Ritual Román 69: Sacrificios humanos

por Román Sanz Mouta

Título: Sacrificios humanos

Autor: María Fernanda Ampuero

Editorial: Páginas de espuma

Nº páginas: 128

Género: Terror

Precio: 15€ / 5,99€ (digital)

Todos podemos ser el demonio del otro. Todos podemos ser el sacrificio humano de ese otro. María Fernanda Ampuero, una de las voces imprescindibles de la literatura latinoamericana actual, nos empuja magistralmente a un universo húmedo, podrido y hostil donde la violencia marca la narrativa de nuestras vidas. En ese mundo se yergue una bestia de muchas cabezas que aterroriza y muerde a los débiles, a los marginales, a los sacrificables en aras del silencio, de la desigualdad, del odio, del abuso, de la muerte.
Así, cada historia es un grito que contempla a las víctimas de estos sacrificios humanos que permanecen cada día en los altares de aquellos que los celebran, los ocultan o miran hacia otro lado.

CRÓNICA

He tenido la suerte de acercarme a esta autora, eslabón brillante de esa corriente que nos trae maravillas, y que asocio (por nombrar un par y dentro de mi todavía desconocimiento) a Mónica Ojeda o Mariana Enríquez. Nuevas maestras del terror, pero un terror que indaga en el realismo y la miseria, con lenguaje crudo, directo, buscando compartir su mensaje con el lector a través de herirlo, para que sienta lo mismo que las sufridas protagonistas. Con exquisita prosa, desde luego. Esta compilación de cuentos, deliciosa para cualquier aficionado a la literatura (vamos a acabar ya con lo de «amantes del género», Terror es literatura con mayúsculas), nos muestra su variado repertorio a la hora de contar historias, desvelando un estilo que os conquistará. Una voz directa, por momentos chabacana, por momentos elevada, todo ello intencionado, con un talento incuestionable.  Vamos a deslavazarlo, a sumergirnos…

Biografía: visión directa y lesiva de la inmigrante, de la mujer, de la esclava, de la abusada, de la que no se puede quejar, la que no tiene amigos, a la que no respetan las fuerzas de seguridad ni protegen las leyes, la sin papeles (una sentencia). Que vaga mendigando trabajo para enviar dinero a casa, a su familia, a sus vástagos. La que tiene que decir sí a todo (y duele por sabernos protegidos en nuestros micromundos, más o menos privilegiados). Nos los transmite, nos lo comparte, nos lo clava para ponernos en su lugar a través de repetitivas y contundentes demandas, pidiendo que la escuchemos, que comprendamos. Pero no solo resulta una recriminación o protesta y reivindicación, sino que se suma el elemento extraño: ¿qué quiere ese hombre en ese extraño lugar y con ese extraño ayudante? ¿Qué busca de ella? Obviamente, lo nefasto y lo nefando. 

Creyentes: una niña que se muere por vivir, sin colegio durante una huelga que deviene en graves conflictos por la precariedad, la desigualdad. Debe refugiarse en casa de su abuela. Una yaya a la que solo le preocupa ella misma, despreciando a la pequeña. Allí, la niña consigue una mejor amiga, tan rara como ella se percibe. Pero también ve a los creyentes; esos seres extraños que se alojan en la casa, y que desencadenarán un infierno para el que la niña no estará preparada; y eso que los niños, por desgracia, están preparados para todo. El resultado, violencia, violencia, violencia, corrupción y degeneración. Terrible para los ojos de una infante que acabará por asimilarlo todo cual quiera su imaginación.

Silba: otra niña que empieza conociendo la crueldad, el abuso hacia los más pequeños, las más débiles, en tercera persona en esta ocasión. Es aficionada la pequeña al miedo, a que le narren historias. Pero muchas veces, los recuerdos y la realidad se convierten y solapan con las pesadillas, sobre todo en los cuentos más terribles. Ella ahonda, y consigue lo que no quiere dentro del ambiente tóxico que es su infancia. Vislumbramos otra época, supuestamente peor. Aunque… ¿realmente se puede diferenciar de la actual? ¿Hemos cambiado? ¿Hemos mejorado como sociedad y especie? ¿Hemos aprendido? Cuidado con el que silba…

Elegidas: asistimos aquí a un canto en un cementerio, a través de la tercera persona del plural, una vez más diferenciando arriba y abajo; estratos. Sobre lo que se desea, de forma erótica o existencial. Cuando reflexionas acerca de cómo es la vida, los motivos de la misma, la cultura creada por los mayores; en lo que tanto la educación como la costumbre te convierten. Resignación, aunque siempre aspires a más. Y todo a raíz de la muerte de unos niños bonitos que con ellas nunca hubieren jugado.

Hermanita: aquí vemos el desprecio de una propia familia. Cómo se reparten roles de antemano según físicos, según expectativas. Ahondando en los grandes demonios silenciosos: el hambre, la bulimia, la gordura. El aspecto te determina, aunque tú no lo hayas elegido. Cómo la obesidad, incluso leve, te aparta del mundo por ser imperfecta, te obliga a tragar y tragar y tragar iniquidad hasta que más no quieras. Son ese tipo de terrores de los que casi nunca se hablan. Cometiéndose a diario. Y muestra los dos lados del espejo, el horror inducido de la gordura, y el qué piensan y qué sienten las muñecas perfectas cuando no las mira nadie. Recordad, si te despojan de la dignidad, puedes hacer cualquier cosa, sobre todo si tienes una ouija. 

Sanguijuelas: un niño cuenta su experiencia sobre lo que oye a la madre y amigas, lo que aprende, lo que se llena de prejuicios por mano de su propio trato. Con otro crío. Que nació deforme. De actitud disminuida y aficiones espeluznantes. No se queda ahí. El comportamiento cruel de vástagos y progenitores inhumanos que se sienten superiores por pertenecer a la mayoría. Miden por su vara. Madres que ignoran a sus hijos normales. Madres que adoran a sus hijos imperfectos, constantes y entregadas. Nadie define lo que es una madre, mucho menos lo que es una buena madre. Al final, la crueldad teñida de inocencia toma todas las decisiones que debe.

Invasiones: una ciudad a medio hacer, expandiéndose, creando barrios sin darles ni nombre ni número; esqueletos de dinosaurios que en vez de extinguirse brotan en cemento. Allí, y manteniendo la devastadora crítica social, nos describen los sucesos que contempla y vive esta niña, atronadores y aterradores. Somo testigos de una metamorfosis, maremágnum de bichos y de extraños, cuando fácilmente puedes pasar de ser invasor a ser invadido, porque es solo el prisma desde el que se mira y de quienes miran. Porque la mayoría decide, y siempre se debe tener cuidado con las mayorías.  

Pietà: de nuevo, las inundaciones devastadoras, catástrofes naturales y no tan naturales. Una madre que trabaja cuidando a un niño que no es el suyo, un niño que solo por nacer privilegiado ya despierta bendiciones y penas. Mientras el suyo sufre de ausencia. Se aprovechará de ello el querubín de oro. Niños dioses caprichosos, a quienes no se les ha negado nada. La doble madre le acepta, le quiere, ¿más que al suyo propio? El desenlace deja clara la respuesta.  

Sacrificios: un relato sorpresivo y cuasi claustrofóbico por medio únicamente del diálogo (siempre agradecido este formato, vivo y rítmico). Nos narra sobre la pareja, marido y mujer, que tras salir del cine se pierde buscando el coche en el parking subterráneo, la ratonera de letras y números, plantas y plantas. Pero el carro no aparece. Y en esa deriva, en esa conversación colaborativa de inicio, comienzan a surgir trapos sucios, rencores acumulados. ¿Hasta dónde llegarán antes de encontrar ese carro? Un texto redondo con un desenlace que te explota la mente. Y no puedo contar más…

Edith: saltamos a la tercera persona narrativa. Y se nos revela el sexo en todo su esplendor: bestial, vestigial, orgánico, impenitente. Placentero. Tapa ese sexo tremendos horrores, abusos. No deja de ser un escondite de orgasmo. Pero al final, la vida te reclama, y cada cual cumple su obligación impuesta, acabe mejor o peor. Porque no quedan príncipes azules. Nunca los hubo.

Lorena: la muchacha encuentra parte de un sueño. El amor perfecto. El sexo sublime. Ese príncipe azul que mantenemos no existe, existió o existirá. Porque detrás de cada máscara, detrás de cada disfraz, siempre aguarda un lobo feroz. Es el problema de la sinceridad, no se muestra, solo impostamos, un papel tras otro tras otro, haciendo daño a todos los demás. Y cuando se cae la careta, la verdad intrínseca no tiene por qué gustarnos. Terrible. Las formas y fondos del hombre. Y el alcohol no es una excusa.

Freaks: disparos en forma de frases cortas que nos van transmitiendo cómo alguien que ya es marginal, a quien ya insultan y de quien ya se ríen, siente no compasión y sí simpatía por otro raro, en un circo. Que es todavía más vilipendiado mientras calla en su jaula. El instinto toma el mando, se pone en control para asumir riesgos. Acudiendo al rescate con finales improbables e inesperados.

Conclusiones. El terror no es solo terror, tiene como base el componente social, de salud física y mental; trata sobre las personas; cómo vivimos o nos obligan a vivir. Y sobre los miedos, aquellos que se muestran y también los escondidos, agazapados esperando su momento. Porque el hombre puede ser el verdadero monstruo, la civilización que ha establecido castas y escalafones. Eso lo vemos reflejado en cada texto. Igual que los cuentos de niñas hablan de las ausencias, de cómo se ven solas en compañía, cuasi desterradas. La voz en primera persona es una constante destinada a implicarte en el texto, a que te lo cuenten en confidencia terrible, algo que no puedes olvidar, mucho menos dejar pasar. Esa voz desgarradora te pide auxilio a ti, y solamente a ti, porque eres en parte responsable de la aceptación, del conformismo, de lo inerme de la justicia. Sabemos, pero ignoramos; no hacemos nada. ¿Hay mayor terror que ese? Y qué bien refleja la autora esas voces de las niñas, realismo extremo que nos traslada a ese tiempo pretérito: lenguaje, sentimientos, padeceres. Más allá de la comprensión de los adultos, que nos perdimos en el camino. Consigue ponernos en su lugar, dentro de sus ojos y miedos. Eso, y los detalles, que marcan la diferencia entre un cuento y un gran cuento. Educa, asusta, deja frases de culto, como «la edad de la inocencia es la edad de la violencia».

En resumen, María Fernanda Ampuero y sus Sacrificios humanos son de lectura obligada. Sin más. Afortunado me siento por haber encontrado sus letras. Ya me contaréis la experiencia, duele tanto como merece la pena.

Pd: la crueldad infantil tiene un punto entre la inocencia y la curiosidad, pero no siempre… En ocasiones, solo es crueldad.

Deja un Comentario

También te puede gustar

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia del usuario a través de su navegación. Si continúas navegando aceptas su uso. Aceptar Leer más