GÜEROS (Alonso Ruizpalacios, 2014)

por José Luis Pascual

La madre del joven Tomás, harta de su comportamiento rebelde, decide enviarle por un tiempo junto a su hermano mayor. La llegada de Tomás es el catalizador para que los dos hermanos, junto a su compañero de piso, se embarquen en un extraño viaje en busca de Epigmenio Cruz, un músico al que ambos admiran desde la infancia.

Lo primero que hay que decir de Güeros para que nadie se lleve a confusión es que es una película rara, a ratos puramente experimental, y que utiliza resortes poco comunes para transmitir sensaciones. Es de agradecer que aún haya directores hoy en día que intenten arriesgar en su debut con propuestas poco usuales, e independientemente del resultado final no se puede negar que Alonso Ruizpalacios ha conseguido una obra original.

En mi opinión, Gūeros está compuesta de luces y sombras. El arranque me parece espléndido, pues consigue el objetivo de interesar y enganchar al espectador. Sin embargo, poco a poco va derivando en secuencias un tanto inconexas que logran el efecto contrario y hacen que lleguemos al final de la función casi por inercia. Pese a ello, es cierto que el director logra dotar a gran parte de la película de un extraño magnetismo que la mantiene a flote.

La idea de la trama principal, la búsqueda del misterioso cantautor “que una vez hizo llorar a Bob Dylan” me resulta muy atrayente, ya que anticipa toda una road movie mostrando un México oscuro y algo bizarro pero lamentablemente el director no consigue sacarle todo el partido a ese concepto y se queda un poco a medias. Para más inri, nos cuela toda la historia de una huelga estudiantil de nulo interés y que sirve como mera excusa para introducir a la chica. Creo que eliminando esta subtrama, o al menos reduciéndola bastante, la película hubiera quedado mucho más redonda.

El aspecto técnico está sumamente cuidado y toma gran importancia, sobre todo en el apartado sonoro. Ruizpalacios hace un curioso uso del sonido, por ejemplo amplificando la respiración de uno de los personajes en ciertos momentos para crear angustia. En cambio, cuando los protagonistas se colocan los auriculares para escuchar la música del cantante al que buscan, el director elimina todo el sonido logrando un efecto novedoso y que sirve para dar más misterio a ese Epigmenio Cruz.
El blanco y negro, aunque le va bien a la película, no era necesario y lo veo como algo accesorio y un tanto pretencioso.

Todos los actores, totalmente desconocidos por estos lares, están francamente bien destacando especialmente a la pareja de hermanos. Ambos constituyen un curioso contrapunto y a la vez se complementan a la perfección.

Acabando, podemos decir que Güeros aprueba raspado. No le niego las virtudes que tiene, y reconozco que la dirección de Alonso Ruizpalacios es brillante por momentos y posee ideas muy buenas, pero el regusto final termina siendo insatisfactorio. Para mí, no acaba de encontrar su tono y el tener un lado experimental tan marcado es un arma de doble filo y puede llegar a aburrir. Dicho esto, lo mejor es recomendar que vayan a verla y juzguen por ustedes mismos. Eso sí, dejando muy claro que no es una obra orientada para un público mayoritario, ya que da prioridad a la forma sobre el fondo y sacrifica en parte la estrucutura narrativa (aunque hay una trama lineal) en favor de lo sensorial.

Mi nota: 5

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