Gente muy fría (Sarah Manguso)

por Daniel Aragonés

Título: Gente muy fría

Autora: Sarah Manguso

Editorial: Alpha Decay

Nº de páginas: 192

Género: Drama psicológico, realismo sucio

Precio: 21,90€

SINOPSIS

El pequeño y gélido pueblo de Waitsfield, en el estado de Massachusetts, es todo lo que Ruthie ha conocido en su vida. Si bien una vez fue la tierra de los primeros colonos y residieron allí las familias más ilustres del país, a finales del siglo XX se ha convertido en un lugar sórdido y decadente, marcado por la violencia y las diferencias de clase.

Forjada en este paisaje helado, Ruthie ha vivido siempre acompañada de una fuerte sensación de insuficiencia. La suya no es una de esas infancias pintorescas de Nueva Inglaterra, sino una de juguetes usados, saldos de fábrica y leche en polvo. La vergüenza, heredada de sus orígenes inmigrantes, cubre todos los aspectos de su vida, como la nieve espesa que regularmente entierra casi todo en Waitsfield. A medida que crece, Ruthie irá descubriendo las terribles historias que se esconden tras las pomposas fachadas de su vecindario, y comprenderá lo difícil que es escapar del legado de daño y abyección que se extiende tanto por su línea familiar como por la de sus amigas del colegio, cuyos destinos parecen abocarse irremediablemente al desastre.

RESEÑA

Mis padres no encajaban en un pueblo como Parla, pero al final se mudaron allí y echaron raíces. Para un niño como yo, nacido en un pequeño pueblo de Ciudad Real, fue un poco dramático, aunque eso aún no lo sabía, estaba por ver…

La novela de Sarah empieza más o menos así, siendo ella una protagonista —Ruthie—, por supuesto, y mudándose sus padres a Waitsfield, un pueblo del norte de Estados Unidos, no demasiado lejos de Boston. Zona fría, ventosa y húmeda. Massachussets. Ya sabéis lo que dicen, que la gente se agarra al clima, o viceversa, y la personalidad se va retorciendo hasta mimetizarse con el entorno. El calor te abre y el frío te cierra, te vuelve duro, apático.

Definiría la novela como una pelea a muerte contra la propia vida, narrada por una niña que va creciendo y ampliando sus miras, fortaleciendo sus criterios sobre ciertas cosas de vital importancia. Una deliciosa alabanza de los sentimientos encontrados. Sin duda, de agradecer a las editoras de Alpha Decay por este regalo. Se nota que se enamoran de sus ediciones y nos las dejan en el plato, listas para degustar. En este párrafo quiero añadir una pequeña reflexión: Nuestros padres, esa gran mentira, esos héroes falsos para algunos de nosotros, puestos ahí sin saber cómo ni cuándo, hasta que vas creciendo y comparas, observas, te arropas de falsos sentimientos durante años, y entonces te das cuenta de una hipocresía que torna a congelación. Los que tienen la obligación de prepararnos para la vida apenas saben vivir la suya. Ni siquiera son capaces de manejar sus emociones.

Sarah nos deja leer su puzle, un rompecabezas de párrafos, en un principio aislados, áridos y asqueados del propio papel, alejados de la típica historia lineal, y luego convertidos en obra maestra. Es como una enorme foto formada por millones de fotos. Podría decirse que no conducen a ningún sitio. Pero no es así.

Soy un amante de este estilo rápido, moderno, incisivo y devastador. Para mi entendimiento, la autora es la heredera del realismo sucio que el grandísimo Carver dejó para la historia. La agilidad de sus frases, esa gracilidad tan aguda. La forma en la que nos hace empatizar con Ruthie. Llego a verme en el cuerpo de esa niña a la que su madre deja al amparo de su amasijo de emociones en estado de maduración. Demasiada dureza. Mucha frialdad intrínseca. Sin duda alguna, la autora me ha enamorado con su estilo. Diciendo tan poco, pareciendo fría te obliga a configurar todo un mundo, tanto en el plano físico como en el emocional. Empiezas a ver la vida como si tuvieses treinta años menos, recuperas esos problemas tan tibios de cuando ibas al colegio. Vuelves con aquellos amigos. A jugar de nuevo en el patio del instituto. Entonces ella crece y se aleja de sí misma, y te reencuentras con cierta frialdad.

A Ruthie solo le preocupa eso, saber qué hacer con sus emociones, encerradas durante años en un corral aislado y supervisadas por unos padres alejados del calor de un buen abrazo, apartados de ese beso de buenas noches y de los necesarios TE QUIERO.

Gente muy fría me devuelve cierta esperanza perdida con la muerte de Fante, Carver, Lucía Berlín o el mismo Bukowski. Por supuesto, salvando las distancias, que son muchas.

Ruthie es una niña, no lo olvidéis, y nos habla como tal. Pretende mostrarnos cómo es su entorno, su mundo, su falta de fantasía, su rotura interna. Nos habla, sin querer hacerlo, de unos padres distantes, anclados a esa idea retrógrada de preparar a su retoño para una especie de guerra inexistente con la sociedad, aniquilando así las emociones y el apego.

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