Me empiezo a preguntar si mi criterio cinematográfico empieza a perderse en pozos profundos de donde es imposible remontar, o si tal vez es el resto del mundo el que está equivocado (va a ser esto). Y es que, si se hace una búsqueda en la red sobre “Cheap Thrills”, la opinión es prácticamente unánime a la hora de recomendar encarecidamente su visionado. A ver, tampoco es que me haya parecido una bazofia, pero no comparto el entusiasmo del público en general.
Un apocado padre de familia y un antiguo amigo suyo se ven inmersos en una especie de juego de retos en el que se les ofrece ganar dinero por hacer una serie de cosas, a cada cual más retorcida. La precaria situación económica de ambos les empuja a participar en una espiral de locura que intuimos que no puede tener buen final. Bajo esta premisa, y si nos dejamos llevar por la trama sin buscarle tres pies al gato, nos encontraremos con una película más que correcta que ofrece momentos de un cruel humor negro y toques de surrealismo que nos hace preguntarnos qué demonios está pasando, lo cual está muy bien. Los retos que se proponen en el macabro juego que se plantea van aumentando en sordidez según avanzan los minutos, y eso es lo que mantiene al espectador con interés, el preguntarse cuál será el siguiente reto. Los actores cumplen bien con su papel, sobre todo Pat Healy y Ethan Embry (los “jugadores”).
Hasta ahí, todo bien. Vamos con lo malo. La dirección es convencional y no aporta nada original. Es más, el director aparta la cámara en algunos momentos críticos y nos escamotea una buena cantidad de truculencia. No sé si esto será decisión del director o una cuestión achacable a falta de presupuesto, pero no hubiera venido mal algo más de explicitud. La “actuación” de Sara Paxton deja mucho que desear, limitándose a pasear durante toda la película con una cara de palo que no cambia en ningún momento. Pero el gran defecto, lo que se carga la película, es que en el momento en que intentamos analizar minímamente la motivación de los personajes y su comportamiento, toda la historia se viene abajo. ¿Qué sentido tiene que un matrimonio derroche tal cantidad de dinero en proponer un juego absurdo a dos incautos, sólo por que se aburren? ¿Por qué correr un gran riesgo exponiéndose desde el principio cuando todo lo podrían hacer sin tener que dar la cara? ¿De verdad un tío triste como el protagonista tiene necesidad de llegar a los extremos a los que llega? Para mí todas estas cuestiones lastran la película y hacen que el guión no se sostenga. El desenlace tampoco es demasiado creíble, así que al final te queda la sensación de que se ha desaprovechado un material que podía haber dado mucho más de sí de haberse planteado de otra manera. Como ya me sucedió con The Den, creo que esta historia podría haber sido mucho más disfrutable como el capítulo de alguna serie tipo “Black Mirror” o “Masters of Horror”. Le doy un aprobado por los pelos.
Mi nota: 5