Ritual Román 66: Galaxia Cicatriz

por Román Sanz Mouta

Título: Galaxia Cicatriz

Autor: Pedro P. González

Editorial: Niña Loba

Nº páginas: 160

Género: Ciencia ficción moderna

Precio: 13€ / 2,50€ (digital)

La vida de Helen y Troy da un giro cuando este consigue trabajo como investigador en un laboratorio asociado al M.I.T. Sin embargo, lo que parecía el empleo de sus sueños se convertirá en una pesadilla en la que las brillantes ideas de Troy desencadenarán, poco a poco y sin remedio, una obsesión cada vez más estremecedora sobre el multiverso, el infinito y la posibilidad de trascender los límites del sufrimiento.

Galaxia cicatriz es un libro sórdido, angustioso en partes y maléfico en otras, atravesado por un bajo continuo de terror cósmico que nos recuerda el gran absurdo, pero también la gran promesa, que suponen nuestras biografías particulares para la mirada de lo inconmensurable.

 

CRÓNICA

Troy, un científico desenamorado e incapaz de dejar a esa pareja que no quiere ni le quiere, o al menos así sucede en su imaginación. Una especialidad que le convierte en el más raro entre los científicos raros cual visionario. Un proyecto y unas ideas revolucionarias que aspiran a cambiar la concepción de la misma realidad individual y colectiva. Esta es la verdadera sinopsis; ahora, hablemos de la novela.

Ya de inicio nos presentan a un personaje autodestructivo y nos situamos en su mente, desde la que se ve claramente obsesionado por su mujer, a la que gusta de imaginar con otros para justificar su ya gastada relación (y ojo, esta es una característica de la obra, según los ojos y perspectiva desde los que vea el narrador, va a dejar que nosotres los lectores decidamos cuál es la verdad; qué quieres creer y a quién quieres creer, cuála versión). Pues dentro de esa relación falsa, la prefiere con otros que con él mismo. Primera obsesión. La segunda, su trabajo. Su tabla de salvación. Lo último que le queda, con lo que va a cambiar el mundo y la realidad; abrir los ojos a lo que siempre estuvo aquí. Por ello se siente discriminado como el más freak de los freaks, escogiendo la hora bruja para su secreto estudio improbable a la par que le sirve como fuga y excusa. Y está dispuesto a apostarlo todo por sus teorías, locas o no.

Y si él está descastado, Helen se siente desgastada, hueca. La leemos y la sentimos y nos hiere como está ella herida. Ninguno de la pareja con ideas, ninguno con soluciones; solamente cicatrices. Aunque acuda la madre y único desahogo. Aunque quiera sostener ese castillo de naipes sin cimientos actuales que funciona por la fuerza de la costumbre; porque no existe nada más. Hasta que exista.  

La relación se disuelve. Necesitamos entender. Y para ello acudimos al pasado, al cómo se ha llegado a esta situación, si se podría haber evitado, y por qué no lo han hecho. Los saltos temporales, las elipsis, son revelaciones.  

Luego conocemos a Alex, una anormalidad tan terrorífica como enternecedora (según el punto de vista y la responsabilidad que se ocupe) que demuestra lo injusto de la vida, lo desproporcionado o directamente inmerecido (y además de lo obligado por las expectativas externas, de nuevo; todes marionetas). Una fuerza indómita para sacar adelante existencias ajenas; sangre de la sangre. Su presencia da sentido a la vida y muerte de Tory y Helen como pareja. Es vital la historia de Alex, no solo la leas, escúchala. Porque él sigue en alguna parte.

La manera en la que se expone esa intimidad ausente, quebrada. Todas la barreras, escudos, armaduras y murallas construidas a lo largo del tiempo de erosión, donde es imposible soportar y soportarse, mirar las culpas propias y ajenas, priorizando según quién. Afectados, perjudicados, enajenados, tóxicos. La escalada ilógica. ¿Cómo se construye y se deconstruye la intimidad? Contiene mucha verdad sobre ello este manuscrito.

Pero estad atentos. Que no os distraigan las emociones, los pensamientos, las sensaciones, las relaciones… El proyecto es la clave de todo. El núcleo sobre el que orbita la novela, alrededor del que todes flotamos. Ciencia ficción y terror incognoscible, aunque solo se pueda contar en voz baja… Ssshhhh…

De un realismo aplastante, sobrecogedor. Porque ese realismo, el presente, la rutina, lo que se sufre y se contiene de forma muda cada día, es mucho más terrible que cualquier horror ignoto. El lenguaje es crudo, agresivo, poderoso, una flecha que te alcanza cada vez, ya sea en sus frases cortas, en sus razonamientos elaborados o en sus brillantes construcciones y metáforas. Que pueden ser parte de una mente desquiciada, perdida en la desesperanza. Aferrada a esa tabla que antes comentábamos. Pero el cosmos, el jodido cosmos, tiene otro destino marcado, su capricho es voluble y variable, y es quien reparte las cartas.   

Por supuesto, y conociendo al autor, no falta una ácida crítica social, quizá metida entre líneas (y fuera de ellas) pero no con calzador. Porque la sociedad y la cultura necesitan un cambio. Troy lo intenta.

Los detalles, la atmósfera, sobresalientes. Sea un coche (rojo), sea una playa, sea una cama, sea un laboratorio, una casa, una sombra o la habitación del fondo.  Provoca que te impliques, utilizando los cinco sentidos en la lectura; atento para no perderte nada. Olvídate de pestañear.

Partículas, teoría de cuerdas, física cuántica… Recuerda: cada decisión elimina toda y cualquier otra posibilidad. Puesto que la novela trata sobre tomar decisiones (o no tomarlas) y conseguir que importen. Que te sitúes en esas disyuntivas y valores cuál sería tu posición. ¿Qué importa en tu mundo, en tu realidad, qué tiene más valor por encima de cualquier otra cosa?

La novela supura emociones, en papel o pantalla digital. Hay un velo de melancolía constante, sobre todo en las partes de rememoranza, con esa prosa poética, ese lenguaje cuidado explicando lo que pudo haber sido y no fue. La violencia contenida y las formas en que supura para salirse de las costuras, desatada. El miedo. El dolor. La esperanza. Expresados con pinceladas ominosas, crudas, voraces.

El desenlace fluye cual cascada suave que te anega, que te refresca en esa oscuridad vívida anidando una bomba mental, para cuando unas todos los hechos y exploten en tu cabeza.

Es una novela inmensa, llena de matices, que apela a las emociones (a piel de flor), al reverso tenebroso, a la necesidad contra natura, a las ínfulas y las expectativas ajenas que nos obligan por según qué senderos los cuales nunca debiéramos haber transitado. Y guarda esta obra de ciencia ficción viva, moderna, un horror latente, agazapado, en expansión; un poso de aquello que puede latir y pulsar no solo allende el cosmos, sino en el propio interior de la psique (quizá imaginación) de cada cual, como armas humanas que solo entienden de enemigos hasta que necesitan el refugio último, el contacto. Cuando ya es tarde. Helen y Troy, Troy y Helen; y Alex. Alpha y Omega.

Concluyendo, una obra visceral; innovadora por la trama y el tratamiento, que se enfrenta con éxito a la combinación de géneros con una voz propia y un estilo diferenciado que exige implicación personal en la lectura, que habla acerca de temas infinitos, humanos, sobre los que sabemos y hemos disfrutado o padecido. Similares errores, similares aciertos. La condición humana expuesta en toda su desgarradora esencia, capa a capa, hasta la raíz. Pero no se queda ahí, nos lleva de la mano a viajar mucho más allá, cuando se cruzan todas las fronteras prohibidas. ¿Quieres mirar detrás del espejo? ¿Dejarte provocar? Bienvenido a Galaxia Cicatriz.

 

Pd: tuve la suerte de ser un afortunado betacero, y la novela ha pulido sus vórtices y aristas, sin perder las esquirlas que se clavan en la memoria individual. Y lo mejor de esta obra será poder comentarla con el autor. Os lo garantizo. Probad tras la lectura.  

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