no permitirá indiferencias. Siniestro, turbulento, oscuro psicótico, lovecraftiano. Un cierre de altura al mérito, alto, del total de la colección.
CONCLUSIÓN
Estos son los textos que componen la sinfonía de esta colección, unidos por su miedo intrínseco, por la multiplicidad de los temores que pueden acecharte, ya sea en ese perenne bosque, o incluso en la seguridad de tu entorno, en el trabajo, en casa, desde un cuadro, trayendo de vuelta númenes e inventando mitos. La originalidad de los cuentos resulta refrescante, adictiva, enganchando desde la primera narración gracias a la alternancia de historias breves con otras más desarrolladas, incluso alguna mininovela condensada en pocas páginas. Todas concebidas para tu disfrute, tu regocijo en el miedo, tu aprendizaje sobre esa foresta tan común como desconocida, y que nunca terminará de ser descubierta. No aquello que se niega a mostrar.
Me siento orgulloso de ser partícipe de esta antología, un privilegio compartir volumen con mis compañeros escritores y escritoras, que han tenido la generosidad de, junto al jefe JL Pascual, armar una colección que no envidia, ni debe, a cualquiera publicada en las grandes editoriales, o firmada por los más conocidos autores del género. Merece la pena su lectura.
Bienvenido, bienvenida, en el bosque ya estás muerto.
Pd: ya temo y elucubro sobre el siguiente tema de T.Errores, anhelando una tercera entrega, tras estas más que notables dos primeras fases. ¿Te atreves, jefe?
Román Sanz Mouta
Redactor
1 comentar
He leído un cuarto de libro. Me está gustando.