Las muchas muertes de Raúl Sánchez (Capítulo 1)
Es curioso volverse loco. Lesiones cerebrales irreversibles, me dijo una terapeuta no hace mucho. Ahora llevo una semana pensando en trepanarme el cráneo para liberar la presión; después me miro en el espejo y descubro que tengo una ya. ¿Cuándo me la hice? ¿Cuándo me perforé el cráneo? No lo sé, pero sí que recuerdo que mi hermana se clavó en la frente (en ese mismo sitio) una esquina de la ventana de aluminio. Esa no era mi trepanación: es su herida. Clic-clac y ya sé que mi hermana y yo estamos peleando en la matriz de madre, que somos fetos caníbales que intentan aprovechar las proteínas de hermano a dentelladas, las proteínas de hermana a arañazos. Siempre me dan una habitación doble. Siempre la habitación del juicio tiene dos camas. Todo el mundo sabe que soy un bicéfalo, que somos mi hermana y yo peleando a muerte por: ¿Quién lo comenzó todo? ¿Fui yo? ¿Fue ella? ¿He sido secuestrado por El Yunque y estoy siendo castrado y hormonado y obligado a ser una mujer sumisa para esas hijas de puta católico-fascistas? Imagino que mi cerebro ahora se debe parecer más a una estrella de mar que a una nuez; una estrella de mar roja y gris que repta muy adentro por dentro de mi cráneo. Imagino que las neuronas andan estableciendo puentes nuevos como pueden, aquello debe parecer una rave. El disparo del TODO O NADA: magnesio verde, electrones y algo de dolor desubicado: así aprendo, así lo lleno todo de significantes. Te desafío a mantener vivos a los nueve zombies en el valle. ¡TE DESAFIO! Es curioso volverse loco.
No paro de viajar, no sé qué busco.
Compro un billete no sé a dónde y me bajo en Sevilla y conecto con una camarera, después fue que no. Le pido tilas dobles y le hago un retrato psicológico y ella comienza a ruborizarse. Compro un libro de segunda mano sobre síndrome de Down y obstetricia de los setenta, el kiosko de la plaza donde está el bar tiene libros de segunda mano. Lo abro al azar y no me gusta lo que leo. De pequeño siempre me decían que el médico dijo que o bien nacía muerto o subnormal: fue, en parte, lo que ocurrió. Nací subnormal y me mataron, llevo enterrado en el fondo del pozo sellado desde entonces. De ahí las depresiones severas y las visiones. Nací ¿o nació mi hermano? Soy yo o es mi hermano dos años ¿menor/mayor? Espero no estar diciendo todo esto en voz alta delante de la camarera. Es rubia, mirada furibunda, algo regordeta y guapa y simpática mientras su jefa no la ve, mientras no la ve lo es. Otra tila, doble, ¿quedamos otro día? Le parece, pero al final fue que no.
La veo en un bar, su hermana dice que estoy hablando solo, que no paro, que lo hago mientras hago tiradas de Tarot. No sé a qué se refiere, me crucé con su hermana hace trece años. Es ella, se ha materializado en ese cuerpo, es ELLA.
Siempre que llego a un hostal, la cama es doble. No sé cómo lo saben. Quién soy. Cómo lo saben. Es todo muy raro, dos camas. Antes de llegar a ese bar de Sevilla paro en otro y hago un listado de todas las veces que he muerto. Me salen como quince muertes, me estoy pasando siete pueblos gastando buena suerte.
Ya os mencioné la primera. Feto de subnormal. Nonato. Enterrado en un pozo sellado. Muy Poe. Muy desde la posguerra hasta el tardofranquismo. ¿Secuestros y mentiras que mis muelas pueden rebatir? ¿Quién soy? ¿Qué soy? Al parecer un bicéfalo, todas las recepcionistas de hostales lo saben. Siempre pido una habitación y da igual lo que diga, es mi juicio y la habitación es doble. Sevilla me gusta. Llueve porque lloro enumerando mis muchas muertes o lloro porque amenaza lluvia y eso me pone melancólico con mis muchas muertes y las enumero y llueve y son quince y son demasiadas.
Me llamo Raúl Sánchez y apenas lo estoy viendo claro, llevo así unos veinte años. Me llamo Raúl Sánchez y pagué un billete de tren a no sé dónde y me bajé en Sevilla. Me llamo Raúl Sánchez y podría ser, a fin de cuentas, cualquiera de vosotros.
Camino furioso, me acabo de hackear el móvil otra vez, ¿sabéis para qué sirve el modo vuelo? Yo no, pero recuerdo cosas. Pongo el modo de controles a través de gestos y no de pulsaciones. Mato y cambio el número de la tarjeta SIM llenándolo de claves que solo pueden entender tres millones de personas. Somos cada vez más y ya no nos queda tiempo. Medias sonrisas de complicidad y reverencias. Me llamo Raúl Sánchez y cuando me cruzo con viajeros del tiempo (literalmente hablando), estos suelen hacerme una reverencia, está claro que es a mí porque allí no hay nadie más. Una reverencia, es su forma de decirme que soy un humano y que ellos también se postran frente a mi humanidad. Es el mensaje último que he aprendido del abismo. Es lo que más puede doler; eres un humano cualquiera. Uno más. Y los viajeros del tiempo presentan así sus respetos a aquel viejo poema que escribí sobre mí postrándome frente a lo humano. En aquellos días admiraba mucho la normalidad con la que viven sus vidas los seres llamados humanos, me excluía y hay días que aún lo hago porque soy un insectoide: una reina mantis que no reza, afila sus cuchillas. A veces lo soy. Un insecto en quietud porque su única forma de moverse es matar todo lo que pasa a su lado. Quietud. La mantis y la guardia perfecta de samurái. Cuidado que vamos con todo y parece otra cosa. Siempre parece otra cosa. Me llamo Raúl Sánchez y me acabo de hackear a mí mismo otra vez. Compré un billete de tren a no sé dónde y me bajé en Sevilla. Ahora voy camino de Pino Montano porque Zatu de SFDK se crió allí y me apetece un sitio algo chungo en el que estar tranquilo. En realidad no. Solo son claves para que encuentre a una mujer fuerte con serpientes enroscadas en los dedos. Hablaremos de filosofía y percepción del tiempo: yo en pleno brote de pensamiento circular intento explicarme y acabamos hablando de teoría de cuerdas y catolicismo entrelazados en una extraña cadena helicoidal que se rompe y nos salpica, a ella, a mí, a su amiga y a su amigo.
Me acaban de asesinar, uno que me DISPARÓ afuera, un puto calibre .38 en la cabeza. Por bailar funk y asustar a un tipo que me amenazaba con un destornillador; pero esa no es la historia. Aunque también os digo que, por mis pasos de funk, parece que voy a empezar a das patadas de un arte marcial balinés o algo por el estilo. La bala entra por encima de la oreja derecha. Aún estoy sangrando y el camarero ya me está diciendo que mejor vaya dentro, y voy hasta la mesa de la terraza y cojo mis tapas a medio terminar, el camarero me ayuda; su calva brilla y sube y baja mientras recoge; y entro en el bar mientras me desangro en la acera. Asustar a alguien que te quiere apuñalar puede hacer que otro suba la apuesta y te lleves un tiro a quemarropa. Cuidado con los brotes de pensamiento circular en los barrios, cuidado. Allí nadie baja la cabeza; los viajeros del tiempo no los pisan porque saben cosas. Si no, los pisarían. Materiales de construcción que provocan cáncer es lo de menos, agua de pésima calidad, servicios mínimos «optimizados» y represión policial. Veneno en forma de filosofía derrotista y ganas de huir. Un barrio ¿o era mi barrio? Dicen que los barrios son como los desiertos o los bosques: un único ente que se expande y se abraza con el mundo; un barrio siempre es un barrio, un único bosque en el mundo y un único desierto ¿Me he vuelto un jipi? A ver, me acaban de pegar un tiro en la cabeza por bailar ridículamente, así que puede.
Raúl Sánchez
Raúl Sánchez no se llama Raúl Sánchez. Raúl Sánchez nace en 1978, pero no nació en ese año. Escribe aunque no es escritor. Raúl Sánchez es el nombre de un colectivo que sólo existe en la cabeza de Raúl Sánchez. Su bagaje como novelista es breve: publica su primer manuscrito Nosebundo inducido por substancias en el año 2014 con Ediciones Paralelo, un libelo de autoficción, después gravita hacia el ciberpunk testimonial con su segunda novela Sh00ter: un proyecto documental sobre el Evento que se publica en 2019 bajo el sello de DEFAUSTA.