Sangre por sangre.

Del bosque no se sale.

¿Qué esconde el corazón humano? No en la parte visible, esa que mostramos y nos mostramos. No existe nada más peligroso que escuchar la propia conciencia, los pasos inestables de la bailarina de nuestros pensamientos.

Porque a veces la maldad es una raíz enquistada en las paredes del alma.

Puede regarse.

O dejar que se muera.

Nadie me explicó que la vida a veces te da una bofetada en la cara con tanta fuerza que te resulta insoportable volver a mirar hacia delante, caminar, respirar.

Adoro la novela policíaca. Cualquiera que me conozca un poco sabe que mi primera lectura adulta salió de la pluma de Agatha Christie. Hace poco narré que toda historia escrita no es más que el resultado de la suma de tres historias: una de amor, una de terror y una de investigación.

Pues bien.

Los crímenes de Hamlet es precisamente todo esto. Conjugado por el siempre atrayente verbo de lo paranormal. Una maravillosa mezcla de elementos que hacen de esta novela una obra entretenida, escrita con una notable prosa y dotada de una ambientación tan efectiva como perturbadora.

Unai no supo en qué momento sucedió. Tan solo percibió aquel rostro brevemente. Un chillido, un chasquido, y la completa oscuridad.

Malenka Ramos domina el oficio con el mimo de una costurera remendando descosidos. La historia es compacta, sin lagunas a pesar de todos los detalles que ofrece a lo largo de la investigación policial, de la minuciosidad de los acontecimientos. La tensión que pone a prueba la racionalidad de los investigadores nos es ofrecida casi con reverencia, favoreciendo la credibilidad de los personajes, la certeza de una historia cuajada de elementos que escapan de la razón humana. El escenario, siempre embaucador, ese bosque que tiene un secreto y que ofrece un lienzo que solo saben pintar aquellos que creen, aquellos que aún tienen fe en las cosas que la tierra calla para no verter más sangre sobre su maleza. Una leyenda, verdadera protagonista de la historia, cruz y castigo de las mujeres y hombres que deben enfrentarse a los terribles acontecimientos sucedidos en el Valle de Caín. La poderosa presencia de Hamlet y la inquietante imagen del Cortador sobrevuelan las líneas provocando un efecto adictivo, normalizando hasta las escenas más surrealistas para ofrecerle al lector un paseo por la locura contenida, un vistazo al abismo más terrorífico, una dosis de terror sobrenatural dibujado con una paleta de colores que consiguen la mezcla cuasi perfecta.

Malenka sabe delinear estos terrores ancestrales del ser humano con los más racionales: el miedo se convierte en enemigo y aliado, en ese invitado de última hora que decide quedarse toda la noche.

Fue lo único que logró ver antes de unirse a su hermano en aquel coro de gritos descontrolados.

Y las moscas.

Estaba llena de moscas.

Pasado y presente, crímenes rituales, sospechosos, ambiciones y cuentas pendientes: los siete pecados capitales se unen a lo paranormal para crear una obra repleta de recursos que, como no podía ser de otra forma tratándose de novela negra, tiene un delicioso giro final.

Porque cuando se controla este viejo oficio de las letras se puede jugar con ellas a pleno antojo, crear y distorsionar verdades, manejar los niveles justos de tensión, daño e incertidumbre, crear personajes de carne y hueso junto a criaturas irreales que nacen de la más oscura de las pesadillas.

Sin olvidarnos del talento: el propio título ya nos brinda la pista de lo que vamos a encontrar entre las páginas: unos asesinatos que beben del arte y un arte cincelado por los designios de la oscuridad.

En definitiva, Los crímenes de Hamlet es un híbrido que conjuga infinitivos para crear su propia norma verbal. Una lectura intensa que juega con todo aquello que gritamos cuando acallamos la voz de ese enemigo íntimo al que llamamos conciencia.

Una leyenda escrita con sangre.

Porque del bosque… nunca se sale.