Tengo pereza social. Profunda. Perenne. Potente. Observo el mundillo editorial y a su fauna —una parte—, y me entran ganas de hacerme con un lanzallamas y liarla parda. Rollo Érase una vez en Hollywood. En realidad estoy mintiendo en una cosa. Observo el mundo, en general, y lo volaría con una bomba selectiva, una que solo matase personas. Vale, me explico: lo que en realidad quiero decir es que me aislaría por completo de la masa social. En una cabaña a orillas del pantano. Con mi pipa. Mi cerveza fría. Mi querida esposa hablando a mi espalda, y mi hijo pensando en quemar el bosque. Aislamiento selectivo. Bomba selectiva. No importa, esa pereza comunicativa está ahí. ¿Entiendes lo que digo? No quiero saber nada de nadie.
Por suerte existen libros como Frank Malone busca venganza. Lecturas que me animan el verano, la vida. Entonces me doy cuenta de que no odio a todo el mundo. Tengo que agradecer a Francisco Santos Muñoz Rico que no se haya dejado llevar por el movimiento grupal ridículo, ese que marca las jodidas pautas y lo retoca todo desde las sombras. Le tengo que agradecer muchas cosas, aunque no lo sepa ni él. Gracias por ese rescate involuntario, puto de mierda, y atraerme de vuelta al mundo.
Todavía queda gente que se quiere aislar de la gente. Existen autores como Jesse Ball, que procuran experimentar con las letras y darle un aire nuevo a las cosas. Novelas como Smonk, de Tom Franklin, que pasa de convencionalismos y moldea el wéstern, lo reinventa. Palahniuk no ha muerto. King sigue dando caña. Cabezuelo es el mejor poeta vivo de Calella y parte del extranjero. Casi todo lo demás es asfixiante. La propia vida debería desmarcarse del ser humano y cambiar de paradigma. «Hola, soy la vida y os odio. No valéis para nada». Quizás la novela más esperada sea la suya: Puta escoria, de Vida Mugrosa. En ella habla de cómo mancillan su maravilloso legado destruyendo todo. El ser humano y su ridículo razonamiento. El ser humano y su realismo amargo. Nosotros. Luego leo cualquier cosa de Cormac y me doy cuenta de que nunca estoy solo. Lo mismo digo de Bukowski. El muy cabrón me acompañó en años difíciles. Ahora se ha colado un psicópata secuestrador de niños que escribe, el maldito, y dice que es extraterrestre. Cuentos que rezuman mar y carpinterías que pueden morir y matarte.
Supongo que estoy pasando una mala época que apenas le importa a nadie. Tranquilos, no estoy solo, insisto. No escribiría si lo estuviese. Igual viviría como el personaje de Una soledad demasiado ruidosa si lo estuviese —de mis obras favoritas—. En una casa de mierda, rodeado de libros viejos. Intoxicado día y noche. Muerto en vida. Observando el cambio. La lentitud rápida de un cambio letal. Debería llamar a Alan Moore y darle una de mis novelas. Él sabe leer. Mi mujer, Lidia, también sabe hacerlo. Y la mayoría de mis amigos, que son muy pocos. Y mi hermano. La verdad es que no sé qué hago hablando de estas cosas en una página dedicada a la literatura y al cine de género.
Es ahora cuando lanzo la pregunta: ¿Qué es el arte sin las emociones? Nada. Y esto son emociones. Un pequeño retrato de lo que soy. ¿Queréis que me abra en canal? Conozco la respuesta. ¿Queréis saber qué opino de la fama y de la gloria? La respuesta es muy sencilla: me la suda. Solo me importa mi librería y dejar un legado ridículo, no en el sentido egocéntrico del acto. Soy el Tyler de alguien. El hígado inflamado de Jack. He leído demasiado. He salido demasiado. He bebido demasiado. Pero la vida, aunque me odie y siga jodiéndome, es en realidad un tránsito corto, efímero y cargado de sentimientos encontrados. Padezco el problema principal del primer mundo, pero me automedico a conciencia. ¿Queréis que os hable de los libros de mierda que me he leído este año? No queréis. Sus autores no quieren. Igual que nadie habla de lo mal que folla. No hay sentimiento ni ganas de explorar. Personajes planos que no evolucionan. Historias vacías que llenan estanterías. Y autores que solo saben posar para una foto de mierda. ¡Malditas redes sociales! ¡Jodida globalización! Todo es falso. Con lo bonito que sería si existiese la humildad. Pero no. Todo esto, aunque no tenga nada que ver, me recuerda a Mientras agonizo, de Faulkner. Menudo mapa literario ajeno al género estoy haciendo. No doy una. Sin embargo, todo es terror. Es el enfoque lo que falta.
Debería mandaros a todos a la mierda y dejar este artículo. Lo veo cargado de conceptos, de capas ocultas. En realidad hablo de una crisis de fe. Mi propia crisis de fe. Soy nihilista. Una parte de mí lo es. El Dr. Irreverente, para ser exacto. Un alter ego que me ha mantenido con vida estos últimos años. Ambos sobrevivimos dentro de mi cabeza. Discutimos bastante. Debatimos. Dormimos ideas y las convertimos en sueños. Pero al despertar nada existe como tal. Solo estoy yo. Solo está él. Somos una persona ajena a nosotros. Y pasamos de mirarnos en el espejo. Porque odiamos el espejo. La realidad es un ser que se apoya en la vida para matarnos lentamente. Eso es el terror.
Daniel Aragonés
Redactor
4 comentarios
Ahora se ha colado un psicópata secuestrador de niños que escribe, el maldito, y dice que es extraterrestre. Y cosas peores, me temo.
Dónde???
No sabes cómo te entiendo, amigo, cómo siento eso que dices en los pliegues de mi carne y en la necrosis de mi psique. Con todo, habrá que aferrarse a lo bueno, poco, que haberlo haylo…
Abrazos oscuros.
Vaya sicocháchara certera. Poco espuria, aligerada falsamente de chanzas para pocos, el pantano nos espera nunca, ya estamos allí, momificados desde el principio de los putos tiempos. Yo te saludo, Irreverente. Abrazako