Manoj Nelliyattu Shyamalan, mejor conocido como M. Night Shyamalan, es un más que famoso guionista, productor y director de cine estadounidense de ascendencia india que ha desarrollado su carrera en Hollywood. Estudió cine en la Escuela Tisch de las Artes de la Universidad de Nueva York y para entonces ya había realizado más de cuarenta películas caseras con su Super-8. Su carrera se ha visto marcada por las altas expectativas del público hacia su cine debido a un más que sobresaliente talento para esta arte. De ahí que el público no siempre se haya visto satisfecho con su trabajo; las críticas se dividen entre los que lo aman y los que lo odian. Pero, que parte del público y la crítica no estén siempre contentos, ¿hace de Shyamalan un mal director?
En los noventa realizó tres películas. Las dos primeras bastante olvidables —tan olvidables que han sido olvidadas del todo— aunque de ellas ya se puede extraer algo de los encuadres y el lenguaje visual que tanto lo caracterizan a día de hoy. En el 92 Praying With Anger, un drama sobre la inmigración, y en el 98 Los primeros amigos, una comedia dramática infantil. Ambas cintas fueron acogidas con frialdad por crítica y espectadores, pero le sirvieron para abrirse camino en Hollywood y realizar su tercera película, la que lo llevó más allá de lo que algún día ese niño que grababa con su Super-8 podría imaginar. El sexto sentido (1999), estrenada en uno de esos años especiales para el cine —cuando confluyen grandísimas películas en 365 días—, fue todo un hit. Su enorme virtuosismo para la puesta en escena y la narración a través de las imágenes, haciendo que la cámara hable por sí misma, además de una historia interesante e impactante, convirtieron a Shyamalan en el nuevo niño prodigio de Hollywood. Crítica y público se volcaron con él.
Es aquí, en este punto, donde hemos de exponer una de las virtudes/maldiciones de este director: los plot twist finales totalmente inesperados. El primero de su carrera y el más grande se da en esta tercera película. Todas y todos sabemos qué ocurre al final del filme —por si acaso no nos detendremos en ello— y en su momento fue algo del todo impresionante. Pero lo bueno de este plot twist es que, aún sabiéndolo, aún teniendo claro cómo se resuelve todo, si vemos de nuevo la película todo tiene sentido. Nada está porque sí, todos los elementos están ordenados y tratados de tal manera que con la sucesión de estos llegamos al mismo final de manera orgánica. No es un giro que se saque del bolsillo solo para sorprender. De hecho, en sucesivos revisionados uno puede ver que Shyamalan va dejando pistas al espectador de ese plot twist final. Pero ¿qué es lo malo de esto, entonces? Que el público y la crítica —en su mayoría— se acostumbraron a ello. Continuamos con su filmografía y retomaremos esto a su debido tiempo, pues lo considero harto importante.
Fotograma de El sexto sentido
Entre el 99 y el 2004 se da lo que para mí es la Etapa Dorada del cine de Shyamalan. Tras el exitazo de El sexto sentido, en el año 2000 —repitiendo Bruce Willis en el papel protagónico— nos entrega El protegido. Sin duda, la mejor película sobre el origen de un superhéroe. Y, por supuesto, un homenaje al inacabable y rico universo del cómic. De nuevo con una puesta en escena muy cuidada y un uso muy expresivo de la luz y los colores. Después, en 2002 estrenó Señales, una cinta de invasión extraterrestre muy intimista. He oído a muchísima gente maltratarla verbalmente, ridiculizarla. Y sí, estoy de acuerdo en que tiene conveniencias dramáticas que pueden chirriar, y el cine de este director se verá marcado por ello de ahora en adelante también, pero está muy lejos —repito, muy lejos— del absurdo y el ridículo. Señales es una masterclass de composición de plano y dirección —técnica y de actores—, y ya solo por eso ha de ser tomada con respeto. Esta Etapa Dorada cierra con El bosque (2004), un más que admirable y sensible drama rural que, como la mayoría de sus cintas, toca géneros como el terror, la ciencia-ficción y el romance. Otro peliculón, con una Bryce Dallas Howard en estado de gracia.
Después llegó la Etapa Bisagra, la cual sirve como transición entre la Etapa Dorada con cuatro peliculones y la Etapa Oscura con dos nada buenos intentos de acercamiento al cine comercial. Esta etapa está compuesta por dos películas que no llegan al nivel de las anteriores, pero que tampoco están mal del todo. De hecho, en mi opinión, son muy defendibles y, al menos una de ellas, bastante buena. En 2006, La joven del agua con Bryce Dallas Howard y Paul Giamatti en una peculiar y extraña historia de fantasía más bonita que buena, pero con un uso del desenfoque y el fuera de campo arriesgado. Un cuento bello y bien ejecutado. Y en 2008, El incidente, la que para mí es la mejor de las dos de esta corta etapa —etapas que, si aún no estaba claro, me las estoy sacando de donde amargan los pepinos—. En El incidente Shyamalan golpea con uno de los mejores y más absorbentes planteamientos de su cine y con una resolución cómoda y simplista, pero que en conjunto conforman un peliculón que es de dolorosa actualidad, con el ser humano como antagonista de la naturaleza. Una cinta, como casi todo su cine, muy heredera de Spielberg y Hitchcock; sobre todo del primero.
Luego se da la etapa más inestable e indefendible del cineasta indio: la Etapa Oscura. En esta nos encontramos con dos cintas que hicieron que la mayoría de defensores que quedaban de su cine desistieran de esta labor. En 2010 estrena The Last Airbender, primera parte de lo que prometía ser la trilogía que adaptara la serie de animación Avatar: La leyenda de Aang (2005-2008) pero que se quedó ahí debido a lo malo que se consideró este comienzo. Y no lo vamos a negar, la película es mala y no parece de Shyamalan. Este primer acercamiento al cine más palomitero no fue certero, aunque si la comparamos con cintas como La brújula dorada (Weitz, 2007), Las crónicas de Narnia: El príncipe Caspian (Adamson, 2008) o Las crónicas de Spiderwick (Waters, 2008), que van en la misma línea, desde luego la de Shyamalan sale ganando. Sobre todo por la excelente banda sonora compuesta por su mano derecha, el hombre que hizo excelentes las mejores escenas del director: James Newton Howard. Esta complicada etapa cierra con After Earth (2013), una soporífera cinta hecha por encargo del actor Will Smith, como regalo para su hijo Jaden. Aburrida, mal actuada y sin una pizca de la maestría que demostraba en sus anteriores trabajos el director. Estas dos cintas, más funcionales que arriesgadas, de las que se puede rescatar lo mínimo, suponen la caída en desgracia de Manoj Nelliyattu Shyamalan, aunque sin dejar de ganar bastante dinero gracias a ellas.
Y, de pronto, con todo el mundo en contra, Shyamalan expresó su deseo de volver a hacer cine más pequeño, más de nicho. Abre así su última etapa hasta la fecha: la Etapa Mixta. Y en 2015, dos años después, pega un volantazo a su carrera y estrena La visita, una cinta found footage de terror y comedia sobre la familia desde el punto de vista de unos niños. Sin dejar de lado los códigos internos que caracterizan este subgénero, logra mezclar con bastante buen resultado lo funcional de su Etapa Oscura y lo arriesgado de sus anteriores etapas. Intrigante, agobiante e inquietantemente ridícula, son las palabras adecuadas para definir esta cinta. Corta, simple y entretenida. En 2016 recupera el universo superheroico que dejó abierto en el año 2000 con El protegido y estrena Múltiple, película independiente que funciona a su vez como secuela de la anterior, que pretende extender ese mundo comiquero que no llegó a terminar años atrás. Una película de absoluto terror y a su vez de thriller psicológico impecablemente dirigida y narrada. Además, con un James McAvoy alucinante en el protagónico, junto a una Anya Taylor-Joy de aplauso. Finalmente, une ambas cintas en una tercera llamada Glass (2019), donde se ve más prisa por cerrar que ganas de contar bien una historia, con un lenguaje excesivamente funcional aunque con momentos grandes y de admirar.
Fotograma de Tiempo (2021)
Antes, desde 2015 ha ido sacando adelante otros proyectos en labor de productor y showrunner como las series Wayward Pines o Servant, además de una cinta de misterio y terror que parece que se llamará The Vanishings at Caddo Lake. Y con esto llegamos a su última película: Old (2021) —en España conocida como Tiempo—. La película que creo que define a la perfección esta etapa en la que se encuentra Shyamalan. En esta, encuentra el punto medio entre lo que funciona de cara al gran público y lo que le da la gana hacer a él como director con marcado carácter fílmico. Increíblemente incómoda de ver y de digerir, esta cinta de terror y ciencia-ficción a plena luz, es una clase de composición y encuadre. Todo suma, todo narra. Cada plano, cada secuencia, cada movimiento, cada objeto —o sonido fuera de campo— que recorta la imagen y a los personajes. Es una jodida maravilla. Y como indico en la siguiente imagen, quiero imaginar que supone, o bien que continuará en esta Etapa Mixta o que con Old da comienzo a una nueva etapa en la que regresa a la Etapa Dorada, pero con su moderna y estilizadísima visión presente.
Por lo tanto —y retomando melones abiertos—, Shyamalan se ha convertido, a veces a pulso, en el director de Hollywood más odiado y a la vez más defendido del cine moderno. Eso es una realidad, los espectadores han ido abandonando su cine según iba estrenando películas, pero al mismo tiempo ha seguido siendo respetado y ha seguido llevando a miles y miles de espectadores a las salas. Y esto tiene una explicación: la gente se acostumbró demasiado rápido a la fórmula utilizada para El sexto sentido. Y aunque haya seguido haciendo peliculones, incluso mejores que ese, al no tener el factor plot twist igual o mayor que el de aquella cinta, la gente se fue bajando del carro. Y si lo pensamos, hiciera algo distinto o algo similar, la crítica y el público se le hubiera echado al cuello igualmente.
¿Es por lo tanto Shyamalan un mal director por perder a veces el favor del público y la crítica? Indudablemente no. Es cierto que se achantó, tuvo miedo e hizo películas menos buenas o directamente malas. Probó las aguas más amargas del océano de la industria cinematográfica. Pero continúa, sigue al pie del cañón, sigue con una actitud y un poderío tras la cámara que lo convierten —aparte de en el director más odiado— en uno de los más inteligentes y que en mejor forma está de Hollywood. ¿Que es quizás más simple en cuanto a tramas? Sí. ¿Que usa conveniencias para resolver planteamientos más complejos? También. Puso el listón muy alto con una de sus primeras películas como hicieron en su momento Orson Welles con Ciudadano Kane (1941) o Quentin Tarantino con Pulp Fiction (1994), y está pagando por ello; lleva pagando por ello 23 años. Pero la complejidad y la belleza a la que puede llegar en términos de puesta en escena y narración a través puramente de las imágenes, está en manos de muy pocos directores actuales. Además, un director que pueda moverse con tanta facilidad mezclando terror, ciencia-ficción, drama, comedia y romance, haciendo cine entretenido que, sin duda, genera siempre discusión, pero que no deja de ser la finalidad original de este arte, vale la pena ser estudiado.
Aarón Wong
Redactor
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Una maravilla de artículo. A este director le tengo amor y odio a partes iguales. Aunque siempre ganan sus buenas cintas, sin duda.