Entrada publicada originalmente en la desaparecida web Terror.Team
“Quizá todos somos sacos de mierda feos y moribundos, y quizá sólo necesitemos una persona que lo acepte para que todo el mundo comience a cantar, a bailar, a tirarse pedos, y se sientan un poco menos sólos.”
Hoy en día cualquier trama, por excéntrica o bizarra que parezca, es susceptible de convertirse en película. Sin duda, la premisa de Swiss Army Man es de lo más surrealista que me he echado a la cara últimamente. La idea de un tipo varado en una isla desierta que consigue salir de ella gracias a un cadáver propulsado por sus propios gases, no es algo que se vea todos los días. Mis dudas, antes de ver la película, venían por el lado de si algo tan excéntrico daba para un largometraje completo. Por fortuna, la respuesta es positiva.
«Swiss Army Man» es como una obra de teatro guarra, en la que el telón se alza con un gran pedo, los actores secundarios son sustituidos por pedos, y los aplausos finales del respetable son en realidad… ¿adivinan? sí, más y más pedos. La particularidad de «Swiss Army Man» es que, sorprendentemente, funciona y consigue salir airosa (no vean chiste donde no lo hay) de un envite que la podría haber condenado al ridículo más espantoso. ¿Cómo lo logra? Pues, al igual que el personaje de Daniel Radcliffe, la película se saca varios recursos de la manga como si fuera la perfecta navaja suiza a la que el título hace alusión.
Sin lugar a dudas, «Swiss Army Man» es una propuesta original, lúcida, grosera y amable a la que únicamente podría achacarse un desenlace menos turbio de lo esperado. Por mi parte, me he llevado una grata sorpresa de una película de la que no pensaba que daría mucho de sí. Y no debo ser el único, ya que «Swiss Army Man» se alzó con el premio a mejor película en la edición de 2016 del Festival de Sitges. Por cierto, en la web oficial de la película swissarmyman.com podréis encontrar un modelo virtual del cadáver de la película para que paséis unos minutejos manejándolo a vuestro antojo.