Ritual Román XLVIII: La casa de hojas

por Román Sanz Mouta

Título: La casa de hojas

Autor: Mark Z. Danielewski

Editorial: Alpha Decay, Pálido Fuego

Nº páginas: 736

Género: Metaterror

Precio: 31,90€

Will Navidson, un famoso fotoperiodista premiado con el Pulitzer, se traslada con su familia a una casa del entorno rural de Virginia en un intento de salvar su matrimonio, seriamente perjudicado por sus continuos viajes y su adicción al trabajo. Pronto, Will descubre que la casa presenta una anomalía singular: su espacio interior es ligeramente más grande que el que debería ocupar según sus dimensiones exteriores. Así comienza El expediente Navidson, un fascinante documento que narra los sucesos acaecidos en la casa de Ash Tree Lane, la Casa de hojas
Navidson tratará de averiguar qué secreto esconde la casa, mientras procura poner a salvo a su familia con el apoyo de su hermano gemelo Tom, y recurriendo a todos los medios a su alcance, incluida una temeraria expedición espeleológica. 
Mientras Will se enfrenta a los peligros de esa casa encantada, Johnny Truant, un joven tatuador con problemas con las drogas, malvive en un sucio apartamento de Los Ángeles. Las historias de Truant y Navidson se entrelazarán gracias a un hallazgo que cambiará la vida de todos los personajes inolvidables que recorren esta novela monumental. 
La Casa de hojas fue el magistral debut de Mark Z. Danielewski, un monumento entre el terror, la erudición académica y el juego posmoderno en el que encontramos múltiples referencias a Stephen King, Umberto Eco, el simbolismo de Moby Dick y la audacia formal de James Joyce. Un clásico indiscutible de la novela del siglo XXI.

CRÓNICA DE UNA EXPERIENCIA MÁS ALLÁ DE LA SIMPLE LECTURA

Introducción a la crónica:

Corren tiempos, y más concretamente en el agostado 2020 de penalidades e infortunio, en que la literatura es considerada como un solaz; un simpe producto para el entretenimiento, que cada vez se demanda más raudo y fugaz, más digerido, una pieza para disfrutar o desechar en caso que no produzca las sensaciones deseadas desde el minuto uno (cosa de las expectativas creadas, propias y ajenas). Que está en la obligación de llamar nuestra atención, que para eso invertimos, sin adquirir recíprocamente ningún tipo de compromiso como lectores hacia la obra. Es el camino del conformismo al que nos conduce el embudo que son editoriales, distribuidoras, librerías, publicistas, prensa y poderes fácticos en general (ya me diréis cuánto es exageración y cuánto no) de las letras. Pese a que uno, si realmente busca, siempre puede encontrar plumas e ideas inquisitivas, probablemente marginales, en pequeños sellos o fanzines, publicaciones digitales, cuentacuentos incluso. ¿A qué viene esta disquisición? Porque difiero de estas corrientes. Mi perspectiva me requiere implicarse y complicarse con un libro, que no tiene por qué ponértelo fácil, que no tiene que ofrecer su contenido masticado; su narrativa, su estilo, su lenguaje, su argumento múltiple. Para que el lector lo entienda como un desafío, un enigma a resolver juntos, página a página. Una pelea en coito de iguales hasta desentrañarlo y, en el proceso, disfrutar mucho más que con una simple lectura. Planos y dimensiones. Porque eso es lo que deja huella, esas son las novelas que la memoria almacena como inolvidables, aunque no regresemos a ellas físicamente. Aquí vamos a diseccionar ese tipo de novela.

Sensaciones:

Hecha esta declaración, he de afirmar que me he enamorado de La Casa de Hojas, emoción a la que tenía claro iba a sucumbir en cuanto lo adquirí recién disparado en las estanterías, y que temía que no sucediese, y por ello he postergado su lectura, desde aquel lejano 2014, hasta este nefando 2020. Pero hemos coincidido, encontrado y reencontrado, pues me ha acompañado su innegable voluminosidad de mudanza en mudanza, y ha sido para bien. Me he tomado mi tiempo, le he regalado parte de mi mente compartimentada, y le he entregado gran parte de mí para poder estar a la altura de sus enrevesadas entrañas.

Lo que podría ser el argumento:

Vienen curvas, lo más difícil de esta crónica, sintetizar la novela, porque de mi opinión solo saldrán parabienes. ¡Vamos a ello! Merecerá la pena el intento; prometido.

La Casa de Hojas trata sobre una casa inexplicable, fuera de las leyes de la física, interminable, que se expande y se contrae, que resulta tan aséptica como fagocitadora. Pues tiene hambres, en plural. Aunque en realidad no es una casa, sino partes de la misma que surgen fuera de plano y arquitectura para perpetuar sus dimensiones ignotas. Trata sobre un terror incognoscible, que atenaza a los que entran en esos espacios improbables, y también a los que quedan fuera y tienen conocimiento de los mismos, provocando un anhelo de más, ya sea saber más como espectador, o adentrarse más profundo como pionero y explorador. Genera la casa esa necesidad.

Esa casa la padecen en primera persona Navidson y su familia, recién mudados, junto con varios allegados o profesionales, que se van agregando en colaboración para desentrañar el misterio, primero de un pasillo, luego de una sala, después de unas escaleras que descienden más allá del fin del mundo. Y luego, luego y durante viene lo infinito, lo aterrador, lo incomprensible. Para mal de casi todos. 
Este Navidson, fotógrafo implacable e impecable, junto con su mujer, la fría Karen, realiza un reportaje, una película, un documental, el término varía según a quién preguntes y el concepto que tenga de su verosimilitud, de precisión milimétrica sobre todo lo que allí sucede, lleno de testimonios y de visiones de todas las partes, en el que incluso se manifiesta la casa, poco tímida.

Ese podría ser el germen de la novela, su matriz. Pero este documental de Navidson, que pasa por veraz, y sobre el que se nos ofrecen fechas, artículos, entrevistas con personajes afamados o científicos refutados, e incluso entradas de libros referenciales, todo ello perteneciente a nuestra realidad, la que compartimos, ellos y nosotros, es mucho más.

Pues esto lo cuenta y lo escribe un viejo ermitaño, Zampanò, que parece haber dedicado su vida a estudiar ese documentar y lo que le rodea, y componer un ensayo lleno de eruditas anotaciones, junto con reflexiones de diversa índole y comparaciones con la mitología clásica y las artes pretéritas que conjeturan sobre la casa. Este anciano, peculiar, permaneció encerrado en su propio hogar redactando tamaño estudio, con ayuda de asistentas, traductoras y expertas en diversos campos de la ciencia o la creación, que le concedían más trasfondo, más densidad y alcance a su obra propia sobre una obra ajena. Dejando constancia efímera de su opinión en progresivo caos. Así construyó su tratado. Hasta su muerte. Y son algunas de sus palabras las que leemos, pero no de su boca.

Ya que el tercer circulo concéntrico y quien en realidad nos cuenta esta historia, prácticamente de metaliteratura sin el prácticamente, es Johnny Truant (todavía especulo sobre su verdadera identidad). Un joven desaforado, metido en el circuito de clubs, de alcohol, de drogas, de bello sexo sin compromiso, y con un trauma familiar devastador. Lo cual no es ni bueno ni malo para nosotros, pero sí conveniente de cara a que él se sumerja en ese hallazgo, se obsesione con el mismo padeciendo su cordura y nos arrastre en su viaje sin retorno. Ya que él, aparte de leer literales las palabras del viejo y todas las referencias que le parecieron importantes acerca del ya mencionado documental (sobre el que, años después, aún se discute largo, enfervorizado, con bandos sobre si son ciertos los hechos que en el mismo ocurren, si es posible la misma casa)añade sus propias experiencias lisérgicas, abstractas, sexuales, afectivas, oníricas y pesadillescas, difuminado la frontera que suponen imaginación y realidad (en caso de existir esta última). Así, le acompañamos no solo por el documental, sino también en los progresos de su perturbación, cuando se adentra tanto (y nosotros con él) en esa vorágine de ideas insanas que ya no diferencia. Lo que le lleva al encierro y autodestrucción. Como antes hicieran el propio Navidson, el propio Zampanò. Cíclico. Y no revelo ni desvelo nada, esa es parte de la magia que contiene La Casa de Hojas.

Esta suma de subconjuntos, de voces, nos ayudan a comprender desde toda y cada dimensión lo que sufrió Navidson y su familia, de gran relevancia para el gran público allende los años. ¿Verdad o fake? ¿Truco o trato? Pues esta es una sinopsis breve de la novela. ¿Bien?

Conclusiones:

Un ensayo y un descenso a la locura, que no un ensayo sobre la locura o cómo alcanzarla. Todo gira sobre la casa, orbita, se fundamenta. Estuvo y estará allí, se revelará cuando deba, pero no la busques, te alcanzará ella y sus dimensiones de otro mundo.

La lectura resulta en una experiencia. Que se degusta con paciencia, pues reconozco que, además de su particular diseño, no he querido yo avanzar más de diez páginas al día, para asimilarlas, para relacionarlas, para volver delante y detrás y absorberlo todo sin perderme una sola de sus aristas y detalles. Un trabajo arduo y terriblemente satisfactorio, os lo garantizo. Eso no significa que no pueda leerse de pasada, e incluso ignorar las notas, yendo directo a la historia principal, pero eso significaría dejar de lado todos sus matices, y resultaría imperdonable. Si tenéis tiempo, paciencia, espacio (importante el espacio, y que sea un espacio conocido) y curiosidad, abordad esta novela, aprovechando además su nueva edición. Extraviaros en la misma. El terror subyace, estremece, empatizas con los personajes, en demasía. Pero esta obra es tan amplia que no puede restringirse a un género, porque transciende. Y te necesita para sus intenciones. Ven a jugar…

Pd: continúo subyugado y pensando en La Casa de Hojas. No puedo sacarla de mi mente. No puedo. Quizá si yo también escribo sobre ella, si le añado otra capa…

Pd II: si, me prometí no hablar de psicología ni de filosofía en esta crónica, que da para ello la obra. Y cumplo. Cada cual, su análisis e interpretación cuando la lean. Porque la leerás.

Pd III: seré muy sincero; esperaba una novela más difícil, más compleja. Que no os intimide.

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