Cuando la historia se funde con lo paranormal, obtenemos un lienzo donde el pintor juega a lo posible y lo imposible con la misma pintura que ilustra los sueños. Las leyendas se enjuagan con la documentación más exhaustiva y riegan una tierra que nunca está baldía en el mundo de las letras: la imaginación desbordante, la emoción de una historia que late bajo capas de conspiraciones, intrigas y guerra juegan con el lector para transportarlo a lugares en los que la palabra combate, poder y cruzada adquieren una simbología propia y un ocultismo que huele a historia y mito.

Nos encontramos en Hijo blanco de la noche con una novela histórica repleta de elementos sobrenaturales. Elementos que se entremezclan con estrategias políticas, una enorme cantidad de personajes con voces perfectamente definidas, vudú, zombis y ucronía. En una perfecta simbiosis entre las distintas traiciones que siempre conllevan los juegos políticos, el espionaje y las diferentes ambiciones, los soldados de Vidocq se verán inmersos en una cruenta lucha por la supervivencia donde la construcción de las escenas por parte del autor crean para la retina una ambientación cuidada que obsequia con escenas verdaderamente memorables. Y es que si tenemos que destacar algo de la novela sería precisamente su carácter épico, una trama que suena a los antiguos libros de leyendas y una documentación histórica que ocupa un papel preponderante entre la cuidada prosa y la correcta narrativa del autor.

La trama ya de por sí resulta bastante atrayente: una Haití de finales del siglo XVIII dominada por la magia del vudú. Un ejército de zombis que se han rebelado contra la opresión y una estrategia liderada por Augusto Vidocq, capitán al servicio del Vaticano, que va en misión secreta a la isla de Manu donde se desatará la terrible batalla que siempre se desencadena ante el encuentro del bien y el mal. Juan González Mesa hace gala de una minuciosa documentación tanto de los distintos escenarios y época como de todo lo relacionado con el vudú, para ofrecernos una novela creíble dentro de su irrealidad, una novela que se desarrolla bajo el manto de una imaginación desbordante, de la conjugación de diferentes creencias y motivaciones, variados y variables propósitos y problemas de un grupo de devotos para resistir los envites de una fuerza maligna controlada por poderosos sacerdotes.

La batalla, la épica, el propósito de los personajes, variados y muy bien estructurados, se superpone al componente más sobrenatural para ofrecernos algo tangible dentro de los límites de la razón. El enorme trabajo histórico por parte del autor se mezcla a la perfección con la distopía y la sombra de crítica que sobrevuela toda la obra, creando un producto original y de densa lectura, donde se tendrá que emplear toda la atención para no dejar escapar algún detalle por el camino. Y es que la excelsa descripción de cada escena y la cantidad de personajes obligan a leer cada párrafo con una concentración extra, para no dejar pasar nada en esta novela que no se puede considerar una novela de terror, aunque genere situaciones de gran impacto que pueden dejarnos un agradable sentimiento de perturbación.

En definitiva, recomendamos esta novela coral en la que la acción, la mezcla de momentos de gran intensidad con otros más triviales (que nunca ligeros) y que sirven para dar cierto descanso a la lectura, la presentación de los personajes y la presencia del vudú convierten a Hijo blanco de la noche en una obra que va más allá del simple entretenimiento, que pondrá a prueba la concentración lectora y que te llevará de la mano por un camino repleto de las sangrantes espinas de la fe, la pérdida y la contienda más descarnada del ser humano: la lucha por su propia vida.