Bajo el dolmen 35: La enfermedad de escribir

por Francisco Santos Muñoz Rico

La enfermedad de escribir

«La tensión que llevaba a muchos escritores a vivir en la pregunta de si seguir o no seguir, si seguir andando entre los precipicios del escribir y del no escribir. Michon decía que los precipicios habían cambiado de nombre, y era muy probable que hubieran pasado a llamarse desprecio y fe, renuncia y alegría».

Esta bruma insensata, Enrique Vila-Matas

En esas estoy, en la tensión. Me propuse no hace mucho —vagamente, es cierto— no escribir más. Quién sabría decir por qué; por ser menos leído que las etiquetas de los champús, o menos comprendido, o por mi tendencia natural a la melancolía, al desasosiego en general —y anímico en particular—, a la depresión, a la penitencia. Por dramatismo o por aburrimiento acaso. Pues no sé, pero la cosa es que sin yo verme venir por ninguna parte, hete, heme, aquí, que de forma totalmente repentina e intempestiva me puse hace unos días a escribir, febril perdido, un nuevo poemario; al que di además matarile, como se suele decir, en pocas jornadas (de composición poética tan intensa que de resultas de la misma me dio algo así como una tremenda bajada de tensión que me dejó tirado por los suelos; como refirió Lizano en su poema, ese tan querido para mí, el de la licencia poética). También hay que hablar de esto que escribo ahora mismo, por supuesto, este hablar sin decir nada de particular con particularísima intención de decir algo. Y, encima , dirigido a nadie en absoluto. ¿Estaré acaso enfermo?

En este mismísimo momento todavía no ha amanecido en el mundo, llevo despierto desde hace un buen rato y aún le queda al sol para salir su buena hora larga: y mientras el mundo entero duerme yo intento engarzar unas frases con otras de manera armónica para hacer eso que decía de no decir nada para decir esto particularísimo: que estoy enfermo de literatura, o maldito, o bendito, que para el caso es lo mismo.

No puedo aseverar, como decía el borrachín de Bukowski en el libro titulado igual que este artículo (un claro plagio que me hizo), que no sé hacer nada o que pocas cosas sé hacer aparte de esto; resulta que se trata, en mi caso, de absolutamente todo lo contrario: sé hacer unas cuantas cosas más, cosas, además, que podrían sustituir fácilmente a la literatura, desde montar figuritas con Meccano a boxear, pasando por componer música, pintar, drogarme o hacer carreras de fondo. Pero hay al parecer una tendencia natural de mi psique a seguir juntando unas palabras con otras, innegable esta tendencia, ya que es lo que termino haciendo indefectiblemente tarde o temprano, siempre, desde hace ya más de treinta años; como un recalcitrante tejedor de alfombras persiano.

Si no es propiamente una enfermedad, a lo mejor hay que tratarlo de «condición», palabra esta dada a connotaciones tanto positivas como negativas, según y conforme.

Pero dejando de lado esto de lo positivo o lo negativo, que no es más que una tontería que se me coló, esta condición que padezco repercute y reverbera en todos los ámbitos de mi vida, o, acudiendo a mi solipsismo místico (del cual tal vez hable en otra ocasión): esta condición que padezco condiciona todo el resto de mi existir. Raro es el momento del día en que no esté, calamo currente, componiendo literatura desaforada, ya en el bloc de notas del teléfono, como ahora mismo, ya escribiendo en alguno de mis múltiples cuadernos u hojas sueltas (que sueltas van quedando por doquier), ya emborronando el papel nada en blanco que se desarrolla en el fondo de mi visión mental como una pantalla de cine gigantesca.

¿Y de dónde viene esta necesidad insana? (Si le digo insana es por ponerla en contraposición con las otras necesidades, si acaso existen, de las otras personas, las que no soy yo y que no hacen literatura para nada. Gente muy diferente a mí, como poco: esta gente anda en el ratio de lo denominado «normal», como decía, en contraposición con «lo insano»).

Pues esta pregunta a propósito del origen de mi necesidad seguramente se extrapola, o interpola, con otra pregunta idéntica: ¿de dónde viene esta necesidad insana de leer? Porque resulta que una cosa va cosida a la otra: el leer al escribir; en mi caso, y seguramente en el caso de todos los demás escritores del universo.

Entonces puedo enunciar, ahora que ya quedan diez minutos para que salga el sol y que me tengo que vestir para ir a trabajar, «escribo para colmar mi necesidad enfermiza, que no me deja ni a sol ni a sombra, de leer. Conforme escribo, conforme imagino constantemente inacabables poéticas, o historias sin fin, o puros arabescos como el presente escrito, no estoy haciendo otra cosa sino leerme a mí mismo».

10 comentarios

León septiembre 12, 2024 - 11:35 am

No puedes dejar de escribir hasta que dejas de leer. Lectura y escritura son el ojo que mira y el ojo que ve, o dos caras de la misma moneda. El punzón, el cincel, el dardo o la flecha. El papel lee lo que escribo en él. El canto de la moneda es el tiempo, que gira, lee y escribe. Todo esta escrito, en blanco, en el sueño profundo y la ausencia de consciencia. El infinito está musculoso. La no existencia es fuerte; es todo poderosa. La espalda de un titán que se aleja. Su silueta más SE AMONTONA. Un beso.

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FRANKY septiembre 12, 2024 - 11:46 am

Eso me suena a esoterismo egipcio, muchas gracias, querido León. El paso lo marca el camino, no el caminante.

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Vicente septiembre 12, 2024 - 12:20 pm

Una hora antes de que salga el sol, malamente podría dar con el botón que enciende el portátil en el que suelo escribir.
Esperando el solipsismo místico.

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estelixx septiembre 12, 2024 - 2:42 pm

Creo que llevamos un gen de la lectura la media familia que aquí se pronuncia, unos más que otros eso sí, seguid escribiendo que yo os leo.
Yo ya si acaso os hago pasteles TaK

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FRANKY septiembre 12, 2024 - 3:36 pm

Ahora me puedes hacer pasteles de verdad que somos vecinos!!!
can de toi
can de lah

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FRANKY septiembre 12, 2024 - 3:37 pm

jajajaja, pon encima del botón una pegatina de una teta ya verás como lo encuentras a cualquier hora

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Doña Pepinillos septiembre 12, 2024 - 3:38 pm

si está usted enfermo vaya al médico

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Román septiembre 12, 2024 - 7:54 pm

Ya no lo veo como algo de constancia, o por publicar, o por mostrar. Escribir deviene innato e intrínseco, es parte de mí, de tí, del yo literario que nos violenta a cada poco o a cada mucho, que nos usa y fuerza y disfruta y acabamos disfrutando. Lo demás, lo que no es escritura y lectura pura, paja.
Buenas palabras, amigo.

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FRANKY septiembre 12, 2024 - 8:08 pm

Gracias, Román, sé que lo entiendes plenamente. Un abrazo

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Daniel Aragonés septiembre 13, 2024 - 11:19 am

¿Qué decirte? Ahora mismo paso el rato con Hank. Estamos en el baño, tomando unas cervezas que tenemos en la bañera y leyendo tu texto. Quizás seamos enfermos de la propia mala vida, dueños de una lengua de serpiente. Puede, incluso, que nuestro propio veneno, el que no paramos de inyectarnos al morder nuestras almas, nos obliga a esa doble intención, a esa fijación por el abismo. Miramos y nos mira. Le hablamos y nos lanza su cruel silencio.

No te voy a decir lo bueno que eres como escritor, te voy a llamar hijo de perra, que sé que te gusta.

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