Teseo en llamas (Beatriz Alcaná)

por Lorena Escobar de la Cruz

Título: Teseo en llamas

Autora: Beatriz Alcaná

Editorial: Ediciones del Viento

Nº de páginas: 268

Género: Terror costumbrista

Precio: 20,oo €

SINOPSIS

En el otoño de un 1950 lluvioso y sombrío, Berta, una muchacha de diecinueve años, llega a Madrid para trabajar como manceba en la farmacia de un tío suyo al que no ve desde hace años. Lo hace tratando de escapar de un ambiente opresivo, pero lo que encontrará con esa nueva familia, de la que en realidad sabe muy poco, será aún más atroz. 

Libros prohibidos, amores no correspondidos, secretos crueles, un crimen brutal, un primo díscolo del que nadie quiere hablar y una mujer atormentada que purga noche tras noche sus pecados más inconfesables aguardan a Berta en el desván de una casa en la que nunca debió entrar. 

RESEÑA

Todos tenemos una parte oscura.

Esa parte oscura.

Da igual la luz que mostremos por fuera: nuestro interior está formado por los mismos agujeros que profanan la capa del queso.

Algunos más pequeños, otros abiertos cual fauces de osos, otros pequeños atisbos, algunos tan profundos e insondables que no existe intuición humana capaz de asimilar su pérfida naturaleza.

Las escritoras y escritores nos pasamos media vida preguntándonos qué es el terror, cómo plasmarlo con eficacia sobre la hoja en blanco, cuál es el camino correcto para emponzoñar el alma humana y preñarla de raíces en forma de pesadillas.

Y resulta que Beatriz Alcaná tenía la respuesta.

Resulta que es tan sencillo, y a la vez tan complicado, como convertir el terror en costumbre.

El hambre en costumbre.

El miedo en costumbre.

Y el amor, ah, amigo mío. El amor en esa vieja costumbre que sumerge la piel en llagas y el corazón en estertores de grito ajeno y vergüenza propia.

Teseo en llamas bien podría comenzar como una fábula unamuniana. Recuerda y evoca a la novela realista, esa que describe el entorno sin fisuras, la que nos muestra la vida en pañales y la naturaleza humana desnuda, recién salida de un útero que la cobija y descobija mirando hacia otro lado para no tener que rendir cuentas. Teseo en llamas comienza con una huida, un nuevo comienzo, una historia que refleja mil historias diferentes y, a la vez, dolorosamente iguales: el traslado del campo a la ciudad, el abandono de una existencia abocada al legado familiar de una familia insufrible, la búsqueda de la propia identidad, la propia voz, el futuro más conveniente. La joven Berta llega a Madrid para trabajar en la farmacia de su tío político, tratando de dejar atrás los fantasmas vivos de unos padres que nacieron para ocupar nichos baldíos. Tratando de dejar atrás la pobreza, la inmundicia, el destino abocado al más apocado de los fracasos. Berta, nacida por y para el miedo, llega con los que dan la ilusión por perdida antes de conocerla, con el virgo físico y mental intacto, con el único objetivo de escapar de unos barrotes de sucio acero inoxidable e inocencia rendida ante treguas sin artificio.

Pero lo que encuentra en la capital, lo que encuentra en la casa de Pedro Egeo, esa casa presidida por las sombras deslizantes de un hombre olvidado en vida, de una esposa inexistente, de un recuerdo que flota bailando sin gracia junto a las motas de un polvo que sabe tanto que todo lo calla, es el terror más profundo.

El terror más inexplicable.

Ese terror que nace de la costumbre.

La costumbre de acostumbrarse.

Desde la llegada a la casa de su tío, Berta entrará en un bucle temporal que sumerge al lector en varias épocas y escenarios diferentes. Con una narrativa cuidada, que mima a aquel que posa sus ojos en ella, que sabe tejer la tela de araña que atrapa al incauto insecto, Beatriz Alcaná te sumerge poco a poco, con honestidad y oficio, en la historia de una familia marcada por un episodio funesto, episodio que cambiará para siempre el destino de los Egea. La recreación de los escenarios (la casa y la farmacia, el desván donde todo comienza y todo acaba, la América Latina más profunda y supersticiosa) se enlaza con perfección al inicio, nudo y desenlace de una historia de degustación lenta, como un menú de los caros, esos que sabes que tienes que saborear cada bocado con temor al fin, porque el fin te dejará exhausto, con ganas de más, ebrio de esa forma de manejar la psicología humana y convertirla en un protagonista más de este juego de almas desdichadas.

Y es que, ¿qué puede haber más terrorífico que la incertidumbre? Yo te lo diré, querida amiga, querido amigo. La certeza. La certeza es dolorosa, cruel, atroz. La certeza te quita más horas de sueño que el más desdichado de los amores. Y cuando las sospechas de Berta se convierten en certezas… ah, ahí. Justo ahí. Justo ahí se impregna la novela de un horror que abre de par en par las puertas de la irracionalidad humana. Que muestra imágenes descarnadas, lúgubres, enloquecidas. Que convierte lo que comienza como una historia realista al más puro estilo de la novela moderna en un thriller excitante y embaucador. Que quita las máscaras y grita un sí y un no en alaridos de perversa ironía.

Teseo en llamas lo tiene todo, y su autora lo riega con agua de profesionalidad y abono de cariño. Porque hay amor en sus páginas, el amor de aquellos que adoran la palabra escrita, que han amado los libros, que han vivido por y para las letras. Se nota en las descripciones, en la ambientación, se nota en la narrativa, se nota en cada capítulo, construido sobre cimientos sólidos, se nota en ese final que, aunque poco a poco vaya siendo esperado, no deja de ponerte el corazón en la garganta y el latido pidiendo su papel protagonista. Teseo en llamas es una completa transcripción de lo que supone mirar de frente al demonio y pretender domesticarlo, saber que el horror puede ser escondido bajo sábanas de seda. Es una obra tan dura y, al mismo tiempo, tan delicada, que hace de su lectura un ejercicio obligado de introspección y disfrute.

Porque el terror tiene muchos caminos y a veces elegimos el más complejo que, al mismo tiempo, resulta inquietantemente sencillo.

Porque no hay nada más desgarrador que un secreto que chilla por ser descubierto, una mentira piadosa, un amor no correspondido.

Porque la verdad, la única verdad de todo este juego llamado vida…

Es que solo el miedo es capaz de albergar forma, razón.

Y sentido.

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