Regreso a la misión.
Estuve vagando de planeta en planeta, / recorriendo lunas, estrellas, asteroides / sin rastros de vida.
Sufrí una de esas célebres tormentas marcianas, / con eso está todo dicho.
A pesar de todas las ostentaciones, / casi todo sucede en la conciencia.
Intentaré comprender esto: hay termitas en la plataforma. / Afrontad esta maravilla: infinitas estrellas variables. / Observa: muy pocas estrellas viajan solas.
Todo parece tan silencioso desde aquí, / como si no hubiera nadie / allá abajo.
Nebulosas de hollín en este instante / impiden darse cuenta de nada.
Como ya comprobaréis por el extracto, hoy orbitamos sobre una obra un tanto especial (y espacial). Crónicas de la Galaxia es un libro de poesía cósmica, un compendio de poemas que surcan el espacio exterior intentando anidar en nuestro espacio interior. Dicho de otra manera, estamos ante una obra poética que aparentemente se enmarca dentro de la ciencia ficción. Y digo aparentemente porque, aunque el trasfondo galáctico está muy presente, David Eloy Rodríguez intenta explorar también realidades más íntimas, más cercanas y más reconocibles para el ser humano.
Estructurada en cuatro partes a las que el autor ha llamado informes, «Crónicas de la galaxia» pone en órbita una serie de reflexiones en las que el foco se encuentra más allá de nuestro planeta y que pueden observarse como una metáfora de aceptación (o negación) de nuestros propios límites. Todas estas “sondas” están lanzadas en frases cortas que, globalmente, adquieren una coherencia a modo de un relato espacial (algo difuso, eso sí) que insinúa malos augurios para el ser humano como especie. Aunque hay versos muy eficaces en este sentido, que resultan poderosamente sugerentes para evocar aventuras galácticas, otros nos remiten a una poesía más cercana, más terrenal.
No mentiré si digo que me hubiera gustado tener un hilo narrativo más cohesionado que ayudara a visualizar el dibujo completo, pero comprendo que la intención de David Eloy Rodríguez es otra. Como digo, muchas de las frases que el autor dirige al espacio nos hacen pensar en una nave a la deriva entre galaxias, sin demasiadas expectativas de llegar a encontrar un nuevo hogar donde establecerse. De hecho, una de las principales ideas que rezuma el texto es la sensación de desesperanza, representada en una voz que intuimos humana aunque no lo sea. Esto queda patente sobre todo en el llamado “último informe” de los cuatro que componen la obra, y que es mi favorito del libro. Ahí vemos además una posible interpretación a todo lo leído anteriormente, y por sí solo ya propone una idea tan fascinante como la desaparición del ser humano en detrimento de vida artificial. Es toda esta parte la más contundente y, tal vez, la más cercana a la idea previa que yo tenía sobre un libro de “poesía de ciencia ficción”.
Pero hay más. Durante un extenso prólogo, el autor nos explica cómo surgió este proyecto, en un relato que resulta muy interesante y que de alguna manera entronca con los recursos metaliterarios a los que nos acostumbraron a otra escala autores como Borges o Lovecraft. Por otra parte, el volumen se cierra con un genial postfacio escrito por Alberto Porlan, que adopta la forma de descacharrante reseña de la popia «Crónicas de la galaxia» escrita desde 50 años en el futuro, a la manera del más lúcido e irónico Stanislaw Lem.
La edición de Ediciones El Transbordador me parece una preciosidad. No hay grandes florituras en el interior, pero tanto el tamaño elegido (un pequeño y casi cuadrado 13x15cm.) como la ilustración de la portada y la textura de la cubierta convierten a este diminuto volumen en uno de esos objetos que apetece tener en la mano.
No cabe duda de que estamos ante una obra diferente. La insólita mezcla de poesía y ciencia ficción funciona de manera extraña, y se convierte en un documento apto para paladares que buscan sabores diferentes. En este sentido, recomiendo la obra de David Eloy Rodríguez como algo original, un conjunto de transmisiones espetadas al cosmos esperando encontrar un receptor.