Bajo el Dolmen 31: Garduño, el hijo del Misisipi

por Francisco Santos Muñoz Rico

Hace unos años descubrí la editorial Dolmen, un sello que, a lo que parecía, estaba sacando libros de zombis. Esto me entusiasmó. Yo había visto cientos de películas de zombis, pero había leído bien pocos libros sobre el tema (quitando lo que yo mismo había escrito, jeje): así que me compré unos cuantos. Naturalmente, encontré cosas con apenas interés, ni literario ni de ningún tipo, pero también descubrí a un puñado de escritores españoles, entre ellos dos sobresalían (mucho) de entre todos los demás: Emilio Bueso y Juan de Dios Garduño.

De Bueso ya hemos hablado aquí, aunque volveremos a él; hoy quiero traer bajo mi Dolmen a Garduño. Pónganse cómodos, como dijeron Eskorbuto: si quieres sentarte, ahí tienes el suelo.

Es de destacar que Garduño, como Bueso, me llamó poderosamente la atención con un solo relato: Todo lo que muere se levanta, que podéis encontrar en el segundo volumen de Antología Z (precisamente Garduño fue coordinador de esta antología, junto a Álvaro Fuentes). Se trata de una humorada que allí, en medio de otros relatos “serios” destacaba, ya lo he dicho, poderosamente. Escrito a la manera absurda de las historias del detective innominado de Eduardo Mendoza o, por qué no decirlo, mi propio El Zombi, una historia verídica.

En fin, este cuentito me llevó a buscar más escrito por él. De hecho hice una modesta lista de nombres para buscar más literatura, que es una de las funciones de las antologías, claro: descubrir nuevos escritores; aunque ninguno de los otros me ha seguido interesando con el correr de los años.

Me encontré en la misma Dolmen con Y pese a todo. Y entonces sí: me dije: todo lo que escriba este tipo hay que leerlo. En esta novela “de zombis” nos encontramos con una historia muy semejante a algunas del maestro King, sobre todo en el tratamiento de personajes, a los que se les coje el mismo cariño o tirria que a los de King. Es ligera, por una parte, de esas historias que enganchan y te lees en un día; y por otra parte, por supuesto: deja un poso. Pero lo sustantivo cuando la leí fue ver que Juan de Dios Garduño era un contador de historias; y esto no es perogrullada. Stephen King, ya lo hemos dicho, es eminentemente un cuentacuentos; toda la demás significación que le quieras buscar queda en segundo plano, la historia es siempre lo primero, y pasa esto exactamente en Y pese a todo, y casi en todo lo que he leído después de Juan de Dios Garduño.

Aún en Dolmen, encontré otra novela suya: El arte sombrío. Una historia en la que acaso lo vemos más suelto, más en su salsa, por usar una expresión popular. Una novela negra, al cabo, con asesinos y cazadores de asesinos. Otra buena historia con personajes tan bien construidos que casi los puedes oler. Y aunque se la puede encasillar ahí, en “novela negra”, creo que es fundamentalmente una historia de Terror. Aunque el género poco nos va a importar al acercarnos a cualquier libro bien escrito, como sucede aquí. En El arte sombrío se ve aún más claramente el amor que siente Garduño hacia King, recordándonos específicamente algunas de las novelas corales (como las suelen llamar); además del siempre presente fantasma de Twin Peaks, con sus Laura Palmers, Cooper, etcétera.

Y pasamos, como decían Monthy Phyton, a algo completamente diferente (¿o no?): El camino de baldosas amarillas. Lo tenéis en una editorial llamada Tyrannosaurus books. Este, cuando lo leí, se convirtió de inmediato en mi favorito de Garduño. No solo se les coge cariño a los personajes: se les ama. Además de las reminiscencias de ese triunvirato literario que tanto me gusta: Los renglones torcidos de Dios (de reciente pérfida fama por culpa de una película que no pienso ver), Concierto para instrumentos desafinados y Alguien voló sobre el nido del cuco (esta peli sí que era buena, eh). El triunvirato de los manicomios. Pues fácilmente podemos formar una tetrarquía con El camino de baldosas amarillas. Además de los evidentes ecos de L. Frank Baum, esta historia se queda, simplemente, en el corazón; ya fuera de géneros, podemos saltarnos la clasificación para adscribirla sencillamente a la literatura. Si se conocen las tres obras antementadas, y se aman, como es mi caso: se debe leer este libro, por lo menos, de Garduño. Hay en esta historia, además, una de esas cosas de las que no se puede hablar para no joder un libro, y yo, por supuesto, no voy a mentarla, solo decir que me flipó, así en lenguaje llano. Mi admiración por Juan parecía que no podía llegar más lejos.

Recuérdese que no soy más que un diletante, y que no sigo más cronología que la mía propia. Después leí Cenizas, de editorial Palabras de agua. Se lee mucho por aquí y por allí que una obra es “trepidante desde la primera página”; pues es el caso de esta. Es un divertimento, y tal vez la más cinematográfica de las obras del autor. Se circunscribe en el mismo universo que anteriores novelas, un juego que a todos nos gusta, ¿verdad? Otra excelente historia para el cómputo garduñano.

Y llegamos ahora a lo que me movió a escribir sobre esto: El hijo del Misisipi, de editorial Stella maris (la edición deja mucho que desear, es una pena que no lo pillara otra editorial).

Este es, también, mi libro favorito de Garduño. ¿Qué pasa? Puedo tener tantos favoritos como quiera, recordad, ya lo he dicho: no soy solo un diletante, soy El Diletante Universal.

Es menester que haga una comparacción con Jules Verne. Si se conoce su obra, el efecto que hace La isla misteriosa con respecto a los anteriores libros, lo hace El hijo del Misisipi con los demás. Es una Obra Magna. A todos los amantes de la literatura de aventuras en general, del propio Verne, de Twain, de Stevenson, de esa legión, incluyendo a Poe (del que nos trae aquí reminiscencias de Gordon Pym), a todos, decía, les gustará este libro: es pura aventura, y además tiene de todo. Hace poco he visto una fantástica película de Netflix, Carter se intitulaba, en la que también hay de todo, una especie de nueva Crank, multiplicada y mejorada: pues eso hace Garduño en esta novela: coger todos los temas y clichés del terreno y meterlos en su demencial coctelera. El resultado es fantástico; además de los mil guiños que encierra el libro, por no hablar de los cameos de gente de nuestra realidad (como el propio Mark Twain, que tiene un papel muy importante). Me ha parecido una absoluta delicia.

No voy a hablar más de ello: me ha fascinado, me ha tocado el corazón, me ha hecho reír, me ha mantenido en vilo: repetimos: Garduño es un excelente cuentacuentos. Y eso, contar cuentos, es sobre lo que hablamos aquí bajo mi ajado Dolmen. En fin, debe quedarme algún libro que leer del autor, esperemos que los dioses sean munificentes y me lo pongan en el camino.

6 comentarios

Mj_PasosXLetras febrero 13, 2023 - 12:59 pm

Todavía me estoy preguntando por qué me convencería para ir a ver la película _Los renglones torcidos de Dios_ Gracias por la recomendación, me ha gustado el artículo.

Responder
FRANKY febrero 13, 2023 - 1:21 pm

jajaja, cuando hacen una peli de un libro que me gusta lo primero que hago es desconfiar y mantenerme alejado, y suele ser lo más acertado

Responder
José Luis Pascual febrero 13, 2023 - 2:31 pm

Me gustó esa peli, yo la recomiendo, jajaja.

Responder
FRANKY febrero 13, 2023 - 3:41 pm

entonces no habrás leído el libro, jajaja

Responder
vicente febrero 13, 2023 - 7:30 pm

Yo ni peli ni libro, aunque sí me suena el título. Bueno, también me suena Avatar o Titanic y no las he visto 🙂

vicente febrero 13, 2023 - 7:31 pm

Dan ganas de indagar en este autor.

Responder

Deja un Comentario

También te puede gustar

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia del usuario a través de su navegación. Si continúas navegando aceptas su uso. Aceptar Leer más