Las entrevistas del Centinela: Daniel Aragonés

por C. G. Demian

Introducción

He preguntado a ChatGPT por Daniel Aragonés y me ha respondido lo siguiente: Lo siento, pero no tengo información sobre un escritor de terror llamado Daniel Aragonés. Es evidente que mi amigo Chat no tiene ni idea. Para conocer un poco más a este genio de las letras puedes leer esta entrevista:

Entrevista

Eres una de las barbas más desafiantes del panorama literario; si te ofrecieran un buen adelanto, ¿aceptarías escribir una novela que sesgara tu creatividad?

Depende del adelanto —jajaja—. No tengo miedo a nada, pero ellos sí, jamás me ofrecerían algo que no fuese Daniel Aragonés, no les deja el miedo. No obstante, puedo adaptar mi estilo a una editorial que me abra ciertas puertas, no lo veo como algo negativo. Tengo una anécdota muy buena al respecto. Hace años, una editora me encargó una novela con la etiqueta «neo noir criminal». Tenía que estar escrita en tercera persona, y tener un corte violento llamativo. Y dije, hostias, pues claro. La escribí en tiempo récord, se la mandé y se cagó en las bragas. Era ella la que no estaba preparada. Así es este mundillo. Vamos al cine, vemos Pulp fiction, salimos flipados y luego no somos capaces de leer una novela así, de esa misma pasta. Hablo en plural, pero en realidad me refiero a ellos, los ocupantes de la nave Mundo Moñas. Por cierto, esa novela es Ausencia de conducta.

 

Si tuvieras la oportunidad de reencarnarte en un escritor fallecido, ¿quién te gustaría ser? Es difícil ya de por sí reencarnarse, todavía más si el tipo ya está muerto, pero las cosas son como son.

El primero que me ha venido es Joseph Conrad. Así, de forma natural. Me encantaría escribir El corazón de las tinieblas en tiempo real.

 

 

Te quedan tres balas en el revolver. ¿Contra qué tres escritores vivos las emplearías y por qué los elegirías a ellos?

Vargas Llosa, porque me parece un gilipollas. Fernando Arrabal, por crear el movimiento pánico —lo haría de buen rollo, como si el dios Pan quisiera dale un buen final—. Y Dan Brown, por exprimir el mismo melón como un payaso. Creo que sueña con Tom Hanks. De buena gana usaría las tres con Arturo Pérez-Reverte, pero el cabrón es capaz de quitarme el arma y matarme a mí, así que paso.

 

 

Se rumorea que el mundo editorial está, por expresarlo de algún modo, podrido por dentro. ¿Recomendarías como parte de la formación a los escritores que empiezan en esto que aprendieran bien a comer pollas?

A la mayoría les recomendaría que dejasen de escribir. Hay demasiados escritores mediocres. Lo de comer pollas es opcional —ya no vale ni eso—. En realidad no sé lo que vale. Cada persona tiene una fórmula asignada y una hostia de padre esperando en cada esquina. Tendrían que aprender a encajar bien los golpes.

 

 

Sin embargo, como virus que infecta el sistema, también tienes la faceta de editor. ¿Qué pretendes convirtiéndote en editor, además de ganar ingentes cantidades de dinero?

Como editor solo pretendo ayudar a ciertos escritores. Editarme a mí mismo, por supuesto. Editar a mis buenos amigos. Y no dejar de estar ahí. Hoy en día el autor prolífico es una lacra, un virus, un ser despreciable que solo quiere arruinar a sus fieles lectores. Lo de ganar dinero es inviable si eres un editor de verdad —se abre sección de aludidos—. Seguimos con el tema de llevarte hostias, porque incluso cuando ayudas, la gente se lo toma mal. Venga, a otra cosa, ¡hostias!

 

 

Has tomado el sobrenombre de Irreverente. ¿Te has hartado de chocar contra la burocracia y esa «irreverencia» es la única forma de combatirla que has encontrado?

Nací irreverente. Pero no me di cuenta de que era el Dr. Irreverente hasta que descubrí mis superpoderes —de villano o de pringado, aún no lo sé. Puesto que vivimos en el mundo de Las doce pruebas de Astérix, solo veo una posibilidad: la irreverencia, mi poción mágica. Esto no tiene sentido cuando me conoces y eres mi amigo, pero el resto lo sufre. Como digo siempre, hago pesas para poder matar a alguien de un solo golpe.

 

 

Eres un autor prolífico, ¿has pensado en escribir alguna novela que se salga de tu zona de confort? Una de detectives, por ejemplo.

Llevaría al detective a mi zona de confort. No hay problema. Hace tiempo que adapto todo a mí, y no al revés. Me gusta que la gente se sienta incómoda leyendo mis cosas, o, por el contrario, que sean unos enfermos y lo disfruten como cabrones, o cabronas, o cabrenes, o cobranus. Estoy cansado de tanta tontería. Hago lo que quiero, y punto.

Hace años le preguntaron a Eusebio Poncela que si no tenía miedo de encasillarse en papeles de gay, y él contestó: ¿Acaso son todos los gais iguales? Pues eso, ¿acaso no cabe un detective, o una princesa, o un perro con retraso mental en mi zona de confort?

 

 

Todo el mundo te conoce como escritor de culto, pero has sido otras muchas cosas, como cantante en un grupo metal. ¿Elegiste el papel de cantante porque no sabías tocar ningún instrumento, o de verdad sabías cantar?

No tenía ni idea de nada. Aprendí sobre la marcha. Así es la vida. Te formas cuando algo te gusta, y no lo contrario. La planificación es enfermiza. Ahora tengo un pasado espectacular. Unas vivencias bastante guapas. Solo me arrepiento de las cosas que no hago, nada más.

 

 

Por fin llega la pregunta más esperada. ¿Cuál es tu libro favorito?

El club de la lucha, de Palahniuk.

Después de una sobredosis prolongada de Bukowski, Welsh, Poe y Burroughs, necesitaba leer algo que cambiase la forma, que cortase, que me hiciese sangrar por dentro. Y este fue el libro que cambió mi concepto de la escritura.

 

 

Conocido es que has trabajado en los más grandes teatros de Madrid. ¿Cuál consideras que tiene más encanto? Y con encanto me refiero a fantasmas, seres ectoplasmáticos y cosas así.

Me quedo con el Teatro Español, de Madrid. Un edificio maravilloso, emblemático y cargado de historias. Allí se ahorcó un antiguo conserje, o bedel, y dicen que se pasea por los pasillos, o por el peine del teatro. Tengo mi anécdota al respecto, pero no la voy a contar por aquí, tiene que ser en persona. También se ha quemado varias veces en su historia, la más salvaje en 1802 —quedó destruido por completo—. Estar allí es mágico por infinidad de razones. Volvería a trabajar allí.

 

Como buen hombre renacentista que eres (y si no lo eres puedes tomártelo como un insulto), ¿qué has aprendido del ambiente carcelario?

Es como estar al otro lado del espejo. La parte inconsciente sin filtros. Un lugar cargado de oscuridad y de gente cojonuda, a partes iguales. Conocí a tipos con capacidades especiales. Hombres complejos que no saben hacer otra cosa que tropezar constantemente con la misma piedra. Aprendí a vivir mejor, a encontrar la paz en cualquier rincón. Aprendí que la soledad es en realidad una mierda, aunque me encante y la busque continuamente. Aprendí a no tener miedo, cosa que ya no tenía y que logré mejorar. Y, sobre todo, aprendí a detectar gilipollas que nunca estarán encerrados porque son mediocres para todo —trabajadores externos en su mayoría—. Aprendí a ser mucho más libre, y que no merece la pena el dinero. Sé que suena tópico, pero es así. Trabajar en la cárcel fue una de mis experiencias más nutritivas.

Con respecto a lo de hombre renacentista, tienes toda la razón, lo soy.

 

Como el tema de la leche está ya muy trillado, cambiaremos de tercio. Cuando jugabas a baloncesto, ¿eres de los que bajaban el culo para defender o de esos que se tiraban hasta las zapatillas?

Raza blanca tirador, esa es mi respuesta.

2 comentarios

Vicente enero 19, 2024 - 10:53 am

Disfruten como cabrones, o cabronas, o cabrenes, o cobranus. Geniales.

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Mj_PasosXLetras enero 19, 2024 - 3:46 pm

¡Me encanta!, aunque no he decido qué más, si la originalidad de las preguntas o el giro de tuerca de las respuestas oprimiendo y quitándole aire a la respiración. En cualquier caso se me hizo corta, pero siempre mejor eso que pesada.

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