El ilustrador paciente (Lorena Escobar)

Juan fue un niño diferente. Un niño especial. Ahora es un hombre diferente. Un hombre especial, que solo sabe ver la vida a través de sus pinceles, huir de la realidad que trata de convertirlo en muda marioneta de un mundo que no asume sus diferencias. Daniela es una inspectora de policía tan implacable como volátil. Toni es el hombre de mirada imperturbable que asume el lastre de un pasado inclemente. Hugo, Iona, Martina, son policías que libran cada día una lucha silenciosa contra la maldad que descansa en los resquicios del alma humana. Todos ellos se verán salpicados por la tinta de unos dibujos que ponen en jaque a la comisaría de Distrito Sur. Lienzos que ilustran personajes de leyenda besados por el hálito de la muerte. Y, desde ese momento, comienzan una batalla encarnizada por descubrir la identidad de un criminal que mezcla el arte con el homicidio, separando inocentes de culpables, abriéndole la puerta a secretos que han permanecido mucho tiempo ocultos, escondidos tras puertas cerradas y ventanas tapiadas por inconfesables realidades. Una batalla para descubrir qué y quién se esconde tras la paleta de colores indescriptibles de un asesino tan despiadado… como inocente.

Cada vez que me enfrento a leer una novela de alguien por primera vez, se me plantean de forma recurrente ciertas dudas. Quizá este autor no sea para mí, con la edad ya no me trago cualquier cosa, he aprendido (no sé si esta es la palabra adecuada) a ser más selectivo, exigente que dirían algunos. Esta sensación se acrecenta cuando el autor es novel. Estamos inmersos en la era de la democratización de la literatura, hoy en día todo el mundo puede publicar, ya sea de una forma u otra. Sin embargo, cuando cualquiera puede publicar, nadie lee. Pero este asunto no forma parte de esta reseña.

Me centro en la novela a partir de ahora. Encuadrarla dentro de un género resulta complicado, como sucede a menudo. Es evidente que hay un misterio: la resolución de unos asesinatos, y en torno a ello orbita la historia. Pero también hay amor (y sexo), rencillas personales, dramas humanos, etc. Esta novela es un todo en uno que no deja indiferente al lector.

Después de un par de capítulos de presentación de personajes, esta sería la parte más farragosa de la novela, aunque no creo que farragosa sea la palabra adecuada, la historia comienza a engranar marchas y va tomando una velocidad endiablada.

La autora inicia con el lector el juego del gato y el ratón. Con cada giro consigue que este dude sobre las conclusiones a las que ha llegado hasta ese momento. Si eres amante de las novelas de misterio, imagino que disfrutarás mucho con este aspecto de la novela. No en vano Lorena Escobar se declara admiradora de Agatha Christie. Esta incertidumbre constante resulta adictiva, a lo que colabora un ritmo vertiginoso, a pesar de la longitud de los capítulos (son largos), en contraposición con la tendencia actual, que recomienda o impone episodios cortos adecuados para consumirse en quince minutos. Personalmente opino que cada novela necesita su propia estructura, su propio ritmo, y que crear un mismo molde para todas las obras va en detrimento de la literatura. En este caso, Lorena Escobar acierta con la estructura narrativa, se toma su tiempo en contarle al lector lo que necesita saber y, también, en sembrar las dudas. Dieciséis capítulos y un epílogo bastan para que la novela se pase volando.

He hablado de incertidumbre, del juego del gato y el ratón, pero ¿cómo consigue este efecto la novela? Además de los recursos clásicos de las novelas detectivescas, la autora utiliza tres narradores durante la obra. Tres puntos de vista de tres personajes distintos. Tres personajes muy diferentes entre sí, que cuentan su visión de los acontecimientos, sus sentimientos y de los que, desde luego, nunca te puedes fiar del todo. Son personas de carne y hueso, con virtudes, defectos y traumas. Y, como en la vida real, hay distintas versiones de un mismo hecho, porque en esta historia, el punto de vista es muy importante.

Y es que los personajes son uno de los puntos fuertes de la novela. No solo por su humanidad, sino porque, además, suponen un misterio (uno más) en la narración. Cada uno de ellos oculta algún secreto o trauma al que iremos accediendo con cuentagotas a lo largo de la historia.

En momentos determinados, encontraremos escenas de terror psicológico, otra prueba más de la versatilidad de la autora y de la mezcla de géneros. Lirismo y oscuridad, misterio y locura, amor y sordidez. El libro es un cóctel bien agitado en el que cada ingrediente ha sido dosificado en su justa medida.

Capítulo aparte merece el personaje de Juan. Extraño, entrañable, lleno de miedos, de dobleces y paciente, muy paciente. La autora ha conseguido crear en su primera novela una personalidad notable, interesante, casi adictiva. Porque, aunque no sea políticamente correcto admitirlo, el dolor nos interesa más que la felicidad. Esto último podría exportarse a todo el libro, no solo al personaje de Juan. Nos interesan los personajes atormentados, los seres felices nos parecen anodinos, tal vez porque no podemos alcanzar su felicidad, quizá porque esa felicidad nos parece tan irreal como un mar de chocolate.

En conclusión, una lectura muy recomendable, una de esas novelas que no te cambian la vida, pero que consiguen alegrártela durante unas horas. ¿No es eso un pedacito de felicidad?