Hace cinco o seis años, disfruté de uno de esos encontronazos que resultan altamente satisfactorios. Fue con The Amateurs, novela gráfica corta en la que un tal Conor Stechschulte demostraba un desparpajo poco común a la hora de trasladar a viñetas sentimientos tan esquivos como el desconcierto o la confusión. Mi alejamiento del mundo del cómic hizo que le perdiera la pista hasta que, hace poco, un volumen de Ultrasound pareció susurrar mi nombre desde las estanterías de una librería madrileña. El nombre (sobre todo el sonoro apellido) me avisó de que el autor al fin era publicado en España (gracias, Libros Walden), y supe que tenía que leerlo. El resultado, a continuación.

Ultrasound embiste al lector con una historia larga (cerca de 400 páginas), densa y con muchísimos recovecos. No en vano, Stechschulte desarrolló la trama a lo largo de casi diez años. El cómic arranca con un personaje, Glen, viajando en coche por una carretera boscosa en mitad de la noche. Sufre un pinchazo en el vehículo y se ve obligado a buscar ayuda en esa zona perdida. Tiene suerte y divisa una casa en las cercanías de la carretera. Los ocupantes son una amable pareja que le ofrecen pasar allí la noche. Las cosas se enturbian cuando el hombre le pide a Glen que se acueste con su mujer, pues él sufre depresión y lleva mucho tiempo sin poder satisfacerla. No seguiré, pues ha de ser el lector quien descubra lo que sucede a continuación.

Lo que sí puede contarse es que la trama se va rompiendo como un cristal, con el resultado de dejar al lector boquiabierto en varias ocasiones. La historia se divide en varios niveles que van sumergiendo al lector en una pesadilla recurrente de la que no se intuye un final. Stechschulte maneja códigos que lo acercan a David Lynch o, en cierto sentido, a Charles Burns. El delirio al que nos somete Ultrasound va poco a poco adquiriendo forma hasta llegar a un desenlace en el que todo cobra sentido. El viaje hasta llegar a ese final es exigente pero fascinante, pues nos arrastra por lugares de ambigüedad y extrañeza que no suelen verse habitualmente en la ficción. 

El autor se permite, incluso a nivel visual, jugar con dobles y triples capas al utilizar una serie de superposiciones que, si bien descolocan al principio, se convierten en todo un reclamo cuando la historia avanza. Este tipo de recursos se alterna con unos diálogos que recurren a la naturalidad y que denotan un extraordinario dominio narrativo por parte del autor. Cierto es que su estilo de dibujo feísta y difuso no está hecho para gustar a todo el mundo, pero resulta perfecto para buscar la incomodidad en el lector, mientras lo insta a mirar bien lo que está leyendo. No puedo imaginar la obra con otro tipo de dibujo.

Necesitamos más obras de este tipo. Desconcertantes, misteriosas, difusas como un cristal empañado por la lluvia. El arco de Ultrasound supone un monumental ataque a la narrativa convencional y acomodada al atreverse a desenterrar miedos insospechados e incomodidades varias en el lector. No podemos recomendar más esta novela gráfica que pone a Stechschulte en el podio de los creadores inquietantes. Permítanme la licencia, pero diré que Ultrasound es el Watchmen del cómic indie. Lean esta obra.