BIRDEMIC: SHOCK AND TERROR (James Nguyen, 2010)

por José Luis Pascual
 
Entrada publicada originalmente en la desaparecida web Terror.Team
 

El garrote vil, la cuna de Judas, las uñas de gato, el caballo de madera… La humanidad, durante su historia, ha sido tremendamente creativa a la hora de concebir instrumentos de tortura de todo tipo, demostrando sin lugar a dudas que estamos hechos para hacer el mal. Aunque todos asocian este tipo de objetos con la época medieval, mucho me temo que en los tiempos que corren siguen existiendo horrores cuya única finalidad es destruir al ser humano, ya sea física o psicológicamente. Birdemic: Shock and Terror es el perfecto ejemplo de una herramienta moderna que se dedica exclusivamente a causar tormento entre sus pobres e impotentes víctimas. ¿Tan mala es? Sí. Aunque me temo que hay trampa.

Se me plantea una interesante diatriba a la hora de hablar de este regalo envenenado que me endosó mi bienamado (hasta hoy) compañero Mario Padilla. Porque Birdemic dificilmente puede ser considerada como una película, ya que bajo mi punto de vista se trata de un vil esfuerzo pergeñado con el único objetivo de alcanzar el prestigiosísimo título de «peor película de la historia». Este engendro del demonio creado exclusivamente por un señor llamado James Nguyen ha generado un extraño culto a su alrededor, lo cual deja bien a las claras que los genes deficientes existen en la población en una cantidad mucho mayor de lo que creemos. Birdemic pretende ser (o eso nos quiere hacer creer su director) un homenaje a nada menos que Los pájaros (Alfred Hitchcock, 1963), y en su «trama» seremos testigos de una incipiente historia de amor aderezada por numerosos ataques de águilas que han decidido comenzar a matar gente porque sí.

Resulta que Birdemic se ha hecho famosa por sus «efectos especiales» (me temo que el presente artículo va a batir el récord de palabras entrecomilladas), consistentes en la continua repetición de una serie de gifs de pájaros que convierten en obra maestra los gráficos de juegos tan modernos como el Pacman o el Tetris, acompañados de unos agudísimos graznidos que dan dolor de cabeza (al espectador, no a los personajes). Sin embargo, estos «FX» son lo de menos. El director, en estado de gracia, se dedica a exhibir sus «habilidades» sin ningún remilgo. Entre ellas se cuentan el grabar continuamente momentos en los que no pasa absolutamente nada y alargarlos hasta la extenuación, introducir fallos de racord uno tras otro, ignorar la uniformidad del sonido entre distintos planos, poner en boca de los protagonistas diálogos que Epi y Blas considerarían infantiles… y así hasta el infinito. Supongo que casi todos hemos visto películas con «virtudes» semejantes, pero que conseguían sacarnos alguna sonrisa vistas con la mirada apropiada. Birdemic ni siquiera lo intenta, y su tedioso «desarrollo» convierte su visionado en una verdadera tortura, aunque lo dividamos en varios tramos. Muchos varios tramos.

Vamos con la parte más espinosa. James Nguyen ha repetido en varias entrevistas que la cosa es genuina, que salió así por cuestiones presupuestarias, que los pájaros son una metáfora, que hay un mensaje ecologista detrás de su obra… ¿Desvaríos de un loco?, ¿delirios de grandeza?, ¿enfermedad mental no transitoria? Bajo mi punto de vista, estamos ante un impostor. Birdemic tendría cierta gracia si no fuera por que todo resulta tremendamente falso, impostado, forzado para parecer cutre adrede. Se puede engañar al espectador de mil maneras distintas, pero lo que no es de recibo es que le falten al respeto como lo hace Nguyen. El director se ríe de todos aquellos «artesanos» que crearon involuntariamente las mayores bazofias de la historia del cine creyendo realmente que estaban pariendo algo bueno. Es por ello que no puedo considerar a Birdemic una película, sino más bien una estafa. Sin embargo, parece que hay mucho fetichista de las aves pixeladas y las perchas, ya que el «éxito» de esta infraproducción dio origen a una secuela en 2013 de nombre Birdemic 2: The Resurrection. Al revisar este artículo, me encuentro con la sorpresa de un Birdemic 3, que parece igualmente cutre e infame. 

Quiero dejar claro que esto es solo mi opinión, basada exclusivamente en la película y en un par de entrevistas al director, pero creo que el único objetivo de Nguyen siempre fue el de estar en las listas de peores películas de la historia. Y eso hay que ganárselo con otras artes mucho menos deshonestas. Eso sí, estaré encantado de cambiar de parecer si alguien me demuestra que estoy equivocado.

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