Son pocas las ocasiones en que un deporte como el tenis ha servido como base para una película. De primeras, y más allá de Match Point (Woody Allen, 2015) (en la que no dejaba de ser un elemento accesorio) tan solo me viene a la cabeza Wimbledon, el amor está en el aire (2004). Si además queremos ver personajes reales en modo biopic, el único ejemplo que encuentro es La batalla de los sexos (2017), película que no he visto y que retrata lo que rodeó al partido que enfrentó a un hombre contra una mujer, siendo Billy Jean King y Bobby Rigs los contrincantes. Ahora nos llega Borg McEnroe, producción que se basa en la rivalidad que existió entre dos mitos del deporte de la raqueta como son Bjon Borg y John McEnroe.
Aunque la película tiene ambos nombres en el título, podemos decir que el protagonismo no está compensado entre los dos personajes, sino que le otorga un protagonismo mucho mayor a Borg, convirtiéndose en realidad en un biopic del jugador sueco en el que su rival cobra cierta relevancia. El punto en el que se sitúa la película es la final de Wimbledon de 1980, que podría ser el quinto campeonato consecutivo para Borg y el primero para McEnroe. Como suele suceder en este tipo de propuestas, es recomendable no revisar el resultado para no perder la sorpresa.
El pulso narrativo de la cinta es algo irregular, contando con una primera mitad bastante lenta en el mal sentido, tanto que se hace aburrida al acercarse peligrosamente a un tono telefilmesco. En la segunda mitad, a medida que nos acercamos al partido en sí, la atmósfera crece hasta atraparnos y llevarnos a un desenlace emocionante. Por tanto, la película va de menos a más. Aparte de esto, hay dos factores antagónicos que dilucidan entre sí el resultado final de la película, y que conciernen lógicamente a los dos protagonistas. Por un lado, tenemos una representación de ambos increíblemente conseguida, en especial en lo referente a Bjon Borg. El actor sueco Sverrir Gudnason logra mimetizarse con Borg, convirtiéndose físicamente en un calco del tenista. Shia LaBeouf, por su parte, no llega a tal grado de parecido, pero he de decir que su trabajo es sobresailente a la hora de copiar los movimientos en la pista de McEnroe, por lo que en ese sentido la película triunfa inapelablemente.
La parte menos convincente viene dada porque ambos personajes son retratados desde el más puro cliché. No parece haber intención de profundizar más allá de los hechos más conocidos en las biografías de ambos, y su tratamiento se concentra en presentar al sueco como un ser excesivamente frío, casi un robot sin emociones, y al inglés como todo lo contrario. Pero como digo, todo se queda en la superficie.
Posiblemente sea «Borg McEnroe» un producto recomendable para todos los que vivieron los enfrentamientos entre ambos, y que presente poco interés para alguien ajeno al mundo del tenis. Yo era muy pequeño cuando Borg se retiró, pero sí he visto jugar a McEnroe. Tal vez por ello la película me deja un poco a medias, aunque reconozco que funciona para despertar la curiosidad por revivir una época como aquella.