Relato: ÚLTIMAS GUERRAS, Parte II (por Román Sanz Mouta)

por Román Sanz Mouta
© François Flameng. The Battle of the Yser in 1914 (Paris, Musee de l’Armee)


Lee la Parte I


PARTE II



CAPÍTULO 5: MÁS POSTERIOR DEL ANTES

El peregrinaje fue penoso. Habían gastado los recursos en mi búsqueda, olvidando que debieran regresar.

Idiotas.

Cazamos en bosques. Pasamos sed en desiertos. Frío descendiendo montaña. Nos bañamos en el océano antes y después de cruzarlo.

Ella fue la primera en desaparecer.

Era evidente. Hablaba conmigo. Conseguía lo imposible, que me sintiese cómodo y no extraño.

Creo me estaba enamorando, porque cada vez que la tenía cerca, quería besarla. Y mi Abuela me dijo que eso es amor.

Aspiré a una caricia. La conseguí. Quise conquistar más.

Se la llevaron. Abajo. No supimos cómo. Pudimos imaginar quién. Más yo que el resto.



CAPÍTULO 6: GUERRA GUERRA Y GUERRA 

Por no haber, ya no quedan órdenes que cumplir. Resistir hasta el límite. No rendirse. Ese es el encargo.

Lamentable.

Aceptamos, aquí y ahora, porque no tenemos dónde ir. Estamos en una jaula sin puerta. Puede que seamos los únicos. Que aún, con sus escasos medios y condiciones, luchan.

A sangre y piedra.

Preparo mi mente para una carnicería. Cuando asomo al exterior, todos, como siempre, me miran. Me demandan. Que los guíe.

No quiero.

No puedo hacer otra cosa.

Ya no se distinguen días de noches. El Sol y la Luna no quieren saber nada sobre nuestra destrucción. Casi mejor.

Respiro hondo, grito algo para la moral, un sinsentido. Avanzo.

Me siguen.

CAPÍTULO 7: TERMINANDO EL ANTES

Llegamos a una base, secreta, sin duda. Un grupo de personas de vital importancia se reúnen conmigo. Me cuentan una película. La poca verdad que alcanzan a conocer.

No saben quién soy. Sólo saben que me necesitan. No para qué.

Me hablan de planes, anticipar, nuevas estrategias, victorias claves.

“No es posible” les contesto.

No entienden contra quién es la guerra. No aún. Será tarde cuando lo hagan.

Resignado, como siempre, acepto. No tengo nada mejor. No pienso volver a Casa. Aunque, si todo va como espero, el Hogar regresará a mí.

Llego a la liza. Hombres contra hombres con sus uniformes bien diferenciados, sus insignias. Su prepotencia.

Nos asesinamos entre nosotros. Pero no lo suficientemente deprisa.

Por eso recibimos ayuda. Todos los caídos se levantan, viejos y nuevos. Sin aliento. Atacan enemigos y amigos por igual. No diferencian. Sólo quieren multiplicar su fuerza, su contingente. Servir a un Maestro mayor.

Entonces ya no hubo bandos. Sólo vivos contra cadáveres de más o menos antigüedad.

Las matemáticas no engañan.

CAPÍTULO 8: HACIA EL CENTRO DE LA GUERRA

Avanzamos a través de paredes de carne. Toda naturaleza ha sido mutilada. No queda nada bello. Ninguna inspiración.

Los hombres, quizá hasta mis hombres, me siguen.

Yo sólo deseo el olvido.

Pero no dejaré a nadie atrás.

Repelemos la primera oleada. Vienen desde el aire. Se ocultan dentro de lo que antes llamábamos árboles. Se camuflan con las rocas.

Ahora una zarpa, después una esquirla, luego un movimiento feroz. Eso nos diezma. Cada ofensiva es un soldado que restan. Con un solo impacto.

Aguantamos. En círculo. Peleamos como nunca se ha peleado para ganar segundos por nada.

Desesperante. Inútil.

Son los malditos zarcillos… ¡Entran en ti…!

¿Qué habrá sido de las ciudades con tantas luces?

¿Qué habrá sido de la música?

Si caigo, ¿me levantaré y seguiré luchando? ¿Cuántas veces tendría que morir…?

Así funciono, me distraigo y dejo salir a otro yo. Ajeno. Me veo desde fuera. Brutal.

Termino de filosofar introspectivo y finaliza el duelo a su vez. Nos reunimos. Yo y Yo. El pelotón y Yo.

Seguimos avanzando. 

Continuará…

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