BENCENO EN LA PIEL (Román Sanz Mouta – Editorial Maluma)

por José Luis Pascual

“A la Noria le cae bien McGuffin. Le gustan Pelazo y Nat. Son todos viajeros habituales.
Por eso gruñe. Lo ve todo desde las sus alturas.
Se despereza y estira sus músculos mecánicos metálicos para desembarazarse de cadenas y engranajes. Es como romper un pétalo. Arrancados sus cimientos por descuido, vándalos, falso mantenimiento. Voluntad consciente ahora.
Casi se derrama en fuga. «Vieja y Torpe», se dice. 
Está libre. Ahora rodará a su antojo”.

Poneos en situación. Es la Semana Negra de Gijón, una importante cita literaria anual que reúne a miles de aficionados a la novela negra y géneros adyacentes. En pleno festival, un virus empieza a propagarse desde las entrañas de la ciudad, afectando a cada vez más gente y generando comportamientos extraños en las personas. Comportamientos que, como no podía ser de otra forma, incluyen la antropofagia. ¿Otra novela de zombis? Bueno, si pensáis eso es porque no conocéis a Román Sanz Mouta.

Benceno en la piel es la aproximación de Román a la serie B divertida y desenfrenada, pero siempre desde sus dictados estructurales conocidos. Es este escritor una de esas rara avis que conjuga en sus letras poesía, reflexión y crudeza, utilizando para ello un lenguaje cuidado y, a la vez, descarnado. Tenía mis dudas acerca de si el estilo irrenunciable de Román, tan propicio para crear textos de carácter experimental e indagador de nuevos ángulos, se adaptaría bien a una historia que, elemento tras elemento, deja clara su inspiración puramente pulp. El efecto es extraño, y reconozco que en los primeros capítulos me chocó tan grande contraste entre lo contado y la forma de contarlo. Sin embargo, el autor consigue pronto que entremos en el juego, que no dudemos en realizar apuestas, y que, de un modo u otro, siempre salgamos recompensados. He ahí el triunfo de Benceno en la piel, el de conjugar desafíos opuestos para regalar una experiencia nueva, sabrosa, estimulante.

La novela, regada convenientemente por distintas y variadas influencias extraídas de la cultura popular, se convierte así en una lectura sumamente agradecida, que logra hermanar aspectos tan a menudo regañados como estilo poético y ritmo desenfrenado. Lo que Román nos pone en bandeja no es otra cosa que un Zombieland de cardíaco desarrollo vacunado con la fórmula Lovecraft (o Poe, por qué no). El clasicismo del gótico queda enterrado bajo una superficie moderna marcada por el decorado de la trama, nada menos que esa Semana Negra literaria que cada año se lleva a cabo en Gijón. Vuelvo a decirlo. La mezcla es muy sugerente.
Bajo esa capa de sencillez que siempre destila el pulp, encontramos un espectáculo macabramente circense de entrada gratuita y multitudinaria. No es este un circo amable, sino aquel de caídas desde el cable, de ataques de leones, de payasos asesinos. De carpas que se desmoronan. Un apocalipsis colorido y literario, lleno de escritores, lectores y demás gente insana.

Es en los personajes donde el benceno hace efecto, y por tanto donde más interés vamos a encontrar más allá de la particular forma de narrar del autor. El coral grupo protagonista admite muy distintos caracteres, con los que armonizar o discrepar. Son ellos los que realmente hacen avanzar la acción, no el veneno. Curiosa y agradecida galería de personajes las que nos regala Román, algunos de trasfondo trágico, otros de personalidad cómica y los más engordados con aspectos de amigos y conocidos. Casi todos muy trasladables al espectro cinematográfico.
En cuanto a la trama, nada falta, ni las hordas de hambrientos infectados, ni el maligno doctor con aires de maligna grandeza, ni secuencias de acción y destrucción. Todo bien llevado, bien narrado, con un ritmo especial y alguna sorpresa que aumenta el interés. Con gracia y disimulo se alternan estampas de puro apocalipsis con otras en las que se arremete contra los varios y variados niveles de adláteres del mundillo literario.

Recomendable comedia de terror y frases cortas, de sangre y caos, de abrazos y moonwalks, de Ritmo Infernal y norias rodantes. El pasaje del horror.
Que salpica.
Que impregna.
Que devora.
Pido perdón a Román por la asimilación ajena de estilo. Pero es contagioso. Como el benceno.

2 comentarios

T.A.Llopis marzo 26, 2020 - 12:51 pm

Tiene muy buena pinta. Por todo aquello que nos comentas creo que puede ser una lectura que me pueda gustar. Gracias por tu entrada.

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José Luis Pascual marzo 26, 2020 - 1:02 pm

Muchas gracias por comentar. Espero que te sirva y que te guste si llegas a leerlo.¡Salud!

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