En una reciente visita a Barcelona, tuve la ocasión de asistir a un pase sorpresa organizado por la sala Phenomena, que servía como homenaje a la figura del recientemente fallecido Gene Wilder. La sorpresa en mi caso fue doble, ya que me encontré allí con Jordi y Javi, dos de los jefazos de Sinaudiencia.com (uno de los programas de radio/podcasts sobre cine más longevos y más recomendables de cuantos existen, y que ya estáis tardando en escuchar si nunca lo habéis hecho) con los que tuve el placer de charlar y compartir visionado. La película elegida por la organización fue El expreso de Chicago (Silver Streak, 1976), cinta que supuso la primera colaboración de Wilder con Richard Pryor.
Lo primero que me quedó claro tras ver la película es que el paso del tiempo pasa factura indefectiblemente, por lo que es indispensable ponerse en situación y retrotraerse a la época en que este tipo de filmes triunfaba. Teniendo esto en cuenta, hay que decir que aún vista hoy “El expreso de Chicago” conserva cierta gracia y algunas virtudes como una estimulante mezcla de géneros que en nuestros días es difícil de ver. La trama gira alrededor de un editor de libros interpretado por Gene Wilder, que se embarca en un largo viaje en tren desde Los Angeles hasta Chicago. La primera noche allí, será testigo de un asesinato. Como vemos, la película tiene cierto toque de suspense muy a lo Agatha Christie, aunque será el tono de comedia el que terminará absorbiendo todo lo demás.
Como decía, el director Arthur Hiller, (también fallecido recientemente y cuyo mayor éxito fue Love Story), aglutina elementos de diferentes géneros para crear un producto final bastante atractivo. Encontraremos en la película secuencias propias del cine de acción, una trama detectivesca deudora del cine de espías de la época, algún momento subidito de tono e incluso un desenlace espectacular que nada tiene que envidiar al visto en muchas producciones del cine de catástrofes. Pero todo ello queda bien arropado bajo una capa de comedia, a ratos elegante y a ratos más gruesa, que se aprovecha del carisma de los protagonistas y de unos diálogos frescos y francamente divertidos. El buen hacer de Hiller en la dirección se beneficia de un guión con ciertos altibajos pero bastante original y bien acabado, obra de Colin Higgins. El éxito de “El expreso de Chicago” permitió a Higgins escribir y dirigir varias películas de cierto prestigio, como Juego Peligroso (Foul Play, 1978), Cómo eliminar a su jefe (Nine to five, 1980), y La casa más divertida de Texas (The best little whorehouse in Texas, 1982). Su prematura muerte a los 47 años de edad cortó una prometedora carrera.
Contrariamente a lo que suele creerse, la relación entre Gene Wilder y Richard Pryor no era buena. El excentricismo de Pryor unido a sus problemas con las drogas hizo imposible una buena amistad entre ambos fuera del plató. Sin embargo, la química entre ellos en pantalla es increíble, y los momentos en que ambos comparten plano transmiten una camaradería y una fluidez totalmente natural, cosa que demuestra la validez actoral de ambos. Aquí es Wilder el que lleva todo el peso de la película, y Pryor se incorpora cuando el filme ha alcanzado más de la mitad de su metraje. Eso no impide que los mejores momentos vengan dados por la pareja. Gene Wilder logra una actuación plena de elegancia y magnetismo, consiguiendo algunos de los momentos más recordados de su carrera. Richard Pryor aparece como un elemento puramente cómico y avasallador, con una presencia tremenda.
Alrededor de ellos orbita un buen número de secundarios de nivel, entre los que quiero destacar a un hombre siempre infravalorado pero que me parece un actor como la copa de un pino, el gran Ned Beatty. Destacables también son las apariciones de Jill Clayburgh, Patrick McGoohan o Richard Kiel (el eterno Tiburón de la saga Bond).
No quiero acabar esta entrada sin hablar de la magnífica banda sonora obra de Henry Mancini, que aquí compone un score con regusto a clásico y que logra enfatizar perfectamente la ambientación de la película en todas sus distintas vertientes, ofreciendo una gran variedad pero con un estilo reconocible. No en vano Mancini es uno de los grandes.
Tal vez “El expreso de Chicago” no sea una obra maestra (tampoco lo pretende), pero como habéis leído más arriba no carece de virtudes. Cierto es que en algunos momentos nos bajaremos de la película al igual que Gene Wilder baja del tren, pero rápidamente nos volveremos a subir a bordo. Su original amalgama de géneros la convierte en algo curioso, y desde luego tiene unos cuantos momentos de gran comedia. Y por supuesto, es una buena muestra de la elegancia interpretativa de Gene Wilder y la primera prueba para su recordado dúo cómico con Richard Pryor. Prueba que, en mi opinión, superan con buena nota.
Mi nota: 6,5