NUESTRO LADO SALVAJE DESDE LOS OJOS DE JULIA

Desde que vi a ese pájaro desgarrándose en una mancha de tonos rojizos en la portada que la editorial Horror Vacui escogió para Lo salvaje, supe que tenía que leerlo, y que luego no me iba a quedar más remedio que reseñarlo para que todo el mundo lo conociera. Sabía que no solo iba a gustarme, sino que iba a convertirse en uno de esos libros que recuerdas y, como conozco tan bien a mi faceta lectora, acerté de pleno.

Lo salvaje es uno de esos libros que se van a quedar siempre conmigo, y que quiero que se quede también con vosotros.

Que os acompañe como un parásito que afecta a los cerebros adolescentes y les hace caer en coma tras un intenso atracón de comida basura y videojuegos, como un hijo homosexual que acude a la llamada de una madre profeta y moribunda, como el amor que un robot es capaz de sentir hacia un becario o un perro de peluche si su perturbado creador le predispone a ello. Y no, no me he vuelto loca, solo os estoy hablando de algunos de los once relatos que componen esta obra, y que me ha resultado muy difícil catalogar cuando he tratado de hablar de su género.

Se trata de relatos en los que lo absurdo se mezcla con la crítica sagaz a la sociedad en la que vivimos, el atraso de algunas zonas deprimidas del sur de los Estados Unidos con un futuro en el que las piernas robóticas y la cura del Alzheimer son posibles, el amor adolescente con la muerte y los cultos sectarios de moda con unas extrañas y cutres vacaciones familiares.

De forma magistral, Julia Elliott juega con nosotros de tal forma que somos incapaces de imaginar qué nos encontraremos en el próximo relato que vamos a leer: cuando creemos que empezamos a sorprenderla, sus temáticas parecen girar ciento ochenta grados, a pesar de contar con ejes vertebrados que hacen que el conjunto de relatos tenga coherencia y se sostengan, como son los escenarios decadentes, el fuerte sabor gótico, los personajes perdidos y confusos y el absurdo que es capaz de inmiscuirse en cualquier situación, en cualquier historia.

En este compendio de relatos resuenan ecos de mi amada Flannery O’Connor (tal y como anunciaba la contraportada), y también de Roald Dahl y sus relatos extraordinarios, pero sin que por ello se pierda la voz propia de Julia Elliott, potente, atrayente, como la música con la que el flautista de Hamelin atraía a las ratas y los niños.

Si llegados a este punto no he logrado convenceros de que leáis Lo salvaje (aunque pienso que muy mal lo he tenido que hacer si ese es el caso), voy a hablaros del que ha sido mi relato preferido. Trata de dos niñas que son invitadas a casa de otra chiquilla de su clase con un poder adquisitivo mucho menor. Aunque las niñas no parecen tener mayor interés en el cumpleaños, sus madres deciden que acudan para darles “un baño de realidad”, y acaban viviendo una de las fiestas de pijama más extrañas de su vida, puesto que la anciana abuela de la anfitriona les hace, en mitad de un trance extático, una descripción minuciosa de las visiones que asegura tener del Apocalipsis.

Ahora sí, espero que todos acabéis de leer estas palabras y vayáis a leer Lo salvaje, esta oda a lo extraño, escalofriante, absurdo e incómodo con la que Julia Elliott y Horror Vacui han decidido obsequiarnos.