RITUAL ROMÁN XII: ASUNTOS DE MUERTOS (Nieves Mories – Cerbero)

por Román Sanz Mouta

ASUNTOS DE MUERTOS (por Román Sanz Mouta)

La frecuencia de resonancia es un arma tan poderosa que hunde puentes y trata enfermedades neurodegenerativas, rompe cristales y agrieta cimientos. Cuando esta baja a la cifra exacta de diecinueve hercios, produce visión borrosa, apariciones espectrales, alucinaciones sonoras. Incluso se ha ganado su nombre por derecho propio: la «frecuencia del miedo», que te puede llevar a lugares insólitos, que hace que algunos perciban ecos susurrantes o pasos en las escaleras. Otros atestiguan que sus espejismos fueron tangibles, que en ese trance tan parecido a la realidad encontraron justo lo que esperaban hallar. A aquellos a los que perdió.
A los que perdisteis.
A los que perdí.
A dieciocho hercios comienzan las microrroturas vasculares. Pueden producirse manifestaciones que se confunden con objetos tridimensionales, ya que es la frecuencia de resonancia del globo ocular. A diecisiete…
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Bienvenido a nuestra casa.
Bienvenido a nuestros Asuntos de Muertos.

CRONICA TEMBLOROSA Y BAJO EL INFRASONIDO

He quedado rendido ante esta obra en primera persona de corte intimista y sincera, tanto como tenebrosa. Que nos cuenta el periplo existencial de una niña con dotaciones increíbles y bien utilizadas en provecho familiar (esa familia disfuncional madre de todas las familias disfuncionales). Apoyada la trama en la teoría del sonido Coventry (algo digno de estudiar), la bajada de frecuencias sónicas que convocan a lo paranormal y su percepción, sea de a uno o de a muchos.
Si quieres y sabes escuchar. O te obligan.

Pues toda esta historia la cuenta una niña, Vic, que ya nació mujer fuerte y curiosa, con cicatrices, sola en compañía. Que nos sorprende con su mirada y verbo, al principio ajeno, luego fraternal y cercano.
Y cómo sus relaciones (sobre todo consigo misma) van más allá de fronteras hechas con cruces y tumbas, con lazos de sangres. Ya sea con su no padre y su no madre, con su hermana némesis y su hermano siempre presente, o con sus otras mitades mentales o carnales. El afecto llevado al extremo. Amar y doler.

He sentido un halo de nostalgia por esas pérdidas que no terminan de marcharse y que, por tanto, no puedes echar de menos. Y mucha complicidad con los protagonistas, una ternura infinita pese al daño que se provocan.
Pero no nos despistemos, porque esa familia prospera comiendo miedo infundido, que no infundado. Alimentando la esperanza y las creencias, repartiendo dudosos consuelos que traen de vuelta a los muertos y sus voces; tristes legados en ocaso. Un núcleo, Vic, la protagonista. Mara, la antagonista. Y unos faranduleros orbitando a su alrededor para hacer girar la atracción.

La persona de Pávlov es un concepto que me deja hueco. Reverbera. Duele. Aún más… Personas trágicas que dan todo sin recibir nada. Fronteras indistinguibles entre crueldad y justicia. Ideas manipuladas para secuestrarte en el universo de un «otro» u «otra». Porque cada cual crea su propia realidad, y rara vez se combina bien entre ellas, que corren paralelas, pero no son un río ni un flujo.
La existencia debiera ser compartir, crear. Y no utilizar.

Intuyo en toda la trama un subyacente anhelo por la muerte, pero no como final, sino como vida muerta, porque muertos en vida ya estamos todos. Observadores inertes que no pudieren sufrir.
Y es que lo cíclico es terrible. Porque te permite volver siempre al punto previo al error. Para poder repetirlo una y otra vez. Girar y girar. Como unas tijeras en el centro del tablero. Siempre las tijeras, simbólicas, físicas, frías, afiladas, cortantes…

Un pensamiento: ¿Quién ejerce más influencia, los padres sobre los hijos, o los hijos sobre los padres? ¿Quién tiene el verdadero poder? Unas raíces entran en otras y las doblegan, las asimilan e infectan con sus semillas.
Se siente y hiere el dolor de esa niña mujer con ojos de tormenta.

Una novela que se meterá bajo tu piel y hurgará en tus entrañas, que llenará los pensamientos de sensaciones. Contada con una cadencia de presentes, futuros y pasados que enlazan en organizado caos, con voz tan suave como contundente.
Gran obra de una autora de múltiple registro. Felicidades a Nieves Mories.

Pd: la casa no deja de ser un personaje más, la sala de azules apagados, de papel tintando. Esa celda. La buscaré…

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