De algún modo aquel trabajo recayó en mí igual que la mierda tiende a deslizarse: de arriba abajo. Un servidor era nuevo en el despacho y, aunque algo sabía de la aureola de miedo que rodeaba aquel barrio perdido de la mano de Dios, no me quedaban más opciones que llevar los documentos en mano.
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Jorge P. López
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Bajo el Dolmen 2: Cuatro miradas (o la receta para una olla gitana literaria)
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