Sentada en una cama, alumbrada por la luna llena, imagino a una Marina pequeñita, leyendo cuentos con una linterna; para no levantar sospechas, para huir del mundo. En otros muchos lugares, miles de niñas hacen lo mismo, otro millón de ellas los inventan en su cabeza, pues carecen de cama, de papel, de paredes. Porque todos los cuentos son oscuros y todas las niñas son mujeres rotas. Y con esta tristeza, en la que espero haberos sumergido, gozaríais del humor perfecto para enfrentaros a este libro.

La lluvia cantaba una nana que ahogaba el molesto piar de los mirlos y la almohada parecía rellena de nubes blandas en las que hundir la cabeza y llenarla de sombras.

Marga es una niña plagada de sentimientos, y de otras muchas plagas. Sentimientos que no entiende, pues su castillo de naipes, mentiras y secretos la tiene aprisionada. Privada del conocimiento exterior, condenada a una realidad paralela. De este modo crece y los explora en soledad, pues no tiene con quien compartirlos. Nadie más que un padre al que no conoce y quien le cuenta historias a la luz de la luna para tapar los gritos que salen de las paredes. Solo una cosa parece prevalecer: un amor desmesurado que lo impregna todo hasta tal punto que la casa supura y las ventanas lloran. 

Si el amor era algo tan visceral, tan irracional, tan profundo como un abismo que se abre entre las costillas y por el que te puedes caer si no tienes cuidado.

Esta historia son cuentos que se encuentran, es una casa encantada, es Barba Azul (Charles Perrault) y Talía, Sol y Luna (Giambattista Basile). Quien ha leído algo de Marina, sabe que en sus historias podrá encontrar fuertes alusiones a cuentos populares. Los que a mí me han venido a la cabeza son estos, pero quizás vosotros veáis otros. Y como todo cuento bien contado, es atemporal y explora sentimientos universales, a veces de la forma más sombría.

Cuando esos cabellos rozaban mis tobillos o se enredaban entre mis dedos al arrancar las flores, me hacían pensar en aquella frase de mi cuento preferido: «Rapunzel, Rapunzel, suelta tu melena».

El libro ahonda en temáticas como la melancolía. ¿Es posible echar de menos lo que no se conoce? Si os paráis a pensar, esta es una idea muy potente en el romanticismo, o el denominado romanticismo oscuro, en el que podemos encontrar autores como Poe. Este estilo aflora en cada una de las líneas de la historia. Esa añoranza a lo no vivido, esa tristeza continua, ese amor perdido, oscuro y magnánimo. No es un cuervo, sino unos chillones mirlos los que acosan a Marga en una atmósfera pesada y pestilente, llena de bichos. El mundo se transforma en algo desolador, decadente y sombrío, la emociones son aflicciones, y la búsqueda del conocimiento se convierte en el descubrimiento de la realidad más perversa. La existencia no es más que algo accidental y efímero.

Me pregunté qué pasaría si me frotaba las manos lo bastante fuerte. A lo mejor me deshacía entera. Me desmoronaría en una montaña de arena y polvo sobre la alfombra.

Una casa sobre tus huesos es la ganadora del I Premio Lestat organizado por la editorial, muy merecido en mi humilde opinión. Os recomiendo que lo leáis, si os apetece un poco de terror sutil y gótico. Pero cuidado, no os engañe el estilo, también encontraréis sangre y monstruos en él, pues el terror, por muy dulce que sea, juega con nosotros en estas páginas y nos engaña.