Hoy intentaré ser breve. Ales Kot nos presenta en Niños salvajes una historia con tintes autobiográficos en la que introduce unos cuantos elementos filosóficos y metarreferenciales. Todo comienza cuando un grupo de adolescentes aparentemente armados asaltan un instituto y toman como rehenes a los profesores.
Pero con Ales Kot no te puedes fiar, porque nada es lo que parece en esta historia que va degenerando hacia una disertación meta en la que los personajes parecen hablarle directamente al lector. A ver, yo soy tan fan de Alan Moore como el que más y aguanto sus habituales peroratas sobre el bien y el mal con una sonrisa en el rostro, pero el rollo psicodélico y conceptual que se trae el señor Kot ya me parece una vuelta de tuerca demasiado rebuscada y pretenciosa. Y es que, en su afán de buscarle tres pies al gato, se olvida de conectar con el lector (aunque intenta involucrarnos de manera directa pero equivocada) al otorgar al relato una excesiva libertad que termina perdiéndose en la nada.
Al dibujo encontramos a un competente Riley Rossmo, al que ya vimos en el fantástico Bedlam vol. 1, y cuya línea de dibujo se adecúa a lo que pide el guión, mostrando unas líneas claras y muy poco detalle en cuanto a los fondos.
Soy consciente de que todo el guión es puramente metafórico y que realmente hay un mensaje detrás de “Niños salvajes”, pero por desgracia conmigo no ha funcionado. Pese a ello, es un cómic cortito y barato en el que tal vez encontréis algo que yo no he sabido ver. No digo que la obra sea mala, simplemente no es para mí.
Mi nota: 3