Ritual Román XLI: Involución (Max Brooks – Reservoir Books)

por Román Sanz Mouta

Título: Involución

Autor: Max Brooks

Editorial: Reservoir Books

Nº páginas: 336

Género: Terror, asedio antropológico

Precio: 19,90€

Greenloop fue, hasta la inesperada erupción del Rainier, una selecta comunidad ecológica. Ubicada en los bosques del estado de Washington, a poca distancia de Seattle, ofrecía una vida idílica a sus habitantes, gracias a unos avances tecnológicos que estaban en comunión con la naturaleza.
Ahora, de entre los escombros y los rastros de sangre de la urbanización, han podido recuperarse los diarios de Kate Holland. En ellos se relata una historia demasiado espantosa para ser olvidada, tan horrenda que podría romper nuestras convicciones. Incluso las más firmes, como la solidez de nuestra civilización.
En las páginas de Involución, Max Brooks no solo hace público por primera vez el extraordinario testimonio de Kate, sino que también expone los resultados de su propia investigación sobre la masacre de Greenloop y sobre las letales criaturas que la llevaron a cabo, seres con un aura legendaria pero que se han revelado como terroríficamente reales.

 

CRÓNICA DE UNA BATALLA EVOLUTIVA

Vine a esta novela atraído no por la fama zombiquera del autor, sino por el personaje, concepto y mito que supone el Sasquatch (primo de mi querido Wendigo). Y quería otear cómo afronta la presentación, comportamiento y amenaza de una criatura tan indómita y desconocida, aunque tengamos regados los oídos con ella (al menos quienes buceamos en lo profundo del bosque). Y me he encontrado con un manuscrito bastante entretenido pero con varias incongruencias, menores, eso sí. Cual viene a ser esa sociedad de nuevos hippies, que no lo son porque se trata de una pequeña comunidad acomodada que vive y depende de la tecnología, y aún así predican con reglas ortodoxas de old new age adaptadas a los tiempos. Que se trasladan y promueven su emplazamiento allende la civilización, pero que a la vez no están preparados para tan inhóspito y apartado lugar, independientemente de las vías de comunicación y de su dependencia total de los envíos diarios desde cualquier empresa imaginable y para cualquier consumible o capricho posible. Llegando a tener vacías sus despensas. Su nido. Su previsión.

Ya el contraste de estos personajes, que son bastante pocos, y que nos vienen narrados a través de un diario trazado por la protagonista y alimentado con una investigación a posteriori trenzada por un narrador que se nos descubrirá al final, quien cuenta ya de buen inicio que la cosa, el enfrentamiento, no acabó bien, sino en calamitoso desastre. Pues estos escasos protagonistas (bien esbozados) tampoco forman una comunidad cerrada, si nos referimos a la complicidad o interrelaciones entre sus miembros, sobre todo los que más llevan en ese nicho de confort ermitaño, hasta que empieza la verdadera guerra. Parecen escogidos al azar, sin matices en común, y eso complica la supervivencia llegada la hora de la verdad (y la empatía del lector/a). Porque el amparo del liderazgo que les ofrece su promotor se demostrará pronto vacuo, un falso mesías con pies de barro.

Pues se trata de esta colonia, situada a las afuera de Seattle, en lo más recóndito del bosque, y demasiado cerca de un volcán, la que se ve totalmente aislada del mundo exterior y de la civilización consecuente, cercenadas sus posibilidades de comunicación y abastecimiento, quedando totalmente desposeídos y desamparados. Pues la erupción del comentado volcán ha arrasado las inmediaciones causando un sinfín de víctimas, inundado carreteras y foresta de lava, y provocado dentro del caos general una serie de violentas revueltas y saqueos vandálicos para los que las autoridades no dan abasto. Con lo cual, la probabilidad de ser buscados específicamente desciende hasta lo remoto. Y se dan cuenta de que no están preparados, principalmente por la figura emblemática de Mostar, quien se convierte en la guía espiritual a través de órdenes directas, manipulaciones e incluso mensajes subliminales, ni para la naturaleza salvaje ni para esa supervivencia por sus propios medios y sin las comodidades heredadas, pese a sus lujosas viviendas y sus artilugios de diseño. Su tiempo está contado en la comida que les queda. Tic tac tic.

Y ahí es donde la novela cambia. Pues entre esa estampida de animales que escapan de las faldas del Rainier, nos encontramos con la criatura de leyenda, el Sasquatch o Bigfoot, que viene tanto a la fuga del fuego como persiguiendo a esas sus presas que huyen del hábitat natural común y de las que depende esta criatura para su alimentación. Colisionando con la comunidad.  Un ser humano con el que, probablemente, hace mucho que no tiene trato ni conflicto, pero que puede que a nivel ancestral recuerde como enemigo, o incluso fuente de alimento. Así que este ser, enorme, poderoso, temible, implacable, decide evaluar al hombre por medio de los habitantes de Greenloop.

De nuevo tenemos un giro. Pues no encontramos la figura representativa que esperamos en una novela de terror clásica, sino que hay un tratamiento casi sociológico, y definitivamente antropológico, tanto desde el lado humano, donde unos personajes cambian y se adaptan y otros se hunden en su misera ante las dificultades, y por el otro lado se nos permite indagar, a través de esos mismos ojos de Kate, sobre cómo se comportan las castas del Sasquatch, una familia perfectamente definida y con objetivos comunes que sigue una sola voz, o un solo gruñido, más bien. Y están esos vínculos explicados casi al competo y plenamente desarrollados, pues nos aturde casi el aprendizaje sistemático para ganar el asedio que sostienen con el hombre, mientras que estos mismos humanos retroceden a tiempos y comportamientos atávicos generando una oportunidad, si no de victoria, sí de la susodicha y repetida supervivencia.

Esta es la guerra que contemplaremos. La evolución contra la involución. Humanos que se defienden, casi en broma al inicio del baile, de lo que consideran animales poco inteligentes, cuasi mascotas graciosas. Y que son superados en la demostración del ego soberano derrocado para comprobar, por enésima vez, que no somos la cima evolutiva. Este asedio sobre el grupo recluido, casi pruebas de laboratorio que efectúan los pies grandes, con escaramuzas testadas por acierto y error, y siempre tanteando para mantener su ventaja, es repelido por la parte más visceral y primigenia de los menguados que mantiene el fuerte en pie. Recrudeciendo la batalla. Prometiendo que habrá vencedores y vencidos, pero no prisioneros. Pues quien muere, en alimento se convierte, de forma bidireccional.  Hasta que, vista la verdad de cada bando, el ataque se convierte en abierto. Donde lo pasaremos mal. Y veremos escenas imperdonables, pero necesarias.

Esta es la obra que tratamos, narrada con sencillez, quizá abusando demasiado de las reiteraciones con un lenguaje simple, pero que consigue, más a medida que avanza la novela, enganchar, creando, ahora sí, empatía, tanto con las supuestas víctimas de Greenloop con Kate a la cabecera, como con la tribu de criaturas, que no hacen más que dejarse llevar por el instinto. Y pese a algunas dudas iniciales por esas contradicciones comentadas, la novela me ha dejado un gran sabor de boca, un buen número de intrigas personales, y la sensación de haber leído una obra en vorágines, e incluso alguna verdad que nos da miedo contarnos. Reconocernos. Rememorar…

Lo dicho, no esperéis al hombre contra la bestia en una cacería interminable y con los roles definidos, pues os llevaréis a engaño. Ni una obra de sombras y sustos en la noche. O una prosa elevada. Entrad libres de prejuicio, dejad atrás vuestras pieles y disfraces humanos, y recordad cómo fue todo tiempo atrás. De ser así, os vais a divertir.

Pd: me sigue intrigando la cultura de los Sasquatch… Mucho. Y empiezo a dudar sobre ciertas certezas…

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