El joven matemático Alan Turing es reclutado por los servicios de inteligencia británicos para lograr interpretar los mensajes cifrados del ejército alemán.
A pesar de contar con una historia de fondo muy atractiva, el director noruego Morten Tydlum (que en 2011 nos trajo la magnífica Headhunters) se las apaña para realizar un film bastante plano, soso y predecible. Podríamos decir que la película es un biopic sobre Alan Turing, una de las mentes más brillantes del siglo XX y que está considerado como uno de los padres de los ordenadores personales. La trama se centra en un momento concreto de la vida de Turing, cuando comienza a trabajar en descifrar los mensajes que los alemanes lanzaban a través de la máquina Enigma. Además, se nos ofrecen varios flashbacks sobre la adolescencia de Turing y su relación con un estudiante.
Para mí, los problemas son varios. Cualquiera que investigue someramente sobre la vida de Alan Turing va a descubrir que la fidelidad que la película guarda con la historia real es mínima. Las licencias que se toma el film son numerosas, y todas están dirigidas a crear un producto hollywoodiense que contente al espectador medio. En varias ocasiones se fuerzan situaciones dramáticas que buscan reforzar el componente emocional, pero terminan resultando poco menos que ridículas.
El personaje de Turing está totalmente exagerado y casi parece una parodia de sí mismo. Vale que fuera un matemático brillante, excesivamente tímido y con problemas para sociabilizar, pero es que aquí se le retrata como si fuera el Sheldon Cooper de “The Big Bang Theory”.
Por suerte no todo es negativo. Hay que rescatar la muy lograda ambientación que deja claro que los Weinstein han invertido aquí mucho dinero. Todo el diseño de producción, vestuario, etc. está muy conseguido y no se le puede poner ningún pero. Además, el ritmo de la película está bien llevado y logra que aguantemos hasta el final con cierto interés.
Sé que a los académicos que votan para los Oscars les gusta este tipo de películas, pero me parece increíble que se nomine a Benedict Cumberbatch como mejor actor por delante, por ejemplo, del Jake Gyllenhaal de Nightcrawler. La recreación de Cumberbatch me parece demasiado exagerada e histriónica por momentos, y para nada digna de ser premiada. Del resto del reparto hay que mencionar a Charles Dance y a Mark Strong, que se comen la pantalla cada vez que aparecen.
En mi opinión, los hechos reales en que se basa la película ya eran lo suficientemente interesantes para crear un producto muy entretenido sin necesidad de inventar tramas accesorias que sólo sirven para restar credibilidad a la historia. se podía haber hecho una película más entretenida siendo mucho más fiel a la historia real. “The imitation game” se queda en el típico biopic académicamente correcto pero que no aporta nada nuevo y que deja la sensación de ser un telefilm de gran presupuesto. Decepcionante.
Mi nota: 4