El Centinela: Asuntos del corazón

por C. G. Demian

Existen historias que se entrelazan con hilos invisibles. Esta puede que sea una de esas historias, aunque también es posible que estos nexos tan solo sean fruto de mi imaginación. Sin embargo, fuere como fuere, me parece digna de ser contada.

Lord Byron es uno de los escritores ingleses más reconocidos del siglo XIX a pesar de que su vida fue muy breve; falleció a los treinta y seis años de edad. Murió en 1824, cuando combatía en el ejército para luchar a favor de la independencia de Grecia, que en aquel momento formaba parte del Imperio Otomano. Sin embargo, antes de encontrar la muerte en tierras helenas, Byron expresó el deseo de que, si fallecía, su corazón permaneciera para siempre en esa tierra a la que tanto amaba.

Lord Byron en su lecho de muerte (Joseph-Denis Odevaere)

Es bien conocida la amistad que mantenía Lord Byron con el matrimonio Shelley. Una amistad que en 1816 regalaría a la literatura una de sus obras magnas: Frankestein, escrita por Mary Shelley durante unas tormentosas vacaciones que compartieron en Suiza.

Años después de que Frankenstein viera la luz, concretamente el uno de julio de 1822, Percy Shelley, Edward Williams y el capitán Daniel Roberts partieron con rumbo sur desde la costa de Livorno ─en aquella época se habían trasladado a vivir a Italia─. Durante los días precedentes, Percy Shelley había debatido con Byron y Leigh Hunt el lanzamiento de una revista radical que pensaban titular The Liberal. El ocho de julio, Percy y Edward comenzaron el viaje de regreso en Lerici. Jamás arribaron a puerto. No tardó en llegar una carta a Villa Magni, lugar de residencia de la familia Shelley. El remitente era Hunt. En ella expresaba su preocupación acerca del resultado del viaje a través de las siguientes palabras: «rogamos que nos escribas para decirnos cómo regresaste a tu hogar, ya que se dice que sufriste un tiempo adverso cuando partiste el lunes y estamos ansiosos». Mary le confesaría más adelante a una amiga: «El papel se me cayó de las manos. Me tembló todo el cuerpo». Ella y Jane Williams emprendieron viaje a Livorno y, a continuación, a Pisa, con la esperanza de que sus esposos hubieran sobrevivido a la travesía. Apenas diez días después de la tormenta, aparecieron tres cuerpos en las costas de Viareggio, a mitad de camino entre Livorno y Lerici.

El cuerpo fue incinerado en la playa de Viareggio. Sin embargo, se dice que Mary decidió no separarse del todo de su marido y que conservó su corazón y lo guardó consigo durante el resto de sus días. Quizá sea solo una leyenda, pero me gusta creer que es cierta.

Quizá fuera el acto de Mary Shelley el que incitara a Lord Byron a dejar su corazón en Grecia, nunca lo sabremos, aunque me gusta pensar que así fue. El escritor británico, a diferencia de Mary, cuya prole fue numerosa, tuvo tan solo una hija de su matrimonio, Augusta Ada King, condesa de Lovelace, quien, a la postre, pasó a la historia como Ada Lovelace.

Ada destacó por su inteligencia y mostró un vivo interés por los autómatas. Alcanzó la celebridad sobre todo por su trabajo acerca de la computadora mecánica de uso general de Charles Babbage, la denominada máquina analítica. Fue la primera en reconocer que la máquina tenía aplicaciones más allá del cálculo puro. Lovelace tradujo un artículo escrito por el ingeniero militar Luigi Menabrea sobre el motor analítico de Babbage y agregó sus propias notas sobre cómo la máquina podría calcular los números de Bernoulli. Ese es considerado como el primer algoritmo llevado a cabo en una máquina y, por lo tanto, el primer programa de informático. También sugirió el uso de tarjetas perforadas como método de entrada de información e instrucciones a la máquina.

Y lo que resulta todavía más llamativo, la posibilidad de que la máquina analítica no fuera solo capaz de realizar cálculos matemáticos, sino también, entre muchas otras cosas, «producir arte» y componer música, literatura… Con el nuevo auge de la inteligencia artificial, se hace evidente lo acertado de las previsiones de Ada.

Su posición social y su educación la llevaron a conocer a científicos importantes como Andrew Crosse, sir David Brewster, Charles Wheatstone, Michael Faraday y el novelista Charles Dickens. La relación entre Charles Dickens y Ada Lovelace probablemente fue propiciada a través de su mentor común, Charles Babbage, en la década de 1830. Lovelace, quien, además de matemática fue escritora, asistió a cenas en la casa de Dickens en Londres.

Ada Lovelace

A finales de la década de 1840, Ada se volvió adicta a las carreras de caballos y junto con algunos de sus amigos intentó crear un modelo matemático que ayudara a ganar grandes apuestas. El intento fue un absoluto fracaso, generándole a Ada miles de libras de deuda y provocando que uno de los miembros del grupo la chantajeara con informar a su marido, cosa que finalmente se vio forzada a confesarle. En la última época de su vida, pasó continuos apuros económicos.

Aunque Lord Byron y Pierce Shelley no fueron los únicos que se desprendieron de una parte de su cuerpo al morir. Charles Dickens, amigo de la hija de Byron como hemos visto, tuvo por mascota un cuervo al que llamó Grip. Cuando el animal falleció en 1841 lo llevó a un taxidermista para que lo disecara. No obstante, sus excentricidades no terminaron ahí. También fue dueño de un gato llamado Bob, con el cual fabricó un abrecartas sirviéndose de una de sus garras.

A su vez, Charles Dickens también tuvo relación con Edgar Allan Poe, a la que ya le dediqué un artículo anteriormente. A comienzos de la década de los cuarenta del siglo XIX, el escritor norteamericano creó uno de sus relatos más célebres: «El corazón delator», que fue publicado por primera vez en el periódico literario The Pioneer, que pertenecía a un amigo de Poe, James Russell Lowell, en enero de1843. En este cuento se relata cómo el corazón de un hombre al que han asesinado hace enloquecer a su asesino hasta el punto de confesar su crimen a la policía.

2 comentarios

Vicente abril 26, 2024 - 10:54 am

Me dicen por el pinganillo que este artículo es extrañable.

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C.G. Demian abril 26, 2024 - 8:36 pm

No me extraña 🤣

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