JULIA DUCOURNAU Y LA IDENTIDAD DE LA NUEVA CARNE

por Carlos Ruiz Santiago

Julia Ducournau, heraldo de la nueva carne

Muerte al videodromo, larga vida a la nueva carne. Esa es la críptica moraleja de la biblia cinematográfica de la nueva carne: Videodrome, del profeta Cronenberg. Muerte a lo falso, a lo artificioso, a lo creado, a lo construido, a lo muerto en vida y formulaico, a lo que nos engañará tras la carne y la sangre. Larga vida a lo real, lo táctil, lo palpable y sensitivo, del alma al corazón, de la sangre caliente y la carne palpitante. 

Ha habido multitud de profanos apóstoles de este arte glorioso, mas es la señorita Julia Ducournau la discípula aventajada de esta doctrina sagrada.

Abrió su, por el momento, breve pero gloriosa cinematografía con la cinta Crudo, que ya demostraba un saber hacer exquisito. A través de un cuento de canibalismo frenético, Ducournau nos habla de lo conflictivo y confuso de ese puente trémulo y cochambroso entre la infancia y la adultez que se llama adolescencia. Con una estética y ejecución sencilla e intimista, mas no por ello carente de imágenes de potencia sobrecogedora y sanguinolenta, Ducournau demuestra cómo hacer una opera prima que aúlla personalidad y versos contrahechos de la nueva carne tras una superficie contenida. Aquí ya empieza a verse esa escisión, o más bien evolución, de la rama original de la fe cárnica. No obstante, antes de ahondar un poco más en eso, habría que mirar su otra película.

Crudo y su relación filial

Titane es un mar picado en una pesadilla multicolor. Es el miedo de la mente convertido en un monstruo antropófago que solo busca una caricia dulce. Es Tetsuo, el hombre de hierro. Es metal y carne, es amor y sexo, muerte y vida, todo entremezclado e indiferenciable. Titane, definitivamente, no es contenida como su predecesora. Es excesiva, poderosa e imparable, una ignota bebida solo apta para los doctos en el clero de lo crudo y fibroso. Una historia sobre la aceptación del cuerpo como algo fluido y no normativo, pero también sobre pérdida y amor, sobre sexo salvaje, monstruos humanos y ángeles de acero. Es una película que transmite en lo físico los conflictos mentales y existenciales más complejos. 

Ducournau redefine la nueva carne porque deja de hablar del cuerpo sobre la mente y profundiza aún más, hablando de la identidad. Esta directora no deja de ser hija de los conflictos de su tiempo y es en el auge de la representación LGTBIQ+ y el reconocimiento de la mujer como ser ya no capaz, sino imperfecto y real y aún así válido (como el resto de tristes mortales), donde Ducournau encuentra su propia voz. Hay muchas maneras de hablar de los mismos temas, pero ella elucubra sobre eso de un modo vibrante. Al fin y al cabo no es más que la heraldo de un devenir lógico: no sentirse a gusto en el cuerpo en el que has nacido y modificarlo para que se ajuste a tu identidad es el paraíso para un fan del body horror

Titane, el nuevo Tetsuo

En la obra de Ducournau hay horror, es perenne y asfixiante, como gusanos que se te meten bajo la piel. Sin embargo, nunca deja el placer de lado. Sus personajes son conflictivos con esa identidad en transición que siempre llevan en lo alto. 

¿Os dais cuenta? No se está limitando a las tesis más clásicas de la carne como la verdad ni a la vertiente barkeriana del placer y dolor como una sola cosa. No, para ella es algo convulso, es bueno y malo, es una etapa transicional del punto A al B y el retorcido horror de la nueva carne no es más que el camino por el cual transicionar estas aguas turbulentas. Porque todos sabemos que esos cambios en la vida, esas etapas que pasan y redefinen tu personalidad, tienen placer y dolor. No como la misma cosa, sino como una vorágine demasiado rápida, que te marea y te da náuseas. Ducournau no habla de la mente y el cuerpo, sino de la transición (una de las piedras angulares del body horror) desde una perspectiva moderna y sin tapujos.

No sé si será la nueva voz de lo extraño y hemoglobínico, pero sí que sé que ha logrado hablar de unos tropos ya usados por gigantes de un modo refrescante y, sobre todo, sin miedo. Porque Crudo podía pasar por el filtro unificador de la sociedad, pero Titane es otra historia. El hecho de que, en pleno 2023, una película como esta esquive el rayo unificador de las putas macrocompañías y los productores cagados, que se atreva a ser abiertamente extraña y de género, que abrace el weird horror y el fantástico sin por ello olvidarse de los preceptos básicos de la simple diversión y tensión presentes en toda historia, demuestra cosas buenas, demuestra valor y principios y una voz que no se desgarra.

Y nada más que por esa mala baba, ya tiene mi respeto.

2 comentarios

Daniel Aragonés octubre 2, 2023 - 5:58 pm

No podría estar más de acuerdo. Añadiría que los autores y autoras de culto, hoy por hoy, aparecen y se crean en mucho menos tiempo que antes, que lo buscan, lo necesitan. Sin embargo ella también redefine esto, porque el público no está preparado para estos cócteles subversivos. Su obra es sicodelia pura, así la etiqueto yo. Algo terrorífico y bello. Extraño y real a partes iguales. Una voz del inconsciente que intenta penetrar esa capa de intransigencia enfermiza sobre la que se construye nuestra sociedad. Es una especie de underground que reflota en la mierda que suelta el mundo del arte.

Una maravilla de artículo.

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José Luis Pascual octubre 4, 2023 - 8:41 am

Coincido también. Es esperanzador ver que todavía queda gente que utiliza lo underground o lo surrealista para definir las cosas.

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