He aquí una semblanza a tres voces de un autor peculiar como pocos. Artículo homenaje a nuestro compañero Román Sanz Mouta.
Francisco Santos Muñoz Rico
-
-
¿Qué le voy a hacer, si soy racista? Seguro que pierdo amigos (si acaso me queda alguno), que me censuran, me vilipendian, me meten en una jaula con la momia de Hitler y la de Mussolini y nos arrojan sin piedad mondas de patata y otros condumios de mala fama; ¡me pondrán en la lista de los intolerantes! Mis libros dejarán de venderse, condenaránme a ostracismo sempiterno y patético, me instarán a seguir las malas costumbres cicuteras del racista también Sócrates.
¡Pero!
-
Hoy estoy nostálgico, así que busco la compañía de los viejos amigos, vuelvo a Lovecraft, del que tanto, al parecer, se habla, y tan poco se dice; hojeo el segundo volumen de la Narrativa completa, de Valdemar, y me detengo en El que susurra en la oscuridad.
-
La incontenible vena creativa de Francisco Santos Muñoz Rico vuelve a alumbrar una nueva obra. En esta ocasión, en forma de antología de relatos que confrontan entre sí. Impureza de lo accesorio: los cuentos salvajes es un puro contraste entre la violencia explícita y el sosiego meditativo, conformando un retrato fidedigno de un autor que en un universo más justo —o más delirante, no estamos seguros— coparía las secciones más importantes de las librerías de nuestro país —y de muchos otros.
-
La escena se desarrolla en la terraza de una conocida cervecería del Infierno. Todas las mesas están a reventar. Las mesas vip son las que dan al Leteo, por donde deambulan patos desmemoriados a la espera de algún trozo de pan caído, o las más de las veces: un gargajo.
-
ArtículosBajo el DolmenLiteratura
Bajo el Dolmen 24: Junto a las aguas plateadas del lago Champlaim o Imitatio Bradbury
Leí anoche este cuento de Joe Hill, Junto a las aguas plateadas del lago Champlaim, incluido en A tumba abierta. No es necesario que hayas leído, lector, el cuento, pero si vas un momentillo a leerlo, mejor; venga, espero.
-
He visto una película.
Tenía un rato y por razones que al lector ni le van ni le vienen estaba sentado frente a la televisión, sin ánimo de moverme de allí. No suelo ver muchas películas, pero de vez en cuando sí que me gusta echar un rato frente a la caja tonta… (No nos engañemos: es tonta, eh). Le he dado, claro, al botoncito de Netflix y me he ido a teclear incómodamente con el mando a distancia la misma búsqueda de siempre, sempiterna e inevitable: Terror.
-
Francisco Santos Muñoz Rico reseña «Desquiciada», novela de Juliet Escoria publicada por Horror Vacui.
-
Hace tiempo que no paso por aquí, bajo mi dolmen. Las plantas están sin regar y los cadáveres se descomponen sin que nadie les escriba una oda… ay; hace tiempo que no paso por aquí, en fin, a pelar la pava literaria, puede que, como afirman algunos, ya todo esté dicho y todo sea boutade y despropósito… O acaso no;
-
Mónica la Gorda. Ella misma piensa en sí como Mónica la Gorda, y lo hace con cierto glamour. Es elefantiásica. Su amiga es Carmen, que en realidad hasta hace poco era Paquito, y todo lo que Mónica tiene de gorda lo tiene Carmen de canija: son gitanas, pero igual que gorda y canija, la palabra gitana con ellas no puede albergar nada negativo, solo una gloria jacarandosa.