La epidemia del baile: morir con los zapatos puestos

por Sofía Guardiola

Ahora que nos encontramos inmersos en una pandemia que ha paralizado el mundo entero, que ha cerrado bares, anulado conciertos y nos ha recluido en casa durante tres largos meses, sin duda nos gustaría cambiar nuestro virus por la extraña epidemia del baile ocurrida en el año 1518. Sin embargo, seguro que aquellos que fallecieron, literalmente, bailando sin poder parar de hacerlo, no nos recomendarían que nos pusiéramos en sus zapatos.

Si no tenéis ni idea de lo que estoy hablando y esto os suena bastante loco, no os perdáis este artículo en el que analizaremos los hechos y posibles causas de tan extraño episodio, ocurrido en Estrasburgo, perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico (y actualmente parte de Francia) en el ya citado año de 1518.

El acontecimiento en el que un grupo de personas comienzan a bailar de forma incontrolada es conocido como coreomanía (sí, esa palabra existe), aunque tradicionalmente se ha denominado “Baile de San Vito”. Estos fenómenos sociales en los que la gente bailaba sin motivo aparente hasta el agotamiento, incluyendo a hombres, mujeres y niños y llegando a veces a congregar a miles de bailarines se produjeron en varios lugares de Centroeuropa desde el siglo XIV hasta el XVI. Aunque hubo otros brotes notables, como el de Aquisgrán de 1374, el conocido como “La epidemia del baile” es el más famoso de ellos y, por tanto, en el que nos centraremos en esta ocasión.

Todo comenzó cuando una mujer alsaciana, de nombre Frau Trofea, comenzó a bailar en la calle sin que nadie supiera nunca por qué. Al parecer, sus movimientos eran frenéticos, como si fuese presa de un trance, y se mantuvo de igual modo hasta desmayarse aquella noche. Sin embargo, no acabó con ella el asunto, pues los habitantes de Estrasburgo, lejos de extrañarse de aquel comportamiento anormal, se fueron uniendo a ella, también sin ninguna razón para hacerlo. En una semana eran 34 las personas que bailaban en las calles, y en un mes se cuentan unos 400 bailarines, que ya se extendían por toda la ciudad. Como es lógico, hay muy pocos cuerpos que aguanten una danza frenética prolongada durante días, por lo que muchos de ellos empezaron a morir de agotamiento, de derrames cerebrales o de ataques al corazón, mientras que otros tantos sufrieron fuertes calambres y lesiones en sus piernas.

Esta extraña epidemia está, por suerte para nosotros, abundantemente documentada, tanto en crónicas como en sermones o en apuntes de doctores de la época, y todos ellos hacen hincapié en el hecho de que los afectados bailaban (no dicen que convulsionasen o sufriesen ataques, sino que literalmente comenzaban a danzar), y además explican el fenómeno asegurando que la temperatura de la sangre de los bailarines había subido, obligándoles a tan extraño comportamiento. No obstante, antes hubo que descartar que la causa fuese astrológica o relacionada con hechizos y maleficios. Por algún motivo, los médicos, aunque en un principio hablaron de realizar sangrías a diestro y siniestro, finalmente creyeron que el baile incontrolado no era solo un síntoma de la elevación de la temperatura sanguínea, sino también la cura, por lo que pidieron a los enfermos que siguieran bailando, construyéndoles un escenario en el espacio tradicionalmente dedicado al mercado y contratando músicos. Sin embargo, en otros casos de Baile de San Vito las fuentes afirman que se contrataba a los músicos para evitar que la manía invadiera a los afectados, aunque a veces se conseguía el efecto contrario y su baile se volvía más desbocado y frenético.

En algunas fuentes se asegura que, lejos de solucionar algo, el hecho de que las autoridades alentaran el baile como una supuesta cura tuvo el efecto contrario, haciendo que creciera en número y que llegara a causar 15 muertes diarias durante su apogeo. Ante esto, se pasó de recomendar el baile a prohibirlo, de modo que se decidió que solo estarían permitidos la música y la danza en la ciudad de Estrasburgo con motivo de la celebración de un matrimonio. Sin embargo, ni siquiera el peso de la ley detuvo a los frenéticos danzantes, por lo que la iglesia decidió que peregrinaran a una ermita consagrada a San Vito, que da nombre a estos extraños episodios porque se supone que puede enviar convulsiones incontroladas como castigo divino. Según cuentan las crónicas de la época, y como no podía ser de otro modo, la epidemia se frenó con la peregrinación de los afectados a la ermita, que incluso durante el camino fueron bailando, al parecer, “luciendo zapatos rojos”.

Seguro que, llegados a este punto, todos os estaréis preguntando qué fue lo que causó este macabro episodio de coreomanía. Aunque no se sabe con certeza, son numerosas las teorías que tratan de explicarlo. La primera de ellas es una intoxicación por cornezuelo, un hongo que crece en el trigo, el centeno o la cebada y que contiene ergotamina, un componente relacionado con el ácido lisérgico (LSD) que habría causado manía y alucinaciones a todos los que hubieran ingerido algún alimento preparado con el cereal contaminado. Hay quien atribuye también este mal a la sífilis, que, en su último estadio, previo al fallecimiento, afecta al cerebro y puede causar cambios de comportamiento o convulsiones. Por otro lado se habla de la histeria colectiva, que ha llegado a causar otros comportamientos extraños en masa como la Epidemia de la Risa de Tanganica (1962). Por su parte, el historiador médico John Waller afirma que se debería a una mezcla de fiebres y enfermedades debidas a la malnutrición por las cosechas deficientes y a los miedos tanto supersticiosos como tangibles del hombre de la época, pues el avance de los otomanos aterrorizaba cada vez más a la población. Algunas de estas explicaciones se han utilizado también para hechos históricos insólitos como el de los Juicios de Salem, pero lo cierto es que nunca podremos saber cuáles fueron las causas de comportamientos humanos tan extraños como ver brujas en todos los rincones o bailar hasta caer, literalmente, muerto.

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Marco Granado febrero 28, 2021 - 7:43 pm

Muy interesante el artículo. Me ha gustado mucho

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