Ritual Román 58: Ciudad revientacráneos

por Román Sanz Mouta

Título: Ciudad revientacráneos

Autor: Jeremy Robert Johnson

Editorial: Orciny Press

Nº páginas: 340

Género: Suciorealismo futurista, lisérgico y perturbador

Precio: 16,95€ /4,99€ (digital)

P. Doyle se ha pasado la vida en las oficinas de un banco, sentado en un cubículo desde el que se dedicaba a ejecutar las hipotecas de sus clientes más desfavorecidos, a borrar los rastros de las operaciones fraudulentas y a todo tipo de malas prácticas. Nada que el resto de sus compañeros o los empleados de otros bancos no hicieran a diario a cambio de un coche, una casa, un seguro médico y algún que otro aumento de vez en cuando. Pero se ha cansado de jugar a ese juego y tiene un plan para derrotar a ese corrupto sistema desde dentro. Tan solo necesita el empujón que le proporciona la hexadrina para mantenerse despierto y llevarlo a cabo. Pero después de descubrir algo monstruoso entre los archivos del banco y caer en una adicción más bestia de lo que quiere reconocer, se ve envuelto en una conspiración que va mucho más allá y que amenaza con destruir la vida sobre el planeta.

Ahora le tocará sobrevivir a la pesadilla en la que se convierte la ciudad revientacráneos. Entre sus calles hipervigiladas por drones y cámaras de seguridad, no solo lo perseguirán los sicarios del banco, sino que además se topará con unos extraños monstruos a los que les encanta comerse el cerebro de la gente. Por desgracia, solo tiene una baza para enfrentarse a ellos: su adicción. Por suerte, cuenta con una ayuda impagable para salvar al mundo: su tortuga Deckard.

 

CRÓNICA DESQUICIADA

Doyle y Deckard, politoxicómano y tortuga, contra un mundo de cimientos ambiguos, de titiriteros aspirando a demiurgos. ¡Al turrón!

Todo el texto en sí es una exaltación de la exorcización, un llamamiento a la rebelión, un aviso a posteriori por las reminiscencias de aquello ya sucedido que es su antes y nuestro después. Lo que nos espera por la ambición, la dependencia de la tecnología, y la inhumanidad y desconexión que hemos creado (a más red global, menos contacto personal). A través de ese uso agresivo, psicópata del lenguaje, con combinaciones tanto lingüísticas como fónicas, que me recuerdan a Francisco Jota-Pérez en su Homo Tenuis (y otras obras), Daniel Pérez Navarro y su Ritos Salvajes, o Francisco Santos Muñoz Rico en sus escritos oníricourbanos (sé lo que me digo).

La manera en que describe cómo va a pillar el protagonista su veneno, lo único que le permite funcionar, y luego los efectos de esa droga, tanto contundentes como residuales y tangenciales, están dotados de un realismo certero (me lo ha contado un amigo) que contagia. Algo que los viejos yonkis pueden certificar rememorando en el rascar de sus venas y sus cerebros en la memoria desgastada. Toda esa marabunta de sensaciones hormigueando en la piel y en la imaginación; el subidón, el viaje, la hiperactividad y clarividencia, la gloria, el bajón, el mono, el síndrome de abstinencia… Todas ellas asaltan el cerebro con su mejor caballería, hasta devastarlo por completo para deconstruirlo mal.  

La novela avanza por capas, mundos dentro de bolas de cristal oníricas dentro de relojes de arena dentro de otros mundos, desbordando, descubriendo siempre, tanto el pobre Doyle como el lector, cuál será el siguiente paso por sorpresa. Insidioso cada avance, más aún los motivos que cuales pilares lo sostienen. ¿Es suficiente creer? ¿Qué es verdad y qué es mentira?

El primer mundo, el reivindicativo, donde lucha a la deriva de la droga contra y a favor del banco multinacional, mientras se reduce a lo más bajo para seguir con su suministro, fluido vital que le alimenta, alternando con los personajes más bizarros. Sin descuidar a su tortuga. Contando la intrahistoria de la ciudad, sus castas, sus agujeros negros.  

Y despierta.

Para ver los hilos. Las intenciones. A los titiriteros. Perdiéndolo casi todo. Pero sigue siendo la pieza, o un Frankenstein de piezas. Un instrumento, herramienta al servicio de objetivos mayores. Ahora ya sabe por qué lucha, contra quién, siendo escogido por uno de los bandos. Creando nexos, sintiendo más allá de la droga. Y la guerra, de sangres y de conocimiento, se recrudece. Por los experimentos, diferenciar lo virtual, quedar preso en la imaginación de otro, escapando de monstruos que cobran vida y mezclan lo atávico y lo rabiosamente moderno. 

Y salta. A la transformación, la comprensión de lo individual y lo comunal para descubrir al fin la verdadera realidad, los límites de la moral, y tener una motivación para continuar la lucha. Ella; siempre una ella, inseparable pilar. En el lado opuesto del ring, la némesis, un dios Lobo y la organización que le orbita para imponer su presencia, cambiando nuestro presente por imposición, el tuyo y el mío. ¿Qué bando elegirías? Porque, además, se nos muestran otras voces, otras historias, otras inercias.

Sintetizando caótico: argumento, sobresaliente. Me esperaba entresijos de ciudades futuristas, y me he encontrado con los días del mañana probables tras estos años de abuso y mansedumbre. Los personajes, aplastados, sentenciados, resignados; como debe ser cuando se enfrentan a aquello imposible de derrotar, que en parte todavía no comprenden. La atmósfera, cuando una novela te pica en resquemor y te obliga a rascarte, es buena señal, pues esta obra descabalga, para bien, las expectativas y lo que esperas que suceda. El ritmo, frenético.

Conclusiones: novela agresiva y transgresiva en sus formas y lenguaje, como también en la historia y subtramas. Aunque tenga la impresión que relaja el ritmo al final, en pos de cuestiones metafilosóficoexistenciales (necesarias para el contexto), es cuestión de perspectiva, verosimilitud dentro del compromiso autor-lector, que se cumple. Porque el desenlace no puede ser otro, ni se debe llegar por otro camino. El recorrido de aprendizaje y sacrificio es brutal. Y las sensaciones que deja, muy positivas.

Todes, a la ciudad revientacráneos.

 

Pd: la hexa tiene que ser un viaje epopéyico. ¿Dónde se consigue?

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