Me da un poco de vergüenza admitir que esta es mi primera incursión en la literatura del escritor gallego Darío Vilas, pese a que en mis estanterías descansan varias de sus obras. Pero me gusta creer que nunca es tarde, y la excusa de su última publicación me ha servido para iniciarme en este autor que, estoy convencido, me va a proporcionar mucho placer lector en el futuro.
La pena y la nada bajo un cielo color caramelo es una obra atípica. En primer lugar por el propio formato físico elegido, un fino bolsilibro de tamaño ligeramente mayor que el habitual en este tipo de publicaciones. En segundo lugar, porque su interior está dividido en dos relatos sin conexión entre sí más allá de la exploración de ciertos sentimientos. En tercer lugar, por la manera en que Darío Vilas utiliza la ciencia ficción en sus dos historias.
Si bien el título, en conjunción con la portada, nos sitúa en un cromatismo determinado, el relato (mejor dicho, los relatos) de este pequeño librito nos arrojan una magnifica mezcla de diferentes tonalidades. Eso sí, la pena y la nada, y sobre todo la soledad más absoluta, son los conceptos sobre los que giran las dos historias, con lo que en mi mente imagino el conjunto en clave de blanco y negro.
El primer relato, «La pena y la nada», nos presenta a David, un hombre de 50 años que se niega a firmar los documentos de acceso a Cielo. En la utopía (o distopía, depende del punto de vista) que se vislumbra en este relato, el miedo a la muerte ha desaparecido ya que todo el que alcanza cierta edad se marcha voluntariamente a Cielo, un paraíso en el que volver a encontrarse con sus seres queridos. Ello hace que la vida en la Tierra sea un continuo exceso dedicado al placer personal, aunque a David eso no parece importarle. El personaje adopta la mentalidad que cualquiera podría tener hoy día, eligiendo la incógnita sobre lo que espera tras la muerte en lugar del seguro viaje a un lugar mejor. Ello hace que sea visto por su sociedad como un bicho raro, un outsider que parece pertenecer a otro tiempo.
Este planteamiento, comprimido en apenas 15 páginas, nos lleva a la reflexión y a preguntarnos qué haríamos nosotros bajo esas normas. El cuento rezuma melancolía gracias a un narrador en tercera persona que permanece muy pegado al personaje, logrando transmitir sus sentimientos. El componente de ciencia ficción, como decía antes, sirve aquí para poner sobre la mesa el debate sobre el derecho a decidir nuestro destino.
«Bajo un cielo color caramelo» es una pieza muy distinta, mucho más apegada al género aunque con ciertas peculiaridades. Aquí tenemos a un astronauta confinado en Marte en un asentamiento que comparte con otras tres personas. Prefiero no desvelar nada más de la trama para que sea el lector quien se sorprenda con lo que sucede. Lo que sí puedo decir es que este es uno de esos relatos que te agarra y te zarandea en varias direcciones sin que seas capaz de reaccionar salvo para abrir los ojos cada vez más. Con ecos del Solaris de Lem y elementos que lo emparentan con Mars Company, el texto compone una brutal elegía sobre la soledad, la abrumadora sensación de vacío y la deshumanización obligada por las circunstancias, que se ve rematado con componentes de otros géneros como el terror, la acción y hasta el surrealismo.
Narrado en primera persona a modo de bitácora, el relato consigue transmitir cierta impresión claustrofóbica, pero también nos traslada la tristeza y el abandono que es el leit motiv del libro. Hacía tiempo que un relato no me hacía pasar por tantos y diferentes estados de ánimo. Extraordinario.
Darío Vilas ha optado en La pena y la nada bajo un cielo color caramelo por ofrecernos un díptico de relatos breves cuyo eje es el sentimiento de soledad, de no pertenencia a un lugar o un tiempo que resultan ajenos a los personajes. Con un trasfondo de ciencia ficción que invita a la reflexión, estamos ante una pieza que no debería perderse nadie, sumamente asequible en precio además, y que me alegra que haya sido mi puerta de entrada al universo Vilas. Magnífico.