No puedo ni quiero extenderme mucho con este ensayo ilustrado, por buscar una definición acertada, pues su máxima cualidad es precisamente la capacidad del autor, Pete Von Sholly, para introducirse en el catálogo del maestro y sacar las más truculentas, memorables, evocadoras y elegidas escenas de cada texto, recorriendo la excelsa y extensa producción de relatos de H. P.

Primero, el formato. Puro cómic, y no solo por el olor magnífico. El tamaño, con su apropiado peso que lo transforma en arma ignota de ser necesario, es ideal para su deguste. La calidad del papel rememora otros tiempos más boyantes, pues consigue que se realce el contenido visual, potenciando el efecto de cada ilustración. Y la apuesta, algo no muy dado y que nos viene heredado, resulta tan satisfactoria como el contenido, brutal, por talento, por la mimetización con la obra del maestro. Un tocho merecedor de engalanar ojos y estanterías, que te volverá loco y loca.

En su anhelado interior, toda la obra del autor relacionada con Lovecraft, del cual ha ejercido como seudo dibujante oficial para publicaciones y formatos varios desde eones atrás. A cada ilustración que recorre con acierto y sin ausencias toda la caterva de delirios lovecraftianos y cthulhuloideos, añade sus propias sensaciones, el comentario sobre qué y el por qué de cada composición, de cada obra de arte que capta, de forma colorida y ostentosa, lo que el arcaico autor de lo tentacular quería que visualizásemos, oséase, lo improbable, lo imposible. Abarcando todas sus etapas y eras.

Cierto es que quienes leemos a tan venerado autor en boga conocemos, aunque sin saberlo, la pluma de Sholly. Y te darás cuenta nada más proceder a la obertura del ensayo. Que, hazme caso, te llama desde esa tienda, que tira de tus intereses para que te hagas con él. Y también es poco acertado afirmar que, para los más académicos, las ilustraciones, lejos de lo oscuro, que no de lo macabro y lo certero, pueden resultar algo vacuas. Nada más lejos de la realidad. Cada detalle supone un mundo, y uno puede perderse en la vislumbración de cada cuadro rememorando la lectura de susodicho relato, el momento concreto, enlazando nuestra imaginación con la de Sholly. Algo destacable, sin duda.

Como digo, es un producto dirigido por una editorial que se alza sobre la figura del maestro, referente para ellos. Pero sus calidades, su contenido, hacen que Lovecraft pueda ser accesible para cualquier edad o intelecto desde este ensayo ilustrado, consiguiendo crear incluso un nuevo interés por la obra del maestro a modo introductorio.

No puedo más que recomendarlo, como fiel adlátere, y felicitar a Diábolo por la apuesta, por el formato, y por traerlos hasta nosotras. Enhorabuena, y gracias.

¡A disfrutar de lo terrible y horrendo! 

Pd: Vaya joya, en verdad, vaya joya.