Título: El mecanismo
Guion: Gabi Beltrán
Dibujo: Angel Trigo
Editorial: Astiberri
Nº de páginas: 120
Precio: 19 €
Los mitos personales pueden surgir de múltiples fuentes. Cada individuo bebe a lo largo de su periplo vital de distintos lugares, muchas veces opuestos entre sí, que van poco a poco configurando y moldeando su personalidad y costumbres. Para los escritores, los que alguna vez nos hemos plantado delante de un papel —o pantalla— en blanco, la máxima aspiración a la que deberíamos aspirar es justamente esa: convertirnos en influencia, por pequeña que esta sea, para alguien. En El Mecanismo, Gabi Beltran y Ángel Trigo escarban en tal anhelo y en la fascinación que desprende la propia imagen del mito.
Esta novela gráfica sigue los pasos de Jonathan Bennett, un periodista y escritor obsesionado con la figura de Marcus Carlton, autor de un único libro titulado El mecanismo. Carlton se suicidó lanzándose desde el Golden Gate, pero su cuerpo nunca fue hallado. Bennett, inmerso en una crisis personal, viaja hasta Mallorca para seguir las huellas de Robert Graves, del que está escribiendo un ensayo. Allí, se topará con un anciano que guarda un sospechoso parecido con Carlton y que, además, parece conocer su obra al dedillo.
La trama, como se puede comprobar, encierra bastante de misterio. Primero, por girar alrededor de la enigmática figura de un autor maldito y etéreo del que poco se sabe; segundo, por ese manuscrito titulado El mecanismo que parece conformar una suerte de instrucciones para acceder a una realidad superior. De este modo, misticismo y magia confrontan con una realidad tan mundana como una crisis de pareja. Pero el cómic encierra más, mucho más.
La ambientación resulta fría por su marcado componente literario, y digo esto en el buen sentido. El trabajo de Gabi Beltran denota su experiencia como escritor, ya no por hecho de tratar con personajes muy metidos en el mundillo de la literatura, sino por su maestría a la hora de componer unos diálogos que se antojan tan naturales como tremendamente significativos. La palabra y su valor.
Y sí, hay mucha metaliteratura aquí, ya que el texto parece hablarnos continuamente en distintos niveles. Ello no implica que los lectores tengamos que estar situados en todos ellos para poder disfrutar la obra al completo; más bien al contrario, esta decisión amplía mucho el espectro de público potencial, ya que cada lector hurgará en sus propias experiencias y sacará un jugo distinto a El Mecanismo. Por supuesto, si el lector es escritor, o ha escrito alguna vez, sentirá un mayor grado de implicación con el personaje protagonista y su curiosa búsqueda.
Para hacerlo todo un poco más misterioso, el guion hace mucho hincapié en el tema del destino y la predestinación, pero de un modo lo suficientemente ambiguo como para que dudemos siempre de si el elemento fantástico existe o no. Además, cuando se nos habla de lo que esconde la obra de Marcus Carlton, se nos remite directamente a un tema que se ha relacionado mucho con lo paranormal: el trágico accidente de avión de Los Rodeos en 1977. Es ahí donde se empieza a abrir el abanico con referencias a distintas líneas temporales. Pero que nadie tema, todo está perfectamente explicado y es fácil de seguir. Eso sí, los conceptos que se plantean llevan a la reflexión.
El arte de Ángel Trigo es sucio, esquemático y difuso en ocasiones. Una vez más, hablo en positivo. Es curioso cómo una historia tan cerebral empasta tan bien con un estilo de dibujo que parece recrear una pesadilla tanto en su trazo como en la utilización del color. El feísmo estético combina sorprendentemente bien con el transcurso de la historia, y Trigo sabe dotar a los personajes de una caracterización muy reconocible. Pese a lo etéreo que puede parecer a veces el dibujo, todo resulta tangible y, como decía antes, frío en el tono.
El mecanismo se revela como una obra atrapante en cuanto a la concepción de espejo en los dos personajes centrales, que casi actúan como reflejo uno del otro, uniéndose en simbiosis para generar una voz u opinión propia. Es este uno de esos cómics que lo hacen todo bien, y que además ocultan mucho tras su apariencia cuasi aséptica. Sus engranajes funcionan ocultos a nuestra vista, y lo hacen tan perfectamente que la impronta de El mecanismo se prolonga mucho más allá de su lectura. Intrigante y profundo cómic.
José Luis Pascual
Administrador