Zozobra (Barbara Molinard)

por José Luis Pascual

Título: Zozobra

Autora: Barbara Molinard

Traductora: Vanesa García Cazorla 

Editorial: Sexto Piso

Nº de páginas: 176

Género: Relatos, Surrealismo

Precio: 17,90 €

SINOPSIS

La autora francesa Barbara Molinard escribió de forma incansable a lo largo de su vida, año tras año, durante varias horas al día. Sin embargo, atenazada por la inseguridad y la angustia, destruía de inmediato cada uno de sus textos. Solo ante la insistencia de su marido, el cineasta Patrice Molinard, y de su íntima amiga Marguerite Duras, autora del prefacio incluido en esta edición, accedió a entregar a la imprenta algunos de aquellos escritos. El resultado es Zozobra, su único libro.

Zozobra esboza un universo surrealista, construido por una imaginación tan poderosa como inquietante. Sus relatos adoptan la lógica contradictoria de los sueños, si bien se hacen eco de un malestar muy real: en la tradición de Franz Kafka, Djuna Barnes o Leonora Carrington, Molinard explora cada uno de los matices del miedo, la ansiedad y la desesperación. En estos trece cuentos, que laten con un ritmo frenético y alucinado, los personajes tratan de asirse a la realidad en pleno caos emocional. Claustrofóbicos e inquietantes, los relatos de Zozobra proporcionan una oportunidad única para asomarse al laberinto de la mente humana.

RESEÑA

En una decisión arriesgada, Zozobra da comienzo con ⁠«La mano cortada⁠», el que posiblemente sea el texto más puramente surrealista del volumen y el que más a las claras muestra una huida hacia adelante cueste lo que cueste. Es quizá el cuento que más problemas ofrece a la hora de dar con una interpretación, pero al mismo tiempo parece la mejor forma que tiene Barbara Molinard de enfrentar al lector y definirse con una fuerza arrebatadora. Lo que resulta innegable es su condición de puerta a atravesar para conocer a una autora de extraordinaria fuerza y, por qué no decirlo, fiereza literaria.

El innegociable estilo de Molinard nos regala toda una exégesis de lo onírico como única explicación al mundo. El desfile de kafkianas delicatesen continúan con ⁠«El hombre sin cabeza⁠», texto en el cual todo ese surrealismo exacerbado se pone al servicio de una historia oculta. En el desenlace se desenvuelve el sentido de un cuento que puede leerse de un modo triste y sorprendentemente racional, en uno de esos trucos de magia que nos reserva la buena literatura.

Otros textos, como «Ven», abrazan sin remilgos lo absurdo como razón de ser. Son textos chocantes, absolutamente imprevisibles, que impiden al lector situarse o agarrarse a un ancla que lo aterrice. El resultado, sin embargo, es tan estimulante como el descubrimiento de algo genuino y nuevo. Además, por muy paradójico que resulte, la manera que tiene Molinard de afrontar sus cuentos se transforma, para nuestra sorpresa, en un fidedigno retrato de la realidad.

La autora hace hincapié en la desorientación y el vértigo de la vida en la ciudad. A menudo, sus personajes son presa de la confusión y se ven obligados a emprender tareas indescriptibles. Tales empresas se dilatan en el tiempo y moldean el espacio a su antojo, como sucede en «La cita», cuento en el que un hombre debe atravesar una ciudad extranjera y desconocida para llegar a su cita con otra persona. Todo se vuelve volátil en las historias de Molinard, hasta el punto que el propio cuerpo de los personajes puede cambiar en cualquier momento. 

Pese a lo dicho, hay textos en el volumen que acuden más al simbolismo que a lo incoherente, y que proporcionan cierta estabilidad al dejar vislumbrar al lector la historia que hay detrás. Tal es el caso del maravilloso ⁠«La jaula⁠», relato que por sí solo justifica la adquisición del libro. En él, una mujer vive sus días en una especie de sortilegio que adquiere sus niveles más felices cuando conoce a Pierre. Se trata de un cuento que impulsa a valorar lo que se posee, a mirar cuanto nos rodea con veneración para no lamentar después su ausencia. La tristeza que desprende «La jaula», bajo el tratamiento tonal que aplica Molinard a sus creaciones, compone un fragmento literario de enorme valor que, además, ofrece un atisbo de otro de los temas principales que trata la autora: la enfermedad mental. Tema que, con mayor claridad, se explora en la segunda mitad del libro.

Se intuyen muchas notas autobiográficas en el tratamiento de algunas situaciones o sensaciones que se dan en los cuentos. La enajenación mental, tan presente en casi todas las historias, se engarza de manera troncal con el olvido, que bien podría considerarse como el leit motiv de la escritura de Molinard. La autora convierte ese escapismo de recuerdos en motivo de terror o, cuanto menos, de ansiedad y preocupación. La pérdida de memoria, por tanto, es la verdadera causa y origen de la zozobra.

Ejemplo de imprevisibilidad como virtud, resulta imposible anticipar por dónde van a transitar las tramas en Zozobra, expuestas sin remisión a un torbellino de ideas locas que lo pone todo patas arriba. El poso que dejan los cuentos aquí incluidos demuestra que se puede alcanzar la verdad en la literatura siguiendo caminos muy poco habituales. Es francamente alentador que se publique este tipo de libros en los tiempos que corren. 

3 comentarios

Vicente julio 23, 2024 - 10:25 am

Lástima que se haya perdido buena parte de su obra.
Excelente reseña, como siempre, te animas a leer.

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José Luis Pascual julio 23, 2024 - 11:13 am

Sí, es curioso, parece que esta autora quemaba prácticamente todo lo que escribía. Su vida debió ser un tormento mental curioso. Muchas gracias, Vicente.

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Daniel Aragonés julio 23, 2024 - 2:15 pm

Me apasiona esta autora, su forma de trabajar, para destruir. Que ganas de leerlo.

Reseña magistral.

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