Da igual (Agota Kristof – Alpha Decay)

por José Luis Pascual

Título: Da igual. Los veinticinco cuentos despiadados de Agota Kristof

Autor: Agota Kristof

Editorial: Alpha Decay

Nº de páginas: 80

Género: Antología perversa

Precio: 14,50€ 

El otoño, cada año, nos sorprendía en aquel jardín con un puñado de hojas rojas que caían de repente de los árboles cuando aún creíamos que tendríamos buen tiempo para rato.
Era asombroso, caían, caían formando por el suelo una capa cada vez más espesa; nos metíamos dentro, descalzos, todavía hacía calor, nos reíamos, empezábamos otra vez a tener miedo.

Agota Kristof fue una escritora húngara que se vio obligada a abandonar su país natal durante la revolución húngara de 1956 para refugiarse en Suiza. Allí, con apenas veintiún años y un bebé de cuatro meses, tuvo que enfrentarse a una nueva vida que no le puso las cosas fáciles. Cinco años en Suiza aguantó hasta que dejó su trabajo en una fábrica y a su marido, y se dedicó a escribir. Los cuentos englobados en Da igual son sus primeros textos en francés, y de un modo extraño pero inevitable dibujan una realidad distorsionada y evidentemente marcada por épocas de conflicto.

Lo que encontramos en este pequeño e intenso volumen es una serie de relatos muy breves que por un lado evidencian la lucha de clases, la maternidad o la locura, y por otro presentan un envoltorio sobrio pero retorcido en una literatura que deja —en el buen sentido— un poso amargo en el lector. Así, no es difícil encontrar un tono perverso y con un cínico sentido del humor, como El hacha, mezclados con otros que se adhieren más a un contenido simbólico que nos mueve a reflexionar o al menos a buscar entre las letras, como es el caso de La casa, en la que se narra una continua huida hacia adelante a pesar de estar el protagonista atado al pasado.

Otros textos, como El niño, nos llevan a ese tipo de relato contundente que nos obliga a mirarlo con otros ojos tras leer la última frase, y que nos congela la sonrisa para darle un martillazo y romperla en mil pedazos. Es una concepción clásica pero a la vez moderna del relato, y cercana en muchos tramos a la literatura de género. En este sentido, me resulta admirable y estremecedora la crudeza extrema encerrada en Mi hermana Line, mi hermano Lanoé, donde dos simples pero inmisericordes líneas de diálogo esconden un pozo infinito de oscuridad concentrada en un espacio mínimo.

También hay espacio para una melancolía girada en ángulos imposibles. Tal cosa sucede en cuentos como El buzón Las calles, donde la soledad se hace corpórea en personajes de corazón pétreo e imposible de moldear. La atmófera deviene en onírica, incoherente a veces, con una cualidad líquida que se cuela en los intersticios de nuestro cerebro. Esa melancolía explicita una reivindicación de la vida rural, sencilla, que de una manera u otra siempre es devorada por la civilización, por el conflicto familiar, por dejar atras la niñez. Kristof deja entrever la decadencia espiritual del ser humano moderno, la pérdida de la inocencia que más que pérdida es olvido, la amargura de abandonar tus raíces.

A nivel técnico, la autora hace gala de narradores que van al grano, poco dados a vericuetos poéticos —aunque los hay— y a prosa recargada. Son cuentos directos y austeros por los que de vez en cuando se arrastra el sibilino eco del mal. Esa sobriedad se tambalea de fondo en relatos como el surrealista Los números equivocados, donde asistimos a diálogos absurdos que en realidad esconden cierto sentimiento de urgencia provocado por la soledad; y directamente se derrumba en Da igual, el relato que da título al volumen, donde el simbolismo pasa a un primer plano, obligando al lector a indagar en la mente de la propia autora para terminar de dibujar los pasajes esbozados en sus tres párrafos. Y aún así, el lenguaje es llano, directo, seco.

Da la sensación de que Agota Kristof es capaz de escribir sobre cualquier cosa, aunque su experiencia vital sobrevuela cada una de las palabras de Da igual. Lo interesante es ver cómo en la mayoría de relatos del volumen algo se mueve entre las líneas, dejándonos intuir su presencia con gran sutileza. Al mismo tiempo, la autora nos rocía con un aura de tristeza, ya sea por las oportunidades perdidas o por una errónea búsqueda de la identidad propia. Pero lo que queda, por encima de todo, es un sentimiento concentrado en una palabra, una palabra que muy acertadamente aparece en la portada de la edición de Alpha Decay: los cuentos aquí incluidos no son otra cosa que despiadados

2 comentarios

Rocío abril 22, 2021 - 9:32 am

Justo ahora estoy con él. Ya os contaré.
Un abrazo.

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José Luis Pascual abril 22, 2021 - 10:17 pm

Estaré atento a tu opinión, Rocío!

Un abrazo.

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