El alba subterránea (Sergio Requejo)

por Carlos Ruiz Santiago

Título: El alba subterránea

Autor: Sergio Requejo

Editorial: Autopublicado

Nº de páginas: 376

Género: Misterio, terror fantástico

Precio: 13,95€ / 2,99€ (digital)

El temor no son más que sentimientos enquistados. Amor, ira, pena, trauma. Cosas que nunca dijiste, o que sí dijiste, cosas que nunca viviste, que casi viviste, que sufriste en tus carnes. Esa es la raíz de todo miedo.

En esencia, ese podría ser el resumen de esta novela.

Todo en esta obra va alrededor de eso, de ese miedo tan real y palpable para cualquiera que duele, tan cotidiano y tan intraspasable. La obra abre con una desgracia mayúscula, un escape de gas grisú en una mina, y, a partir de ahí, todo destino queda sellado. Sergio crea un horror tremendamente interno que logra ser universal a pesar de los elementos sobrenaturales que añade como aderezo de una historia principalmente movida por sus personajes.

Se perfilan aquí un buen número de figuras, todos con una serie de conflictos internos, no solo interesantes, sino naturales. Y dejadme enfatizar aquí: los personajes son personas normales (en el sentido más desagradable de la palabra). Tienen esa multitud de fallos que destacan en la imperfecta mayoría a la que tú y yo, querido lector, pertenecemos. Todos esos pecados, esos defectos que no le contamos a nadie (a veces ni a nosotros mismos) están presente en cada uno de los integrantes de esta novela. Problemas con los padres, venganzas que duran generaciones, adolescentes adictos a la tecnología, niños solitarios, bullying, pérdida, rencor, falta de pertenencia al hogar. Todo eso, mucho más. Todos están completamente rotos por una vida que golpea demasiado fuerte. El sentimiento de que muchos de los conflictos acaban tan mal no porque los personajes no puedan solucionar las cosas sino tan solo por lo superados que se ven es terroríficamente realista. Pocas veces he sentido que unos personajes podrían ser tan creíbles de una manera que me incomodase tanto. Son gente de carne y hueso que has podido conocer (o quizás seas tú mismo), y todo eso le da una tridimensionalidad tremenda a la novela.

La trama tampoco queda muy atrás. Se toma su tiempo de calma, a veces se recrea un poco en sí misma, en ciertos detalles que pecan de técnicos. Por lo general, da espacio a los personajes (el verdadero plato fuerte) y sabe coger ritmo cuando la situación lo requiere. En más de un momento me he encontrado siendo incapaz de parar de leer o, aún más importante, con el corazón encogido por alguno de los despiadados giros que el desalmado de Sergio mete en más de una ocasión. Como decía antes, la historia tiene elementos sobrenaturales y estos tienen su peso, pero yo los he sentido como un vehículo para hablar de estos personajes y sus conflictos más que como un elemento con fuerza propia. No es algo necesariamente malo, pero sí algo a destacar. La historia, además de sus personajes, también tiene dos puntos que considero muy importantes.

Primero, estamos hablando de una oda de amor, respeto y admiración por los mineros. Iría incluso más allá, mencionaría a la vida de pueblo, a toda esa gente que se levanta temprano y sin ganas para ir a un trabajo duro y mal pagado porque es lo que tiene que hacer, porque alguien tiene que traer pan a casa. Lo presenta con crudeza y critica las actitudes terribles de la economía y la política, muestra cómo detrás de los entramados empresariales y sus mentes de hielo hay personas trabajando todos los días, gente humilde con amigos, familias, pasiones, dolores y sueños. Aún más impresionante es cómo logra, tras todo ese dolor y cólera, encontrar algo de inocencia y belleza: ya sea en la colección de minerales de Eduardo o esa bellísima (y a la vez letal) geoda gigante. El ambiente humanizador de la obra es claro y lo noto como un mensaje perenne durante toda la obra.

El otro punto que destaca en la novela y sin el cual no sería ni la mitad de buena es su ambientación. La novela se sitúa en su totalidad en el pueblo de Triviana. Es impecable la manera en la que el autor ha recreado la atmósfera de un pueblo pequeño y cerrado donde todo el mundo se conoce, donde los cuchicheos afloran y las miradas aviesas siguen a los recién llegados, sus comunidades impermeables y sus secreteos que duran generaciones. La manera en la que adopta manierismos, actitudes, cómo dota al pueblo de vida propia y lo impregna en una neblina de mal rollo. Triviana no solo se siente como un sitio con el carisma suficiente como para ser relevante, también tiene identidad. Triviana tiene un pasado, algo que se asienta con fuerza sobre sus cimientos e infecta todo lo demás. Se trata de una serie de sucesos que la han forjado tal cual es y cuyos efectos resuenan en la actualidad sin importar cuánto tiempo haya pasado. Y eso ya requiere un conocimiento más profundo de cómo se entienden las relaciones entre personas, de cómo ciertos eventos traumáticos afectan a su psique individual y, mucho más complicado, a la mente colectiva del pueblo. Triviana está viva y es tan protagonista como cualquier otro personaje de los que salen en la novela. Además, esa sensación de estar atrapado y de que la pobreza y tristeza, de que la cotidianidad del pueblo te arrastra y no puedes aspirar a nada más es palpable, es sentir como te aplasta página a página y eso tan solo ya tiene una fuerza tremenda.

El alba subterránea es una obra de misterio y sobrenatural, pero sobre todo es un ritual de exorcismo de sus personajes, una manera de enfrentarse al pasado y fracasar constantemente hasta lograrlo y encontrar una catarsis. Morir y renacer. Elegir. Como los miembros cada vez que salían de la mina, como cualquiera de nosotros afrontando (o no afrontando) nuestras decisiones. No os lo penséis y hacedme caso, visitad Triviana.

No podréis salir. Ni aunque queráis.

 

Enlace relacionado: Club de Lectura dedicado a la novela

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