Libros en llamas: El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde

por José Luis Pascual

Los libros de que vamos a hablar en esta nueva y simpar sección de Dentro Del Monolito, gracias siempre a nuestro gentil patrocinador japonés, Kagada Corp., van a estar tan, tan, pero que tan recién salidos del horno, que algunos vendrán directamente en llamas; y si aquellos que así vinieren, por una cosa o por otra, nos disgustaren, los dejaríamos que se terminaran de quemar. De hecho, vamos a hacer una hoguera con los libros que no nos gusten: a la mierda. Somos el Santos Oficio, somos la Mano Ejecutora de los dioses.

El primer trabajo que recibimos en nuestra ajetreada redacción viene de la mano de un escritor como poco polifacético, aunque suele mostrar, físicamente, siempre la misma faz bigotuda. Ya nos ha deleitado en otras ocasiones con cuentos de aventuras, con humoradas, con ficciones varias, novelas históricas, ensayos (algunos sobre el propio arte de escribir), poesía… Se trata, ni más ni menos, del escocés Roberto Louis Balfour Stevenson, y de la novela El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde. Flipa.

En primer lugar debemos dejar claro que nos encontramos ante una novela de Terror  —principalmente—, olviden las bufonadas sicológicas que en otras revistas han querido colar como “contenido” de la historia, o “intención del autor”. La intención del autor (ponga esto el editor en negrita) es no solo poco importante para el lector, sino casi deleznable en gran número de obras. Otra cosa es que el autor se prodigue en batallitas y nos suelte esta o aquella intención suya primigenia… y aún aquí habremos como poco de desconfiar. No en vano es lugar común el afirmar que una vez concluida, la obra pasa a ser del lector. En fin.

Es una novela cortita, de esas que gusta leer de una sentada. Pero antes de nada: chismes. Dicen los chismosos que esta que se nos ofrece no fue la primera versión de la historia, que R. L. escribió una primera versión que, al parecer, escandalizó y horrorizó a su esposa a partes iguales. También se dice que más que llenarse de horror o escándalo, la señora se limitó a decirle que le había dado un sentido erróneo a la obra, que ella calificó de alegoría. (Stevenson gusta de pasar sus manuscritos a su mujer una vez terminados, y el veredicto de ella, en esta ocasión, fue conciso, parco: “quémalo”, le dijo; o según otros chismosos: fue él mismo quien decidiera quemar el primer borrador, aunque siempre a instancias de la señora. Si seguimos haciendo caso a los chismes, el bigotudo escocés se dejó guiar por su señora (o por su propio arrebato fogoso)). Pero la Mente es puta, y, cual conde de Montecristo, va socavando hasta que los cimientos del edificio intelectual y anímico se hunden, solo para mostrarnos las catacumbas del alma, del pensamiento, y declamar señalándonos con un dedo admonitorio, frío y apergaminado (la Mente es una momia, sí): “contempla lo que eres, tat twan asin”. Es decir: lo reescribió, y de manera magistral.

Ojo, no usamos esta palabra, magistral, con sentido ligero: se trata de una obra que abre un camino hasta ahora poco hollado. Hace unos años, otro joven y barbudo escritor, Fiodor Dostoyevski, ya trató el asunto del doble, pero desde una perspectiva totalmente distinta (de hecho, podemos afirmar que esta obra, a pesar de su ingrata acogida por parte del público, ese ente abstruso, cruel y demoledor, también abre camino a su manera). Nos preguntamos si Stevenson llegó a leer este cuento que prefigura en cierto sentido, según nuestra poco humilde opinión, a Kafka. De cualquier manera el doble, o el lado oculto que también somos nosotros, el otro yo, el doppelganger, etcétera no es tema nuevo. Pero sí lo es la manera de enfocarlo de Stevenson.

Para empezar es otra persona, no del todo ajena a la historia, pero que, digamos, se coloca a cierta distancia tranquilizadora (o eso intenta y pretende), quien nos empieza a contar la historia: el señor Utterson, abogado, acompañado de un amigo: Enfield. El narrador cada vez va imaginando más, y cada vez, al mismo tiempo, va negándose a sí mismo: “no pueden suceder tales cosas” (parafraseando a Bierce). En realidad la novela es un puzle, como lo es Drácula, del señor Stoker, o Carrie, del señor King; un puzle. Este toque nos coloca, igual que cuando seguimos una noticia en los periódicos, en un papel casi activo; o mejor: como cuando asistimos a una discusión (una partida de ajedrez, por ejemplo) y tenemos todo el rato el prurito ese de meter baza. Supongo que podemos decir que la narración tiene cualidades inmersivas… que Stevenson ha aprendido a desarrollar excelentemente en sus historias de piratas y bucaneros.

Después de leer la novela (esta misma mañana, recién recibida de la editorial), uno se acuerda de aquello de “que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha”; además hay ahí un tira y afloja: lo que sabe efectivamente el uno del otro (Jekyll de Hyde y Hyde de Jekyll), o lo que pretenden y creen saber. Son, efectivamente, entes separados hasta cierto punto; y sin embargo no lo son: son uno. La idea del pecado, según se ve, está aquí plantada como una losa encima de una tumba, inamovible y molesta. Y la idea de apartar, de poder o no poder apartar, el pecado del pecador: esto antaño fue fácil (reza dos padres nuestros, dame un poco de dinero y listo), pero hoy, en un mundo sin Dios pero con el gigantesco fantasma de la moral impregnando cada una de nuestras horas… se hace mucho, muchísimo más difícil apartar el pecado del pecador.

En la novela, como se desprende de estos apuntes, el lector encontrará motivos inacabables de reflexión y gozo literario: cómprenla si no, y lean, les aseguro que la volverán a leer, ¡tan inacabable resulta!

Mike R. F. Singlestone

Aunque nacido en Milwaukee y criado en Estados Unidos hasta los siete años, Singlestone pasa casi toda su infancia en Ciudad Real, a cargo de una de sus tías: Theodora Peebles, amiga personal de, entre otros, Ian Gibson, con el que mantuvo charlas en su niñez de las que él mismo cuenta: "para él debieron de ser conversaciones intrascendentes con un mocoso, pero a mí me marcaron para el resto de mi vida como escritor".
Actualmente vive a caballo entre Piamonte, Nueva York y Madrid, trabajando como corrector y traductor para distintos grupos editoriales.

3 comentarios

Vicente octubre 3, 2022 - 1:16 pm

Que me llamen antiguo pero hecho de menos más artículos y referencias a obras clásicas. Stevenson fue un crack que hizo de todo. Tengo cierto “fetiche” con Olalla, un texto del que poco se ha hablado y me encanta.

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Vicente octubre 4, 2022 - 5:28 pm

Sí, ese echo es sin h. Cosas del directo.

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obsidiana negra libro noviembre 17, 2022 - 9:05 pm

Hola!!, me encanta tu forma de realizar el contenido, el mundo necesita mas gente como tu

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